Berganza: "Soy la mala, la oveja negra de la lírica"

  • Teresa Berganza, genio y figura, presume, a sus 80 años recién cumplidos, de ser tan apasionada como era de joven, de llamar a las cosas por su nombre, "al pan pan y al vino vino", y de decir lo que piensa, caiga quien caiga. "Soy -dice- la mala, la oveja negra de la lírica", por "decir lo que siento".

Carlos Mínguez

Madrid, 12 jun.- Teresa Berganza, genio y figura, presume, a sus 80 años recién cumplidos, de ser tan apasionada como era de joven, de llamar a las cosas por su nombre, "al pan pan y al vino vino", y de decir lo que piensa, caiga quien caiga. "Soy -dice- la mala, la oveja negra de la lírica", por "decir lo que siento".

Y para demostrarlo, la que ha sido la mejor "Carmen" de todos los tiempos, no rehuye ninguna pregunta en un encuentro con periodistas celebrado hoy, nueve días antes de recibir en su "pueblo", Madrid, y en su teatro, el Real, un homenaje que le tiene entre nerviosa y emocionada.

Un homenaje a toda una carrera, a toda una vida entregada a la música, su gran pasión, junto a su familia, una carrera por la que no siente nostalgia. "No, no, de nostalgias nada -insiste la mezzosoprano-. He tenido tanto, he vivido tanto, todo, que no puedo vivir con nostalgia".

La Berganza, que presume de castiza, de madrileña de la calle de San Isidro, confiesa que le debe todo a la música -"suena cursi, sí, pero yo nací para la música", recalca- que la siente, la vive, la lleva dentro.... "Toda la música", apostilla. "Mozart, Rossini, Puccini, Vivalvi, Monteverdi,....y tantos otros", enumera.

Músicas que ella ha cantado en los mejores teatros de ópera del mundo, durante una carrera cuajada de éxitos y a la que puso fin cuando quiso, el día en que se quedó sin voz, reconoce. Y que sigue escuchando o tocando al piano. "No soy retrógrada, soy cabezota, pero mis gustos y mis pasiones estarán conmigo hasta la muerte", dice cuando se le pregunta por la música que se compone hoy.

"En música me pasa lo mismo que con la pintura: no quiero descubrir otras cosas. Goya, Durero, Tintoretto,... me siguen haciendo llorar".

La del día 21 será una noche especial para Teresa Berganza. Una noche "divertida, entrañable y con muchas sorpresas", según el intendente del Real, Gerard Mortier, y en la que ya son seguras las presencias de Carlos Álvarez, María Bayo, José Van Dam y Annick Massis.

Pero Berganza no quiere saber nada "hasta ese día" de lo que va a ocurrir sobre el escenario del Real, en el que será el "único homenaje grandioso" que, aunque parezca mentira, ha recibido en toda su carrera. "Lo agradezco muchísimo. Cuando Mortier me lo propuso no lo dudé, dije que sí", confiesa. "Me siento honrada y emocionada. Y nerviosa, tanto como si fuera yo la que cantara".

Pero no, Berganza no cantará esa noche; ni siquiera, bromea, tarareará las obras que se escucharán: Mozart, Rossini y zarzuela, tres emblemas en su carrera. "Yo ya hice todo lo que tenía que hacer, incluso hasta más", asegura quien a sus espléndidos 80 años -luce tan pizpireta y elegante como acostumbraba a hacerlo sobre los escenarios- tan sólo espera de la vida que la gente le quiera.

Recién llegada de París, de dar unas clases magistrales a voces muy jóvenes -la enseñanza es ahora su principal ocupación y otra de sus pasiones- Berganza reconoce que cantar ha sido su mejor "decisión en la vida". Ahora bien, por detrás de su condición de madre de tres hijos. "Ellos son lo que más me ha marcado".

Hijos que cuando eran pequeños la acompañaban en ese ir y venir por todo el mundo que fue durante muchos años su vida. "Parece que los estoy viendo jugando sobre la cama en la habitación de los hoteles. Ellos saltando y gritando y yo sin poder decir nada, con un esparadrapo en la boca para no hablar y cuidar mi voz antes de un concierto o una función".

"Nunca, ni cantando, he sentido tanta emoción como cuando les traje al mundo", continúa esta abuela a quien sus nietos ven "joven, guapa, divertidísima y un poco loca", presume.

Teresa Berganza no se arrepiente de nada, desde el punto de vista artístico. "Arrepentimiento no, pena por no haber podido vivir algunas cosas quizás sí". Y cuenta cómo le dijo "no" a la Callas cuando la invitó a cantar con ella "Norma". "Fue muy difícil tener que decírselo, pero mi voz entonces no estaba preparada. Cuando ya lo estaba -continúa- se lo dije a María, pero entonces ella ya no podía, era tarde".

La mezzo madrileña presume de no haber forzado nunca su voz, algo que intenta ahora inculcar a sus alumnos, de atreverse a decir no a ofertas muy tentadoras -fue lo que contestó a La Scala milanesa cuando le ofreció cantar una "Traviata" con escena de Visconti- y de ser una artista con voz y personalidad propia. En definitiva, de haber sido dueña al cien por cien de los destinos de su carrera. "Siempre. De mi vida ya no tanto", comenta a carcajadas.

Esta "diva" nada amante de las fiestas, que apenas come y no bebe alcohol porque le sienta mal, "muy deportista" y algo conventual, como ella misma se define, reconoce que, sin embargo, la pasión le mata. "He sido y soy muy apasionada. Y, a veces, -dice misteriosamente- la pasión es peligrosa".

Y con pasión habla de los grandes directores de orquesta con los que ha tenido la fortuna de trabajar, "todos los grandes", las personas que en todo momento, destaca una y otra vez, "tienen la responsabilidad en cualquier producción de ópera". "¿Y qué hay de los directores de escena?", es interrogada. "No sé lo que hacen", comenta con ojos pícaros.

"Tengo todo, quiero ser feliz y no quiero que nada ni nadie me amargue la vida", sentencia quien, con 80 años, recuerda a esa joven a quien sus padres pusieron en el sendero de la música y que compaginó sus estudios con pequeños papeles en películas de Carmen Sevilla, Juanita Reina o Juanito Valderrama.

"Con el dinero que ganaba me pagaba las clases de piano, de francés y de alemán y, por supuesto, mis vestidos, que siempre me ha gustado estar guapa".

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