El jeque Salman, un pacificador acostumbrado a superar crisis

  • El reto de gestionar la profunda crisis de credibilidad que vive la FIFA no asusta al jeque bahreiní Salman Bin Ebrahim Al Khalifa, que ya llegó en 2013 a la cabeza del fútbol asiático haciendo gala de sus dotes de mando, también con las aguas revueltas en esa organización.

Entonces fue después de la suspensión al catarí Mohammed Bin Hammam, que iba a ser el rival electoral a la presidencia de la FIFA de Joseph Blatter en 2011 y que fue finalmente eliminado de la carrera tras ser acusado de compra de votos.

El caso sumió a la Confederación Asiática de Fútbol (AFC), de la que Bin Hammam era presidente, en una crisis que se sumó a las polémicas sobre casos de partidos amañados en varios países del continente (China, Corea del Sur, Malasia, Singapur).

"Seré un líder fuerte. Cumpliré los principios del buen gobierno en todos los niveles", prometió entonces al ser elegido.

En dos años y medio, Salman ha consolidado su liderazgo y su prestigio de buen gestor, hasta el punto de llegar en una buena posición a la carrera para presidir la FIFA.

Nacido hace 50 años en Riffa, forma parte de la familia real de Bahréin. Tiene estudios de Contabilidad y Literatura e Historia inglesa, alternando estancias en su país con otras en Londres, pero donde triunfó desde joven fue en el mundo de los negocios (construcción, importaciones, exportaciones, inmobiliarias).

Su labor en los despachos de sus empresas ha tenido que compartir tiempo con el fútbol, su otra pasión. En 1998 entró en la Federación Bahreiní de Fútbol como vicepresidente y en 2002 pasó ya a dirigirla.

En 2009 perdió ante Bin Hammam en la pugna presidencial en la Confederación Asiática, pero en 2013 logró el ansiado sillón en una organización donde ya era el presidente del Comité de Disciplina.

Tiene además como uno de sus avales su conexión con el influyente jeque kuwaití Ahmad Al Fahabd Al Sabah, con gran poder en el mundo del deporte.

Tanto en su camino hacia la presidencia de la AFC como en su candidatura a la presidencia de la FIFA, su imagen ha estado manchada por un controvertido episodio de su pasado reciente, relacionado con su papel en la represión de las protestas políticas vividas por su país en 2011.

El jeque Salman era entonces presidente de la Federación Bahreiní de Fútbol e importantes asociaciones de Derechos Humanos le acusan de haber colaborado con las autoridades en la identificación de jugadores y personas implicadas en las manifestaciones, aunque él siempre lo ha negado.

Al menos tres jugadores del equipo nacional habrían sido detenidos, torturados y expulsados de la selección, denuncian esas organizaciones.

"Son acusaciones falsas, sucias mentiras que se repiten una y otra vez", respondió el propio Salman a la BBC el pasado mes de octubre, insistiendo en que no había tenido nada con lo ocurrido.

En su camino hacia la presidencia de la AFC, las acusaciones no surtieron efecto en su contra, algo que espera que se repita el viernes en las elecciones de la FIFA, donde espera poder ser el hombre que guíe a la organización suprema del fútbol en su proceso de resurrección tras los escándalos de corrupción conocidos en 2015.

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