El Molino, el monumento pícaro de Barcelona, sale por primera vez "al mundo"

  • Concha Barrigós.

Concha Barrigós.

Madrid, 20 jul.- En las guías de los turistas japoneses hay una lista de "monumentos" imprescindibles en Barcelona, y tras la Sagrada Familia aparece el centenario cabaré de El Molino, una íntima y pícara lonja de la "doble intención" que sale por primera vez en su historia, invitado por Madrid, de la capital condal.

"Estoy muy emocionada y con mucha ilusión. En Madrid hay un ambientazo que para qué, más que en Barcelona, y la gente es muy abierta y cariñosa", asegura su maestra de ceremonias, la vedette Merche Mar en declaraciones a Efe.

Las también vedettes Vanessa García y Lilith Le Monde, o la "stripper"Úrsula Martínez, anunciada como "la del número del pañuelo rojo" (sic), serán solo alguna de las atracciones de "erotismo sano y divertido" que los espectadores podrán "degustar" el próximo domingo en el Teatro Circo Price, dentro de la programación de los Veranos de la Villa de Madrid.

El Molino, explica la artista barcelonesa, cuyo verdadero apellido es Márquez -"pero ya se sabe como son las cosas del artisteo", se ríe-, es un local "emblemático", con un aforo de apenas 250 localidades, y en el que existe un contacto "muy íntimo" con el público, casi de "mesa camilla".

"Es un sitio diferente, con una magia muy especial, al que va un público muy dispuesto a colaborar con los artistas, lo que no pasa en ningún otro teatro", detalla Mar, que explica que unos de sus visitantes más asiduos son los japoneses.

Allí llegan, relata, con sus guías y les muestran, orgullosos "de estar en el ajo", que en la lista de "monumentos recomendados" aparece el Molino tras la catedral de Gaudí.

Fundado en 1908, el antiguo Petit Moulin Rouge, un guiño comercial al Moulin Rouge parisino, que fue sede del partido de Miguel Primo de Rivera, y durante la Guerra Civil fue gestionado por la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT), perdió el francés y el "rojo" del nombre después de la Guerra Civil.

Entonces empezó una guerra de guerrillas entre los devotos de lo carnal y los guardianes de la reserva espiritual de Occidente, en la que casi siempre vencía "la doble intención", como la del espectáculo "La flauta del faraón", gracias a artilugios como una "alarma" que se encendía en el escenario si aparecía el censor.

"Si querías transgredir acababas pagando la multa, 100 pesetas, pero te dabas el gusto de dejar caer un tirante, ¡nada más!, antes de tiempo", recuerda Mar, que empezó en ese cabaré, en 1965, "siendo una niña", se marchó en 1970, volvió en 1980 y estuvo hasta 1997, cuando se cerró.

Ha vuelto en su reapertura, en 2010, y puede decir con conocimiento de causa que el público de los 60 era "mayor", que en los 80 había "mucha apertura", es decir, de "no ver nada a verlo todo", y que ahora "hay mucha gente joven" y el espectáculo es "moderno" y varía constantemente.

Lo que se puede ver ahora, insiste su anfitriona, es divertido, y erótico a ratos, pero apto para niños "de 0 a 90 años".

A la vedette, de una "edad indefinida" y conservada, bromea, "en el congelador", le ha gustado siempre "ir" en el espectáculo con la mujer y "meterse" con el marido, pero sin grosería y con respeto, porque le parece "antipático" poner en situaciones incómodas a los espectadores.

"Live in burlesque", que así se titula el programa, tiene "de todo y por su orden", léase, "plumas y cacha" pero también baile, con artistas como Amador Rojas, y actuaciones de "burlesque".

Es un espectáculo que se desarrolla en torno a tres ejes: "Vintage", "Berlín" y "Gaudí-Circus", en el que salen a relucir, vuelve a reír Mar, del arquitecto de la Sagrada Familia a Lady Gaga.

"Se que la acogida va a ser fantástica y que los espectadores van a colaborar para divertirse y lograr un resultado que no olvidarán nunca", promete.

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