Portugal, entre el abismo de otro rescate y el principio del fin de la crisis

  • Portugal cierra 2013 más optimista que hace un año pero con importantes incógnitas todavía por despejar, ya que el fantasma de un segundo rescate no acaba de evaporarse a pesar de que el país vislumbra ya la recuperación del crecimiento.

Oscar Tomasi

Lisboa, 11 dic.- Portugal cierra 2013 más optimista que hace un año pero con importantes incógnitas todavía por despejar, ya que el fantasma de un segundo rescate no acaba de evaporarse a pesar de que el país vislumbra ya la recuperación del crecimiento.

La economía, la deuda y la troika volvieron a ser el centro de atención, algo que ha dejado de ser novedad en Lisboa, y tanto la crisis en el seno del Gobierno conservador -en julio- como los fallos del Constitucional que invalidaron varios de los ajustes se analizaron en función de su impacto en términos financieros.

Aunque el ritmo de destrucción de empleo pareció relajarse a lo largo del año, los efectos de la austeridad fueron evidentes, tal y como alertaron instituciones sociales lusas, que detectan un continuo aumento de personas que necesitan ayuda.

Sin embargo, este empeoramiento de las condiciones de vida no se vio acompañado de una mayor contestación social, más bien al contrario. La sociedad portuguesa mostró señales de hastío en los últimos meses y las protestas ciudadanas son cada vez menos multitudinarias.

La evolución de la economía lusa dio señales positivas, lo que permitió al Gobierno "sacar pecho" y dibujar un futuro más positivo para sus ciudadanos.

"Es mentira que Portugal no esté mejor que hace dos años", declaró recientemente el primer ministro, Pedro Passos Coelho, para responder a las críticas de una oposición cada vez más dura y distanciada del Ejecutivo.

Aunque el país cerrará 2013 con su PIB en números rojos por tercer año consecutivo (se estima una caída del 1,8 % frente al retroceso del 3 % del 2012), la mejoría registrada en términos trimestrales le ha permitido salir ya de la recesión técnica.

Y el desempleo, que a finales del pasado año alcanzó el 16,9 %, actualmente se sitúa en el 15,6 %.

También las exportaciones siguieron su ascenso, y el consumo privado frenó su desplome.

No obstante, esa mejora no tiene por el momento un efecto palpable en la economía real, ni tampoco a nivel financiero.

Portugal, pese a las severas medidas de austeridad aprobadas, volverá a incumplir el límite del déficit público al que se comprometió a cambio de su rescate con la Comisión Europea, el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) - la llamada troika- en mayo de 2011, como ya le ocurrió en los dos años anteriores.

El peso de la deuda pública sobre su economía sigue en ascenso y ronda ya el 128 % -debido en parte al retroceso del PIB-, casi ocho puntos más que a diciembre de 2012.

Sí se produjeron progresos en la confianza de los inversores sobre el futuro del país. El Tesoro luso logró subastar deuda a corto plazo a tasas de interés inferiores a las del pasado ejercicio y ya se prepara para, en los próximos meses, volver a emitir títulos a largo plazo.

Es ahí precisamente donde radican las principales incógnitas de Portugal, que solicitó la ayuda financiera internacional por la asfixiante presión de los mercados.

En el mercado secundario, sus títulos a diez años cotizaban a finales de año en torno al 5,9 %, un punto y medio menos que en diciembre de 2012, una rebaja relevante pero todavía insuficiente, según la mayoría de expertos, analistas y agencias de calificación, que por ello siguen sin descartar la hipótesis de un nuevo rescate.

En el plano político, el año estuvo marcado por la crisis de Gobierno en julio, cuando el entonces ministro de Exteriores y líder del partido minoritario que garantiza la mayoría absoluta, Paulo Portas, presentó su dimisión "irrevocable".

Portas acabó por dar marcha atrás tras ser ascendido a "número dos" del Gobierno y renovó su alianza con Passos Coelho a cambio de una mayor influencia en sus políticas.

En este contexto, el jefe del Estado, Aníbal Cavaco Silva, instó al Ejecutivo y al principal partido de la oposición, el socialista, a llegar a un acuerdo de mínimos que permitiese negociar con más fuerza con los acreedores internacionales, aunque las severas divergencias entre ambos hicieron imposible ese pacto.

La pérdida de apoyo a los partidos conservadores por parte del electorado se reflejó en las encuestas, pero también en las municipales de septiembre, la primera cita ante las urnas desde su llegada al poder, con la subida de las candidaturas independientes y el aumento de votos blancos y nulos como principales muestras del creciente descrédito de las autoridades lusas.

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