José Velicia, el hombre que hizo hablar a los iconos en la lengua del S. XXI

  • Un cura de pueblo, José Eugenio Velicia Berzosa (1931-1997), homenajeado esta tarde en su localidad natal de Traspinedo (Valladolid), fue el luminoso creador de las exposiciones Las Edades del Hombre hace ahora un cuarto de siglo, el hombre que hizo hablar a los iconos en la lengua del siglo XXI.

Roberto Jiménez

Valladolid, 13 jul.- Un cura de pueblo, José Eugenio Velicia Berzosa (1931-1997), homenajeado esta tarde en su localidad natal de Traspinedo (Valladolid), fue el luminoso creador de las exposiciones Las Edades del Hombre hace ahora un cuarto de siglo, el hombre que hizo hablar a los iconos en la lengua del siglo XXI.

"Tenía el don de hacerse amigo de todo aquel con quien se encontraba, por extraño que fuese", ha recordado su amigo el escritor José Jiménez Lozano a través de un texto leído en el homenaje celebrado en la iglesia de San Martín de Tours, el santo que partió su capa para compartirla con el pobre que le imploró.

Eso hizo Velicia toda su vida: reflexionar y compartir a través de una presencia, la propia, "que hacía habitable su entorno", fue un hombre "inmerso y preocupado en el mundo de la cultura como quien en él respira", ha añadido Jiménez Lozano, la persona que moldeó en letra el espíritu que ya traía el cura de Las Edades del hombre.

No fue éste en sus inicios un proyecto cultural, sino estrictamente religioso: una especie de narración de la historia del hombre desde el punto de vista cristiano que, con los "relámpagos de belleza", como solía llamar a las obras de arte, trataba de explicar la relación del hombre con Dios, cómo el hombre se ha entendido a sí mismo y "cómo las gentes de nuestra tierras" lo han expresado durante siglos través de la escultura, pintura, música y literatura.

Esa fue la declaración de intenciones que formuló José Velicia cuando en 1988 presentó la primera exposición, celebrada en la catedral de Valladolid ("El arte en la Iglesia de Castilla y León"/1988-1989).

Con la ayuda de Jiménez Lozano, el economista Sebastián Battaner -entonces presidente de Caja Salamanca-, el arquitecto Pablo Puente, la historiadora del arte Eloísa García de Wattenberg y el diseñador Adolfo Calleja gestó un proyectó que aún perdura cinco lustros después, aunque con otro espíritu, enfoque y directrices, en una nueva entrega, la decimoctava, en la localidad abulense de Arévalo ("Credo"/2013).

A todos ellos les concedió la categoría no de colaboradores o asesores, sino de próceres como él mismo, porque Las Edades del Hombre "es un pan amasado por muchas manos, con mucho cariño y pasión", contó Velicia en una entrevista al periodista Lorenzo Martínez Duque que publicó, en 2002, en forma de libro.

Sacó a las imágenes de las sacristías y capillas, donde apenas se suelen vislumbrar, y las situó en primer plano, delante del visitante pero sin aislarlas del ámbito religioso para el que fueron concebidas, hasta provocar así un diálogo (fe-cultura) a través de un itinerario trenzado por la pluma de Jiménez Lozano (Premio Cervantes 2002), en los guiones de las primeras exposiciones.

Especialmente decisiva fue la intervención de Sebastián Battaner desde la presidencia de Caja Salamanca, al facilitar los millones de pesetas necesarios para abrir un camino del que, años más tarde, se han beneficiado principalmente las administraciones autonómica, provinciales y locales, la hostelería y el sector turístico merced a los más de diez millones de visitantes censados en este cuarto de siglo.

Las exposiciones nacieron sin la intención de catequizar, ni de demostrar nada, ni de captar adeptos, ni de "lavar la imagen de una Iglesia que quizá ahora no tenga buena prensa", sino de "evangelizar en el mejor sentido de la palabra, anunciar una noticia desde la más absoluta gratuidad", confesó a Martínez Duque.

José Velicia sólo alcanzó a preparar, aunque no asistió a su apertura, la sexta exposición, en la catedral de El Burgo de Osma -Soria- ("La ciudad de seis pisos"/1997), gravemente enfermo ya quien fue el comisario de las primeras cinco entregas.

Veinticinco años después, Las Edades del Hombre cobran una entrada que antes era libre -"absoluta gratuidad" según el credo de Velicia-, en su concepción pesan más los intereses turísticos y económicos que los humanísticos y espirituales, y las cifras de visitantes predominan en la mayoría de las informaciones emanadas en cada exposición.

"¿Cómo no sentir escalofrío cuando esa memoria, hecha belleza en nuestras imágenes, puede ser devorada por la dinámica consumista, como un pastel de primavera?", ya se preguntó un clarividente Velicia, el cura de la sonrisa fresca e infantil, cuando en su día se le preguntó por la declaración del proyecto como de interés turístico.

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