Al Bihani, el cocinero talibán que acabó prisionero indefinido en Guantánamo

  • Ghaleb Nasar al Bihani ha pasado un tercio de su vida en la cárcel de la Base Naval de Guantánamo, tiempo que cree más que suficiente para un aprendiz de yihadista a quien un día dieron un fusil y un cucharón en Afganistán para convertirse en cocinero talibán y contra el que nunca se han presentado cargos.

Jairo Mejía

Washington, 13 abr.- Ghaleb Nasar al Bihani ha pasado un tercio de su vida en la cárcel de la Base Naval de Guantánamo, tiempo que cree más que suficiente para un aprendiz de yihadista a quien un día dieron un fusil y un cucharón en Afganistán para convertirse en cocinero talibán y contra el que nunca se han presentado cargos.

Tras 12 años en Guantánamo, Al Bihani, de 34 o 35 años, espera una incierta liberación practicando yoga y aprendiendo español con la esperanza de que algún día eso le ayude a rehacer su vida en la tropical Costa Rica, la austral Uruguay o la soleada España.

Estados Unidos reconoce que al Bihani no era un líder talibán o con conexiones con la cúpula de Al Qaeda, no formó parte de planes terroristas contra EEUU y su primera acción de guerra fue rendirse a sus enemigos de la Alianza del Norte.

La segunda fue aprovechar la confusión de la guerra civil afgana para intentar escapar en un motín en una cárcel de adobe en el norte de Afganistán y caer en manos de las primeras tropas estadounidenses que iniciaban su invasión en el remoto Afganistán. No está acusado de matar a ningún estadounidense.

"No sabemos si es una víctima del caos de los primeros días de Afganistán o verdaderamente un yihadista peligroso", explica a Efe un funcionario del Pentágono conocedor de los procesos que intentan acelerar la transferencia de los presos menos peligrosos de la guerra contra el terrorismo.

Tras años oculto en la bruma de Guantánamo, Al Bihani compareció por primera vez el pasado martes ante la prensa desde su prisión para responder ante el panel que revisará su caso y determinará si puede ser repatriado e iniciar una nueva vida y, de paso, avanzar en la promesa del presidente Barack Obama de cerrar la prisión.

Desde un edificio del Departamento de Defensa en Washington y por circuito cerrado de televisión, seis periodistas y dos diplomáticos yemeníes pudieron ver al fin a Al Bihani, un joven de piel cobriza y una poblada barba zaina que viste uniforme color ceniza, lo que indicaría que no es un preso problemático.

Para asistir a los primeros 20 minutos desclasificados del proceso hay que pasar por estrictas medidas de seguridad, caminar con escolta militar y evitar algunas partes donde cuelgan carteles que rezan: "prohibido aparatos electrónicos más allá de esta puerta".

La entrevista la llevaron a cabo, posiblemente desde el mismo edificio de Washington al que fue citada la prensa, varios funcionarios de la administración de Barack Obama y representantes de inteligencia anónimos.

Según uno de los funcionarios, Al Bihani sigue detenido porque es "una amenaza significativa a la seguridad nacional", su familia tiene profundos lazos con el yihadismo (su hermano también está preso en Guantánamo) y "apoya a Al Qaeda y a los talibán pese a que nunca ha sido un líder".

El representante legal militar del yemení no está de acuerdo: "tiene problemas de salud, no tiene capacidades de convertirse en líder extremista, no es un guerrero ni un atacante. No era más que un cocinero que se rindió a la Alianza del Norte (enemigo de los talibán en el conflicto civil afgano)".

Al Bihani está escoltado por ese representante de la Marina y su abogada civil, Pardiss Kebriaei, que se ha desplazado a la base militar estadounidense en territorio cubano con un lista de detalles que pretenden probar los deseos de su cliente de no volver a declarar la "Guerra Santa" a nadie, como sus estudios de español, árabe y de historia de Latinoamérica.

A su vuelta de Guantánamo, Kebriaei explica a Efe que la situación de Al Bihani es intolerable, debido a que su liberación se está retrasando indefinidamente básicamente porque es yemení y ese gobierno no ofrece garantías de que vuelvan al extremismo.

En mayo de 2013, tras una masiva huelga de hambre en el penal, Obama ordenó que se crease un panel que revisase los casos de 71 de los 154 presos de Guantánamo con el objetivo, aún lejano, de cerrar ese experimento de tribunal de guerra.

El Congreso ha levantado su moratoria contra los traslados de yemeníes con el visto bueno para abandonar Guantánamo; algunos presos hasta han presentado planes de negocio para cuando sean liberados y países como Uruguay se han mostrado dispuestos a ayudar.

Pese a todo, desde mayo el panel de revisión de presos solo se ha celebrado en cuatro casos, y solo uno ha conseguido el visto bueno para ser liberado en el futuro.

"Falta voluntad política, estos presos necesitan ayuda para reintegrarse a la sociedad de ONG o sus familias, lo demás son solo excusas", asegura la abogada de Al Bihani.

Siempre que puede, Kebriae recuerda el caso de uno de sus clientes en Guantánamo; un detenido sirio que fue repatriado a Portugal. Cinco años después, se ha casado, ha montado una familia y trabaja de traductor.

"Al Bihani también se merece una oportunidad para empezar de nuevo", explica Kebriae.

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