Caamaño, el guitarrista que intenta calmar la Justicia

  • Entró en el Gobierno tras la dimisión de Mariano Fernández Bermejo, en un momento en el que el Ministerio de Justicia estaba en el punto de mira de las críticas al Gobierno. Con su presencia está consiguiendo sofocar las llamas de cada una de las crisis que surgen gracias a su carácter conciliador.
Francisco Caamaño
Francisco Caamaño
Raúl Arias
C. Ibáñez

Se mantiene como ministro de Justicia

Si por algo se ha caracterizado la presencia de este gallego, natural de Cee (A Coruña), en el Gobierno de Zapatero ha sido por su don de apaciguador y por saber transmitir una calma necesaria en el ámbito de la Justicia.

Francisco Caamaño, guitarrista de un grupo de rock en su adolescencia, ha sabido emplear sus dotes de buen negociador en su trayectoria política. Su compromiso con el Gobierno es tal, que al ser nombrado secretario de Estado en el primer Consejo de Ministro presidido por José Luis Rodríguez Zapatero decidió afiliarse al PSOE.

Uno de sus escollos lo ha superado recientemente, con la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut de Cataluña. El actual ministro estaba implicado directamente con el texto estatutario, ya que participó muy directamente en su elaboración hace más de cuatro años.

Por ello, Francisco Caamaño ha tenido que defender una tras otras las votaciones del Alto Tribunal sobre el Estatut catalán, del que ha sido sin tapujos uno de sus defensores, así como de la competencia del Constitucional para emitir una sentencia sobre el texto.

Ésta ha sido una etapa en la que se ha consolidado su fama de hombre de diálogo, que le ha servido para lidiar unos meses muy agitados en el ámbito de la Justicia.

De hecho, este gallego, licenciado y doctor en Derecho por la Universidad de Santiago de Compostela, fue el que consiguió apaciguar las huelgas convocadas por los funcionarios de Justicia, muy agitados con su antecesor en el cargo.

Este don de negociador lo ha tenido que exprimir al máximo en procesos como la reforma del nuevo Código Penal, que logró el apoyo de la mayoría de las Cortes Generales.

Su voz siempre se ha alzado para calmar las agitaciones levantadas, especialmente, en torno a la Ley del Menor por los últimos crímenes como el de Cristina Martín en Seseña o las detenciones del Rafita.

Desde que está en la capital echa de menos navegar por el mar gallego para desconectar de los problemas de su vida oficial, por lo que se tiene que conformar con sumergirse en la literatura, especialmente en la poesía, a la que le puede dedicar parte de su tiempo sacrificando horas de sueño. Tan sólo duerme unas cuatro horas al día.

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