Antología recoge semblanzas literarias, a modo de "mamporros" de Felipe Alaiz

  • Una antología de las semblanzas literarias que Felipe Alaiz, destacado escritor anarquista español, publicó en los años veinte y treinta ha sido efectuada por el escritor Juan Bonilla, según, reconoce el autor, "la intensidad de los mamporros" que propina a los clásicos, desde Bécquer a Lorca.

Alfredo Valenzuela

Sevilla, 7 oct.- Una antología de las semblanzas literarias que Felipe Alaiz, destacado escritor anarquista español, publicó en los años veinte y treinta ha sido efectuada por el escritor Juan Bonilla, según, reconoce el autor, "la intensidad de los mamporros" que propina a los clásicos, desde Bécquer a Lorca.

"El arte de escribir sin arte", publicado por Berenice con un prólogo de Javier Cercas y un epílogo del propio Bonilla, es una selección de los cientos de páginas, tal vez miles, que Alaiz (1887-1959) editó bajo el título genérico de "Tipos españoles" en publicaciones anarquistas como "Revista blanca", "Tierra y libertad" o "Solidaridad obrera", algunas de las cuales dirigió.

Para Bonilla se trata de "una historia secreta de la literatura española" hecha por "un desconocido que habla de escritores muy conocidos" y que tiene la cualidad de "utilizar como excusa que habla de un escritor para darle un mamporro a otro, como hace en la semblanza sobre Eduardo Barriobero para meterse con Larra".

"De Bécquer dice lo que todos hemos pensado alguna vez pero sólo Alaiz se atrevió a escribirlo, que algunas veces puede resultar un poco cursi", señaló a Efe Bonilla, quien destacó la "prosa fresca y vertiginosa" con que están escritas estas semblanzas de algunos de los más grandes escritores de los dos últimos siglos.

En un texto sobre Lorca, Alaiz escribe que Juan Ramón Jiménez "se extingue de puro suave en sus bordados de casulla", y añade que "los eruditos amigos de Góngora como Jorge Guillén y Pedro Salinas también bordan a ratos, aunque a ratos investigan con acierto".

De Lorca señala que "su 'Romancero gitano' no es nada gitano. Algo de lo que dice es greguería ramoniana y otro algo andalucismo de pandereta", y de su obra "Doña Rosita la soltera" que "es una elegía bordada, deshilachada, con un candor de reglamento, con una perpetua avidez de evocación que solo evoca de veras al interpolar un vals entre dos suspiros".

La antología de "mamporros", como los denominan los editores de "El arte de escribir sin arte", se abre con Espronceda, de quien Alaiz dice que su "Oda al dos de mayo" es "un amasijo de barbarismos patéticos, un montón de tópicos y repeticiones, incluso un mosaico de ripios y vulgaridades de festival cuartelero".

Prosigue con Bécquer: "Comparadas con las oscuras golondrinas, todas las aves parecían avutardas. El milagro se debió a Gustavo Adolfo Bécquer", y continúa con Campoamor: "Empezó a ser tierno cuando empezó a ser viejo. Para él lo interesante era ser gobernador ¿cuántos poetas nacerían y cuántos renacerían si les ofrecieran un gobierno civil?".

De Ortega y Gasset advierte: "Hay que subrayar una ausencia de reciprocidad entre el pueblo y el profesor Ortega, que escribió 'La rebelión de las masas' sin conocerlas", mientras que de su "Revista de Occidente" apunta que "es muchas veces vivero de pedantes, cuando no vivero para pedantes".

A Ramón Pérez de Ayala lo define como "cortesano de la dictadura, con cargo burocrático de favor, embajador, también de favor, con la República... Como dijo Ricardo Baroja acabará por ser arzobispo de Toledo"; a Galdós como "algo pazguato", a Valera como "redicho y pretencioso", y a Blasco Ibáñez como "un azulejo con mucho color y poco fuego para fijarlo".

De Valle Inclán creía Alaiz que era "más pedante que un Currucato", de Unamuno que era "un fraile empeñado a la vejez en hacer retruécanos" y de Palacio Valdés que tenía "una mentalidad salesiana", de modo que sólo salva del "mamporro" a Baroja, aunque no se olvida de reseñar "las quince mil faltas de sintaxis" que tienen sus novelas.

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