Dos caras del narcotráfico se unen en Río de Janeiro para crear conciencia

  • Confesiones en primera persona de narcotraficantes arrepentidos y anécdotas terribles de policías antidroga se unen estos días para concienciar a la juventud brasileña sobre la problemática de la violencia y el crimen en Río de Janeiro.

Santi Carneri

Río de Janeiro, 26 jul.- Confesiones en primera persona de narcotraficantes arrepentidos y anécdotas terribles de policías antidroga se unen estos días para concienciar a la juventud brasileña sobre la problemática de la violencia y el crimen en Río de Janeiro.

Carlos "Fofo" Santos, dueño y señor del tráfico de drogas de una barriada, hacía recuento del dinero recaudado durante la semana con un fusil automático a sus pies y varios guardaespaldas bien armados a su alrededor.

Mientras este líder de la facción criminal conocida como Terceiro Comando calculaba sus ingresos, un mensajero le susurraba que los voluntarios de una ONG llamada Afro Reggae estaban facilitando la entrada a su territorio de "soldados" de una banda enemiga.

Sin pensarlo un momento, "Fofo", acompañado de una docena de hombres armados, se dirigió al local de la asociación: "¡Sabes que estamos en guerra, vosotros no podéis meteros!".

Una discusión tensa, con amenazas de muerte, gritos y llantos, que solo se calmó cuando "Fofo" dedujo que la ONG no estaba ayudando a ningún bando de la guerra que asolaba la favela de la Parada de Lucas de Río de Janeiro y que se cobró nueve vidas.

Han pasado ocho años desde este primer contacto entre Afro Reggae y Santos, que tras pasar largo tiempo en la cárcel trabaja con la asociación coordinando actividades en barriadas pobres de toda la ciudad.

"Los prejuicios en la favela hacia la policía, las ONGs o los del barrio de enfrente son enormes", explicó a Efe el exnarcotraficante.

Santos ahora participa junto a otros exdelincuentes y policías en la iniciativa "Comandos" de Afro Reggae que se realiza desde el pasado martes y hasta los próximos días en distintas barriadas de Río de Janeiro para aportar la visión de "mundos opuestos" sobre un mismo problema y contribuir a la transformación social.

Estos barrios marginales se han convertido en todo un icono en Río de Janeiro porque, a diferencia del resto de ciudades de Brasil, no se limitan a las periferias deprimidas y proliferan por las laderas de toda la ciudad, lo que permite a los pobres residir cerca de las zonas ricas y más desarrolladas donde trabajan.

Décadas de abandono por parte del Estado facilitaron la irrupción del crimen en estos barrios de estructuras urbanas improvisadas, construidas con materiales precarios.

A partir del año 2008, el Gobierno comenzó la campaña conocida como "pacificación" para eliminar la creciente violencia que asolaba Río.

Las autoridades enviaron al Ejercito y al Batallón de Operaciones Especiales (BOPE) para expulsar a los narcotraficantes que controlaban las favelas.

Para Sergio Dantas, efectivo del BOPE desde 1996 y que también participa de la iniciativa de Afro Reggae, en las favelas siempre se ha visto a la policía como el enemigo, "aunque ahora quizá esté cambiando un poco", señaló.

"Antes era matar o morir, en el BOPE nos enseñan que nada es tan malo que no pueda empeorar, hoy tenemos muchas más técnicas para concienciar a la comunidad y avanzar en necesidades sociales", añadió Dantas.

En favelas como Cantagalo, Pavo-Pavonzinho o Vidigal la incursión militar culminó con la instalación de las Unidades de Policía Pacificadora (UPP), comisarías instaladas en el corazón de cada uno de estos barrios antes controlados por bandas de narcotraficantes.

El martes en una de las favelas del Complexo do Alemao, el conjunto de barriadas que durante décadas fue el principal bastión de los criminales que controlan el tráfico de drogas en Río de Janeiro, fue asesinada una policía, en la primera muerte de un agente policial desde que se instaló la UPP en la zona, en marzo.

Lo que, según las autoridades, evidencia la resistencia de los grupos criminales de la ciudad.

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