El fin de 16 años de vida condicionada por la amenaza de ETA

  • El 15 de julio de 1997 les dijeron que sería para tres meses, hasta que se relajara el tremendo impacto del asesinato de Miguel Ángel Blanco. Pero han pasado 16 años y 15 días antes de que cargos públicos del PP como el juntero guipuzcoano Íñigo Manrique puedan salir a la calle sin escolta, como cualquier otro ciudadano.

Rafael Herrero

San Sebastián, 27 jul.- El 15 de julio de 1997 les dijeron que sería para tres meses, hasta que se relajara el tremendo impacto del asesinato de Miguel Ángel Blanco. Pero han pasado 16 años y 15 días antes de que cargos públicos del PP como el juntero guipuzcoano Íñigo Manrique puedan salir a la calle sin escolta, como cualquier otro ciudadano.

Manrique, primo de la actual presidenta del PP vasco, Arantza Quiroga, es uno de los militantes populares encuadrado en la que dentro de la formación vasca se conoce como "la quinta de Miguel Ángel Blanco", plasmada en una fotografía tomada ante el árbol de Gernika en 1996, un año antes del secuestro y asesinato del edil de Ermua.

En la imagen puede verse a un veinteañero Manrique en una esquina, muy próximo a Blanco y junto a los jóvenes militantes que dirigen hoy el partido en Euskadi: desde Antonio Basagoiti hasta la propia Arantza Quiroga, además de Borja Sémper e Iñaki Oyarzabal.

"Había una generación de vascos, de entre 30 y 40 años, a los que les correspondía tomar las riendas del partido, pero estaba hecha un solar, nadie daba el paso porque le mataban y los de 20 años tuvimos que asumir una responsabilidad que debería haber correspondido a otros", recuerda Manrique en una entrevista con EFE.

Hace casi un mes, dos agentes de la Ertzaintza acudieron a su despacho y le comunicaron que, 16 años después, a partir del 31 de julio, dejaría de llevar escolta.

Su caso es uno más del proceso paulatino de reducción y retirada de los servicios de protección que están acometiendo las Fuerzas de Seguridad desde el año 2010, cuando el número de cargos públicos escoltados por el Gobierno Vasco ascendía a 660, y que se ha intensificado desde la declaración del fin de la violencia de ETA, el 20 de octubre de 2011.

El pasado mes de mayo, el ejecutivo autonómico coordinaba ya tan solo 79 servicios de escolta, como el de Manrique, que gradualmente se están retirando en función de las circunstancias de cada cargo.

"Para mí es un alivio", confiesa Manrique, quien a partir del miércoles podrá bajar la basura en persona, conducir su propio coche, enfrentarse a los irritantes problemas de aparcamiento o, si lo prefiere, tomar el transporte público, los pequeños hábitos cotidianos que le han estado vetados durante 16 años.

Y sobre todo, lo que más echa de menos: no tener que rendir cuentas de dónde está en cada momento: "Tenía la sensación de estar en un plató de televisión", comenta el juntero irunés, protagonista de una vida monitorizada en la que sus escoltas conocían cada uno de sus pasos "y tenían que hacer un parte".

"Se enteraban de todas tus andanzas en mil sitios. ¿Qué le importa al 'nagusi' -jefe- de la Ertzaintza si he tenido que ir a urgencias a las 3.00 de la mañana porque el niño tenía un cólico", explica, sin un ápice de reproche, porque subraya insistentemente que la protección les ha hecho "mucho bien" a los cargos amenazados y que "no era un problema, sino la solución a un problema".

Íñigo Manrique tiene cinco hijos -el mayor tenía un mes cuando mataron a Blanco- y "todos han nacido escoltados y han vivido escoltados", por lo que nunca les ha resultado "extraño" ver a su padre acompañado por dos personas.

Y recuerda, sin rencor, "la reacción de la gente en los parques, en los colegios". La mayoría "lo entendía", aunque también hubo personas que "se cambiaban de acera cuando te veían venir". "Hemos visto todos los comportamientos posibles. Valientes, menos valientes y cobardes".

Al principio contabilizaba el número de escoltas que le protegían. "Nos dijeron que era para tres meses y yo los contaba y me sabía sus nombres, pero dejé de contar por el cuatrocientos y pico, hacia 2005. Creo que he tenido cerca del millar largo de escoltas distintos a lo largo de este tiempo", calcula.

Pese a ello, Manrique nunca se ha sentido "prisionero", aunque confiesa que, algunas veces, cuando la presión arreciaba, se arriesgaba y se "escapaba" solo en su coche, con el único objeto de encontrar al volante una pizca de la "intimidad" perdida.

"Pero nunca me he sentido preso, me he sentido como una herramienta para que otros tuvieran un cauce de expresión", indica.

Observa el fin de la violencia de ETA como una oportunidad, por lo que cree que "hay que tomarle la palabra" y "poner por parte de todos para que esto no sea reversible", algo que considera que el Gobierno ya está haciendo.

Manrique vive en estos días el final de los años más duros vividos por el PP vasco, justo en el momento en el que su partido sufre una gran tormenta interna desatada por las revelaciones del extesorero del partido, Luis Bárcenas.

"Bárcenas es lo contrario a lo que representa el espíritu de la quinta de Miguel Ángel Blanco. Lo dimos todo y no por dinero precisamente".

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