Desembarco vikingo en Catoira, donde el vino releva a la sangre

  • Ana Martínez.

Ana Martínez.

Catoira (Pontevedra), 4 ago.- Altos, rubios y fuertes, así es la imagen de los vikingos de antaño, aunque en el desembarco de Catoira, en Pontevedra, se recrea una batalla entre lugareños y bárbaros, entre los que también hay morenos y pelirrojos portando cascos con cuernos, en la que el vino sustituye a la sangre.

"Muerte a los cristianos", grita un asaltante, con un atuendo fiel a la versión novelesca, porque el yelmo cónico y liso "impone menos".

Decenas de guerreros, los que participan desde el mar en esta vuelta atrás en la historia, penetran con embarcaciones propias de otra época en la desembocadura del Ulla.

Gritos salvajes, "¡Úr-su-lá!, ¡Úr-su-lá!", y unos remeros más mañosos que otros. De cerca los sigue una zódiac de Protección Civil y otra lancha de la Guardia Civil.

Descienden a tierra, donde los esperan centenares, armados con martillos de madera, espadas, cuchillos, hachas y escudos. Así empieza la lucha y se enzarzan, sudorosos y sin que en ningún momento lleguen a hacerse daño, entre el fango y el agua sucia. Ellos, rudos y aguerridos; ellas, fieras y con trenzas.

Manolo Rey, vecino de Teo (A Coruña), acompañado por su hijo Borja, cuenta a Efe que el dios Baco lo ha dominado. Al menos, dice con una sonrisa, "momentáneamente".

"¡Ehhhh que ese cuerno está vacío. Llenadlo de tinto!", vocifera uno de los amigos de Manolo. No se permite que estos peculiares recipientes vayan vacíos mucho tiempo.

Marcio Granfa, su hermana Sonia, y el bebé de ella han venido desde Portugal con Luis Rodrígues, Fátima Silvoa y João Sá. "Nos encanta esta celebración. Vivimos cerca de Oporto", afirma a Efe Sonia, exultante con su pequeña en brazos.

Juan Miguel Serra, de Alicante, está con su pareja, Naiara, de Pamplona. Él es un asiduo. "Hace un lustro que vengo". Su novia repite por segunda vez. "Cuando la traje aquí se quedó alucinada".

Isabella y Cecilie son dos jóvenes de Dinamarca, al igual que los veteranos Torben Kielm y Christian Stærke. Estos incondicionales del fenómeno "Vikingespil", que se celebra en su país originario con una periodicidad anual, no han querido faltar a la convocatoria gallega.

"Hemos venido más de cuatrocientos vikingos de Dinamarca", remarca Christian, que no duda en dejarse fotografiar, con su poblada barba blanca, con todo aquel que se lo pide.

Recuerda a Efe que estos conquistadores son oriundos de tres lugares, Noruega, Suecia y Dinamarca, y que están encantados con la idea de vivir este "rebobinado" y rememorar "en la ficción" ese poderío belicoso.

Krista Griog, oriunda de Washington D. C. y su compañero sentimental, el tejano Ryan Welch, están en Catoira por primera vez, aunque ambos residen en Cádiz.

"Me ha enamorado Galicia. Los gallegos son muy abiertos. Me encanta esta fiesta. Es tan original", manifiesta a Efe Krista en un logrado español, al lado de su amiga Joanna Ruderman, que asegura que solo habla inglés pero esto no es impedimento para compartir la romería con gentes de aquí y de allá.

Juan José, apodado "Culebra", se tumba sobre la verde hierba, al lado de Krista y Joanna, derrotado después de tantas horas de festejo. Con él vienen las carcajadas y los flashes y la pitanza, porque la comunidad vikinga aparte del gaznate ha de llenar el estómago. Toca pulpo, churrasco y chorizo criollo.

El personal de seguridad contratado por Adif no se aleja de la vía del tren, donde controlan el paso de los asistentes. "Hay un puente y un túnel para cruzar, pero la mayoría ataja y viene por aquí. Es más fácil vigilarlos y retenerlos cuando pasa un convoy que pedirles que vayan por otro lado. No hacen caso en general", declara uno de los trabajadores a Efe.

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