El Rey selló la firma de su propia abdicación en el Palacio Real con un efusivo abrazo al Príncipe de Asturias, a quien cedió a continuación su sitio como gesto simbólico del traspaso de la Corona a su hijo, que se convertirá esta medianoche en Felipe VI.
El asiento en el que estaba sentado don Juan Carlos I estaba diferenciado del resto de asientos con una peana, que la elevaba unos centímetros por encima del resto. Una base de material oscuro que servía para realzar su posición y que sirvió de símbolo para el traspaso de la monarquía.
El símbolo del relevo quedó además reforzado unos instantes después, cuando don Juan Carlos llamó a sus nietas para darles un beso: en primer lugar a Leonor, la futura Princesa de Asturias, y a continuación a su hermana, la infanta Sofía.
Fue nada más sancionar con su firma la ley orgánica de abdicación cuando el Rey se dirigió al lugar que ocupaba al inicio del acto y, tras besar a la Reina Sofía y abrazar a su hijo, le cedió la silla que ocupaba.
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