Cañada Real: cuenta atrás para poner fin al mayor núcleo de chabolas de Europa

  • Lainformacion recorre el asentamiento. Esta área de Valdemingómez alberga desde chalés de lujo hasta chabolas y el mayor hipermercado de la droga. 
Cañada Real: cuenta atrás para poner fin al mayor núcleo de chabolas de Europa
Cañada Real: cuenta atrás para poner fin al mayor núcleo de chabolas de Europa

"Tengo lo que quieras, cariño... pero ¡para, para! No sigas que más adelante está lleno de GEOS!". La mujer, que en apariencia bordea los 30 años y lleva en brazos un niño de unos cuatro, golpea con su mano izquierda la carrocería del coche. Parece estar dispuesta a todo para vender drogas, ante la mirada imperturbable de otros tres familiares suyos de etnia gitana que miran el atardecer tórrido desde un rincón infame de la Cañada Real Galiana.

Esta antigua vía pecuaria, que atraviesa tramos de los municipios de Madrid, Coslada y Rivas, alberga en la actualidad el mayor asentamiento irregular de Europa. Pero los indicios indican que, en breve, sus imágenes recurrentes cargadas de decadencia comenzarán a modificarse. Aunque sea, lentamente... La Comunidad y el Ayuntamiento de la capital tienen un mes de plazo para comenzar a ejecutar el plan de desmantelamiento y posterior realojo de muchos de los habitantes del conflictivo sector 6 de la Cañada, donde se sitúa el vertedero más concentrado de infraviviendas y donde la venta de estupefacientes campa a sus anchas, día y noche.

Portavoces del Gobierno regional han confirmado que, en pocas semanas, las grúas y máquinas comenzarán por fin a derrumbar las casas que integran esa área pegada al vertedero de Valdemingómez, donde no pocas personas malviven y se inyectan heroína entre montañas de escombros, basurales e immundicia. Atravesar de punta a punta el camino (rudimentariamente asfaltado, en tramos, y tapizado de frecuentes 'cráteres' y barro en la mayor parte de su trazado) que conduce por los distintos sectores de la Cañada aporta todo tipo de sensaciones.

Las ráfagas de imágenes abruman y saturan por momentos, y en otros integran un mosaico variopinto y singular, como recortado de otro espacio. Esa especie de vídeoclip que va mostrando una galería de escenas impactantes y contrapuestas, que se suceden a cada paso, hacen que no pocas veces, en determinados momentos del recorrido, uno se pregunte una y otra vez si realmente nos encontramos a un puñado de kilómetros de la Puerta de Alcalá de la capital.

El punto de partida es la parroquia de Santo Domingo de la Calzada. Es martes y, a la caída del sol, la cruz blanca de esta modesta construcción resalta nítida desde el camino de tierra que lleva hasta sus puertas. A sus pies, hay tiendas de campaña sucias y desvencijadas. Surge de pronto la silueta de una mujer alta y rubia, de ropas roídas, que gira a pasos torpes y hace 'eses' en su recorrido singular hacia ninguna parte, presa absolutamente de los efectos de las drogas. Balbucea algo indescifrable, para ella misma.

A metros suyos, un joven con el torso desnudo resume como pocas cosas en este vida cuál es el último punto terminal de un ser humano. Se balancea, raquítico y enfermo, ajeno a todo. Por sus gestos y cómo se frota los brazos, parece sentir frío, aunque la temperatura marca más de 28 grados. En torno el humilde templo habrá una treintena de toxicómanos, y no menos de siete u ocho 'dealers' que despachan, sin ningún reparo, todo tipo de drogas en diversos 'formatos'. Las escenas que se suceden a diario en este lugar resultan dantescas. Los coches desvencijados avanzan y sus ocupantes 'pillan' caballo, lo fuman o se pinchan a la vista de todos. Después vuelven a salir, locos y alucinados, hacia la carretera.

Todas parecen secuencias devueltas de un espejo deforme: de pronto, un muchacho alto y desgarbado detecta la presencia de la cámara de fotos. Pega un grito y es el momento de dejar atrás este enclave que se encuentra en uno de los límites del sector 6. Después llega el turno de meterse en la 'médula' de esta área. Las viviendas, a ambos lados del camino de la Cañada, están numeradas con pinturas y aerosoles. Hay chalés con fibra óptica incorporada y hay casetas que se caen a pedazos, casi encadenadas unas con otras. "Bocadillos, refrescos", destaca un grafiti a la altura del número 150, sobre un muro de concreto.Quioscos de droga

Una flecha en rojo señala hacia una explanada que conduce a un pequeño galpón, donde los toxicómanos puede comprar de 'todo', al margen de alimentos. Allí, hacia el extremo que conduce con el coloquialmente denominado 'Barrio Árabe' del sector 6, donde habitan decenas de musulmanes y no llega el transporte público, la mujer gitana se abalanza sobre el coche, advierte sobre la supuesta presencia de GEOS y termina intentándonos vender todo tipo de drogas. Ante nuestra negativa, redobla la apuesta: "Por 50 euros te la llevamos a tu casa", dispara, sin ruborizarse.

Más adelante nos encontramos con Ángela. Española, lleva más de dos décadas viviendo en La Cañada. Pide que pongamos un nombre ficticio en este artículo, porque está "amenazada de muerte" por sus vecinos, ya que ella quiere que "de una vez por todas comiencen a tirar las casas abajo". La mujer tiene 54 años y a la puerta de su casa, de ladrillos y tejado rústico, asegura: "Antes este barrio era una maravilla. Pero se convirtió en una escombrera. A ver si es verdad que esta vez comienza el derribo del sector 6 y nos realojan. Eso sí, yo quiero que me paguen lo que me tienen que pagar por lo que es mío", subraya.

El diálogo se interrumpe. Desde la esquina, surge el estruendo del frenazo de un coche, un golpe seco y el chillido de un perro famélico, que queda aprisionado entre las ruedas. Dos mujeres musulmanas vestidas con burkas parecen impávidas ante ese atropello. Pasan caminando y entran su pequeña chabola. Aquí, en este punto al margen de la legalidad, residen -de acuerdo al último censo oficial- 7.283 personas en sus seis sectores. Más de la mitad lo hacen en el 6, que es el que derrumbarán de manera inminente. El 1 (que bordea el municipio de Coslada) será reintegrado urbanísticamente a la ciudad.

Todavía no está claro qué ocurrirá con el 2,3,4 y 5 (gran parte de este último discurre por la localidad de Rivas). Las administraciones públicas tienen de plazo un año (más otro prorrogable) para delinear un plan de acción qué defina el destino de los moradores de estos sectores. Y el 6, como quedó dicho, desaparecerá en breve. Todo este programa de actuación fue acordado el pasado 17 de mayo, cuando un macropacto de todos los grupos políticos presentes en la Asamblea de Madrid y en los Ayuntamientos de Coslada, Madrid y Rivas decidieron por unanimidad dar luz verde a la iniciativa.

Antes de abandonar esta senda alejada de la mano de Dios, que en total tiene más de 14 kilómetros de extensión, nos topamos con dos furgones de la Policía nacional. "Procedimiento de rutina", nos advierte un agente, apostado sobre la primera glorieta, que conduce a Valdemingómez. El trasiego de camiones es constante. Todo el suelo del sector 6 en realidad pertenece al Parque Natural del Sureste. Al margen de algunos vecinos españoles que, como Ángela, quieren de una vez por todas abandonar el lugar y ser realojados, muchos otros moradores a quienes les preguntamos por el inminente derribo de sus casos se muestran escépticos, indiferentes, o ni siquiera conocen lo que debería ocurrir dentro de pocas semanas.

El tiempo dirá finalmente si este núcleo de chabolas se esfuma, como en algún momento fueron Las Mimbreras, La Rosilla y tantos otros poblados... Pero la Cañada es mucho más que construcciones humildes en su silueta dibujada como una franja zigzagueante. En el inventario de su paradójica fisonomía también vamos se deja atrás, al momento del regreso y de sortear sus charcas de aguas putrefactas, chalés de lujo, racimos de inmigrantes rumanos, marroquíes y tunecinos. Comparten espacio con ciudadanos españoles que han envejecido en estas calles polvorientas, impregnadas también de chatarrerías, granjas de cerdos, cuadras de caballos, montañas de basura y el mayor hipermercado de venta de droga de Madrid.

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