Felipe VI en la fortaleza de San Juan de Ulúa o 300 años esperando a un rey

  • El Rey Felipe VI no quiso marcharse de Veracruz, donde hoy concluyó la XXIV Cumbre Iberoamericana, sin conocer la fortaleza de San Juan de Ulúa, que Felipe II mandó construir en el siglo XVI y a la que el actual monarca español se desplazó tras la clausura del encuentro.

Antonio del Rey

Veracruz (México), 9 dic.- El Rey Felipe VI no quiso marcharse de Veracruz, donde hoy concluyó la XXIV Cumbre Iberoamericana, sin conocer la fortaleza de San Juan de Ulúa, que Felipe II mandó construir en el siglo XVI y a la que el actual monarca español se desplazó tras la clausura del encuentro.

"Son 300 años esperando a un rey, aquí siempre nos mandaban virreyes", le comentó muy expresivamente la directora del Instituto Nacional de Arqueología e Historia (INAH), María Teresa Franco, al trasladarle la alegría que suponía para los veracruzanos que el jefe del Estado español hubiera decidido conocer el enclave.

La directora del ahora Museo Fuerte San Juan de Ulúa, Sara Sanz Molina, nieta de un republicano español exiliado a México en 1939, recordaba que el padre del monarca, Juan Carlos I, ya estuvo en Veracruz, pero no tuvo oportunidad de acercarse hasta la fortaleza.

Por esta razón, explicó visiblemente emocionada, para los veracruzanos "es un honor que pueda visitar este monumento histórico tan importante del patrimonio que nosotros heredamos de la colonia española cuando éramos virreinato de Nueva España".

La intensa lluvia que cayó durante toda la mañana sobre la ciudad costera sede de la cumbre hizo pensar hasta el último momento que la visita del Rey, no anunciada oficialmente, iba a suspenderse, pero finalmente el aguacero cesó y pudo pasear por los muros y patios encharcados del recinto amurallado, bajo un brillante cielo gris.

Felipe VI no se quitó la guayabera que ha lucido en las dos jornadas de la cumbre iberoamericana, la misma prenda que vestía la mayoría de sus acompañantes, un nutrido grupo encabezado por el ministro español de Exteriores, José Manuel García-Margallo.

La comitiva de guayaberas blancas contrastaba con el color rojo de la chaqueta de la directora del INAH y también con el silencio que reinaba en el fuerte antes de la llegada de los españoles, a esa hora casi vacío de turistas pese a que se trata del museo más visitado de Veracruz, con 240.000 personas al año.

Su construcción, en piedra de coral, comenzó en 1535, sobre una isla cuyas características permitían fondear a las embarcaciones que llegaban desde España o partían hacia Europa y protegerlas de los ataques piratas dentro del sistema defensivo de murallas y baluartes del Virreinato de Nueva España.

La fortaleza comenzó a erigirse como muralla costera defensiva y experimentó ampliaciones que no concluyeron hasta tres siglos más tarde, con una guarnición que llegó a albergar un millar de soldados.

Hoy día se pueden apreciar sus distintos espacios, el llamado "muro de las argollas", donde se amarraban los galeones, la Plaza de Armas y la cárcel, ya que como muchas otras fortalezas americanas fue utilizada como prisión, especialmente temida por los opositores durante la dictadura de Porfirio Díaz.

El Rey cruzó los distintos puentes bajo los que pasan las aguas del puerto de Veracruz y que dan acceso a la fortaleza mientras recibía explicaciones sobre su historia, cargada de significado, y alguno de los pocos turistas del lugar se llevaba la sorpresa de encontrarse con un verdadero Rey de España en un fuerte español.

Porque San Juan de Ulúa, erigida en el siglo XVI para proteger Veracruz también pasó a la historia porque el 23 de noviembre de 1825 fue la última guarnición española en capitular, en la consumación de la independencia de México.

De allí salieron las últimas tropas españolas expulsadas por los mexicanos y de allí partió hoy Felipe VI rumbo al aeropuerto para regresar a Madrid, tras recibir el agradecimiento de los mexicanos contemporáneos, en un todoterreno blanco con la bandera de España.

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