Cómo los 'indignados' israelíes consiguieron el cambio

  • El primer ministro de Israel ha prometido profundas reformas después de las protestas que se han dado en el país los últimos meses. Aunque no ha sido fácil, los ciudadanos hebreos parecen haber tenido algo de suerte. Ahora solo queda esperar a que Netanyahu cumpla lo prometido.
Cómo los 'indignados' israelíes consiguieron el cambio.
Cómo los 'indignados' israelíes consiguieron el cambio.
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Noga Tarnopolsky, Tel Aviv (Israel) | GlobalPost

Lo lograron.

Los jóvenes agitadores que contra todo pronóstico pusieron patas arriba a Israel el verano de 2011 con una serie de protestas sin precedentes en la historia del país culminaron sus esfuerzos el sábado por la noche con marchas en todo el país.

El Primer Ministro Benjamin Netanyahu ha dicho que va a aprobar "cambios auténticos y responsables", según un comunicado publicado por su gabinete.

El primer ministro ha nombrado a Manuel Trajtenberg, un profesor de la Universidad de Tel Aviv, para ofrecer recomendaciones sobre cómo responder a las demandas de los manifestantes. Hasta el momento, Trajtenberg ha celebrado consultas con un amplio grupo de israelíes y ha publicado las conversaciones en YouTube.

Está previsto que presente su informe esta semana.

"Ésta es una comisión seria y presentará recomendaciones serias", ha dicho Netanyahu, y se ha comprometido a actuar "rápidamente" para aprobar reformas sin sumir a Israel en una crisis económica. "Vamos a mantener la economía, y vamos a corregir lo que necesita ser corregido".

Se estima que entre 400.000 y 450.000 personas se manifestaron el último día en las principales ciudades de Israel para exigir al Gobierno que implementara reformas sociales masivas, poniendo la guinda a un movimiento que había nacido hacía seis semanas para exigir cambios.

Daphne Leef, de  26 años de edad, qué comenzó el movimiento hace dos meses montando una tienda de  campaña en el Boulevard Rothschild de Tel Aviv, después de estar fuera del mercado inmobiliario por los precios excesivamente altos, llamó a las protestas del sábado como "el milagro de 2011".

Nahum Barnea, un analista político del diario sensacionalista Yedioth Acharonoth, lo denominó como una "foto final".

Como los organizadores esperaban, ésta fue la manifestación de protesta más multitudinaria de la historia de Israel, una nación con una población de 7 millones de personas.

Se cerraron las calles principales y se desvió el tráfico a partir de las 17:30h, con la policía apostada en las principales plazas de más de 20 ciudades. Se enviaron ingenieros para evaluar cuántas personas podrían entrar en la plaza principal de Tel Avov, Kikar Hamedina (en hebreo, la Plaza Nacional.) Estimaron que podrían entrar de una forma segura 400.000 personas.

Al final, entre 300.000 y 350.000 llenaron el círculo con ciudadanos desde los ocho meses hasta los 80 años.

Muchas empresas cerraron el sábado sus puertas a los clientes para que sus empleados acudiesen a las manifestaciones.

Como en todas las otras manifestaciones de este verano, prevaleció una ola general de sentimiento de compañerismo. No se registraron casos de vandalismo o de sabotaje.

Los policías apostados en Jerusalén se declararon "aburridos" y aliviados de sentirse así.

Aproximadamente 60.000 personas se reunieron en la capital del país, a lo largo de la calle de la residencia del primer ministro Benjamin Netanyahu, para exigir cambios sustanciales en la forma de gobernar el país.

Entre sus demandas: aumento de la inversión en vivienda pública, la legislación de derechos de los inquilinos, atención gratuita desde los tres meses, y un freno a los cárteles informales y a los monopolios que dominan la economía relativamente pequeña de Israel.

Uno de los cánticos más recurrentes entre la gente, con la melodía de una conocida nana, refiriéndose al apodo de Nentayahu, dice lo siguiente: "Mi Bibi tiene tres casas. Tal vez si tuviera menos yo también podría tener una".

En la manifestación de Jerusalén, Itamar Luria, de 54 años, psicólogo clínico y activista por la paz desde hace mucho tiempo catalogó al movimiento de protesta como "una de las cosas más conmovedoras que he visto jamás".

"Apela al sentimiento que tiene la gente de que más que ciudadanos de este estado están sometidos a él".

De pie junto a Luria, Michal Epstein, de diez años, que llegó a la manifestación con su padre y su hermana mayor, se encontró con cinco compañeros de clase en la multitud. "Vamos a hablar de ello en la clase de mañana", dijo.

Entre los oradores, en Jerusalén, la personalidad de televisión Modi Baron condensó el movimiento político de la multitud en su resonante saludo: "¡Buenas noches a todos, y feliz revolución!"

La manifestación marcó un punto de inflexión en el movimiento, con asentamientos de tiendas de campaña vaciándose y convirtiéndose en un foro de debate público.

Cuando la manifestación de la capital estaba alcanzando la medianoche, uno de sus observadores más insólito era la leyenda de los gestores de fondos de cobertura Michael Steinhardt, en la ciudad por una boda. A su alrededor los jóvenes israelíes portaban pancartas como "la plaza Tahrir no sólo está en El Cairo" y "los políticos apestan, tápate la nariz y salta".

Tenía programada al día siguiente una reunión con Manuel Trajtenberg, quien encabeza el comité de reforma. "Le diré que creo que debería emitir recomendaciones para cinco, seis, siete cosas y dejarlo ahí", dijo.

"La recomendación más importante será la de establecer un comité no político permanente que se reúna una vez al año y dicte las recomendaciones para las reformas económicas. Algo institucional pero no partidista".

Steinhardt tenía en los bolsillos una serie de directrices específicas para Trajtenberg y, por extensión, para Israel, empezando con una recomendación como la de Warren Buffet de que Israel instituyera un impuesto sobre el patrimonio de sus ciudadanos más ricos.

¿Su segunda recomendación? Un eco de las demandas más solicitadas en el país durante todo el verano: "El Gobierno tiene que construir vivienda pública. De inmediato".

Y con eso, Steinhardt se dirigió a su propia residencia, una inmueble que es una joya histórica que una vez albergó al filósofo Martin Buber, no muy lejos de la casa del primer ministro.

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