El primer ministro israelí en el laberinto

  • Físicamente cansado tras más de seis semanas de conflicto, y con el marchamo de garante de la seguridad de Israel arruinado, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, busca aún una solución que le permita salir "airoso" de una cruenta guerra en Gaza que muchos consideran ya su tumba política.

Javier Martín

Jerusalén, 21 ago.- Físicamente cansado tras más de seis semanas de conflicto, y con el marchamo de garante de la seguridad de Israel arruinado, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, busca aún una solución que le permita salir "airoso" de una cruenta guerra en Gaza que muchos consideran ya su tumba política.

Netanyahu no es un dirigente cualquiera. Ya cuando accedió a la cúspide política, el panteón de la historia le tenía un puesto reservado: en 1996 entró en los anales como el primer jefe de Gobierno nacido en el joven Estado de Israel.

Ex oficial y veterano de guerra -como casi todos los políticos israelíes-, en 2013 sumó otro hito histórico: se convirtió en el segundo primer ministro elegido para un tercer mandato, honor hasta entonces reservado al considerado padre de la nación, David Ben Gurión.

Hasta entonces, su casi innata facilidad para moverse por los intrincados pasillos de la derecha sionista le permitió ser ministro con el duro Ariel Sharon y convertirse después en su principal crítico -tras el polémico "desenganche de Gaza"- y en líder de la oposición y del partido Likud.

Al tercer mandato llegó con un mérito esplendoroso en su programa, muchas críticas sobre su visión económica y una carga que los analistas nacionales advirtieron sería muy pesada y compleja de gestionar.

El mérito, su aureola de patrón de la seguridad: durante las dos primeras legislaturas (1996-1999 y 2009-2013) Israel mantuvo una cierta calma, solo interrumpida casi al final del segundo mandato con la operación militar "Pilar Defensivo" en Gaza, lanzada con los mismos objetivos que la actual.

El lastre, lo heterogéneo de una coalición de gobierno en la que por vez primera en años estaban ausentes los ultraortodoxos y en la que habían entrado con fuerza elementos ultranacionalistas y pro colonos.

Un sector, liderado por el actual ministro de Economía, Naftalí Bennett, que confirmó la progresiva "derechización" que sufre el país.

Y que en el último año ha marcado gran parte de la agenda política, apoyado por el ultraderechista ministro de Exteriores, Avigdor Lieberman, y la sección más dura del Likud.

Contrarios a la negociación y favorables a la ampliación de las colonias, Lieberman y Bennett han sido señalados como la mano que condujo al fracaso del último diálogo con los palestinos promovido por EEUU, y que ha deteriorado las relaciones con Washington.

A sus presiones -criticaron en público la "debilidad" de las políticas contra el movimiento islamista Hamás- se responsabiliza también del laberinto de guerra y sangre en el que Israel y palestinos están inmersos desde hace seis semanas.

Con más de 2.000 palestinos muertos -en su mayoría civiles- y 64 soldados en los cementerios militares, hace días que ambas partes saben que la única alternativa es levantar el asedio militar y el bloqueo económico que desde hace siete años sufre la Franja.

Inviable la reocupación de Gaza -descartada por el propio Ejército por su alto coste- y sin opción de regresar al "statu quo" previo -al que se opone la comunidad internacional-, ambos se implicaron la semana pasada en la ciclópea misión de hallar un acuerdo que hasta el lunes parecía posible.

Netanyahu lo gestionaba con tacto, sabedor de la oposición de la ultraderecha, hasta el punto de que el pasado viernes el propio Lieberman le acusó de ocultarlo durante una tensa reunión de gabinete en la que sacó su propia copia.

Además, le exigió de nuevo medidas bélicas más duras "para acabar con Hamás", una demanda a la que se sumaron Bennett y otros ministros.

Más tranquilo, el primer ministro reprendió hoy a quienes le critican, les pidió hablar menos y admitió que ocultó información para evitar filtraciones.

Periodistas de prestigio como Amos Harel, del diario progresista "Haaretz", creen que la renovada confianza de Netanyahu proviene de la creencia de que, como Teseo, ha encontrado el hilo que le conducirá a la salida del "laberinto de mazes" -aquel que tiene varias puertas y caminos divergentes- al que fue arrojado.

"El asesinato de los importantes comandantes de Hamás, Mohamad Abu Shamaleh y Raed al Attar, puede ser el punto de inflexión en la guerra de Gaza que el primer ministro buscaba", afirmó.

"Con el conflicto en un aparente callejón sin salida, Netanyahu necesitaba un éxito militar. Israel no quiere derrotar a Hamás; nunca lo quiso", agregó.

Según Harel, cuya tesis comparten numerosos analistas, "el primer ministro ha estado todo este tiempo ignorando las propuestas de los halcones del gabinete que pedían destruir el gobierno de Hamás" en espera de un golpe que cambiara el viento.

El objetivo, agrega, era que "Hamás volviera a la mesa de negociación con su capacidad operativa socavada".

Si lo logra, afrontará entonces otra dura batalla: cabildear para que aquellos que le sostienen en el Gobierno -Lieberman, que días atrás rompió la alianza electoral que ambos compartían, y Bennett- no le obliguen a abandonar su tercer e histórico mandato.

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