La audiencia nacional estudia mañana la extradición del falsificador de arte bergantiños a eeuu


La Audiencia Nacional estudiará este jueves la extradición del presunto falsificador de obras de arte gallego Carlos Bergantiños, reclamado por la justicia de Estados Unidos por haber amasado una fortuna de 90 millones de euros con su actividad ilícita, por la que le piden 114 años de cárcel.
Bergantiños fue detenido por la Policía en Sevilla en abril de 2014, en cumplimiento de una orden de busca y captura internacional emitida por el FBI, que le achaca 11 delitos.
Nació en el pueblo lucense de Parga y se trasladó en 1984 a Nueva York, donde logró relacionarse con los mejores marchantes y galeristas de la ciudad. Asimismo, creó una fundación humanitaria. Sus andanzas comenzaron cuando compró una ambulancia de segunda mano, la restauró y dejó el oficio de camarero que había ejercido en varios restaurantes y bares de la ciudad.
Con la ambulancia hacía el recorrido entre el puerto de Maine y Manhattan a una velocidad muy superior a la permitida por las normas de tráfico estadounidenses, aprovechando que se trataba de un vehículo de emergencia. Sin embargo, en vez de enfermos transportaba pescados y mariscos, que llegaban los primeros a los restaurantes de la ciudad.
Pero Bergantiños aspiraba a algo más. Como autodidacta se había especializado en expresionismo abstracto. Por casualidad se topó con el artista callejero chino Pei Shen Qian, que vendía sus obras en las aceras por 10 dólares. Le hizo una propuesta y acordó con él la creación de obras con idéntica pincelada y registro cromático que las de grandes pintores del siglo XX.
Bergantiños presentaba estos cuadros como nuevas obras, hasta entonces desconocidas, de esos grandes maestros, mientras al falsificador le pagaba entre 50 y 100 dólares por obra. Para envejecer los lienzos les aplicaba un brebaje a base de té. Luego los secaba con un secador de pelo corriente.
Finalmente colocaba las obras en galerías de arte y casas de subastas, donde lienzos que pasaban por ser de Jackson Pollock, por ejemplo, fueron vendidos por hasta 17 millones de euros. De este timo no se libró ni siquiera la histórica galería neoyorquina Knoedler, abierta 167 años antes y que tuvo que cerrar en 2011 arrastrada por el escándalo.
El gallego acabó viviendo en una casona del exclusivo barrio de Long Island, en cuyas paredes colgaban un supuesto Jackson Pollock, un Basquiat y un Andy Warhol, que de ser auténticos habrían alcanzado un valor de mercado de 800.000 dólares.

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