La cabeza de Rajoy

    • Supongo que debe de resultarle doloroso a Rajoy, como lo fue para Suárez,que se pida su cabeza dentro de su partidoen un momento en que ni siquiera se han cerrado las gestiones derivadas de la consulta electoral
    • Con el paso del tiempo, la figura de Suárez fue reivindicada como esencial para la historia de la democracia española hasta llegar ala efusiva y entusiasta glorificación.
Rajoy dice que España necesita la coalición del "sentido común" entre PP, PSOE y Ciudadanos, propuesta que mantendrá
Rajoy dice que España necesita la coalición del "sentido común" entre PP, PSOE y Ciudadanos, propuesta que mantendrá

Poco después de las elecciones de 1979, concluida la fase clave de la Transición con el referéndum sobre la Constitución de la democracia, comenzó la caída de Adolfo Suárez. Viví aquél episodio desde el puesto de observación privilegiado que ofrece el ejercicio del periodismo. El político que había gestionado la dificilísima operación de transmutar un sistema autoritario en una democracia real se veía acosado gracias precisamente al juego de la libertad, antes inexistente, que ahora amparaba a los partidos políticos, las elecciones libres, la libertad de expresión, los sindicatos de trabajadores… Suárez sufrió un asedio inmisericorde procedente de políticos de otros partidos, entre los que destacó un lenguaraz Alfonso Guerra, de su propio partido y de los medios de comunicación, algunos de los cuales defendían el sistema que había contribuido a implantar el político que de pronto era despreciado como un réprobo, y que acabó dimitiendo, más bien marchándose asqueado, en 1981. Con el paso del tiempo, la figura de Suárez fue reivindicada como esencial para la historia de la democracia española hasta llegar a la efusiva y entusiasta glorificación que se le tributó en su fallecimiento en 2014, a los 33 años de su renuncia.

Este episodio confirmaba una vez más que en España lo mejor que debe hacer uno para que le reconozcan sus méritos es morirse. Ha pasado antes con otros compatriotas y volverá a pasar en la política española mientras no desaparezca el particular sentimiento cainita que en ella se practica. Ahora está fraguándose un nuevo caso con otra codiciada víctima política de similar perfil ideológico, aunque de disímil habilidad para la comunicación pública. Salvemos las distancias y evitemos las comparaciones, lo que sería al menos una ucronía, pero convengamos en que se quiere emplazar a Mariano Rajoy en el camino del sacrificio: no se le reconoce su labor gubernamental para la estabilidad de España (combatir la crisis económica en condiciones hostiles y evitar el rescate, que habría sido socialmente desastroso) ni se valora que ganó las elecciones, y mientras la izquierda le niega hasta el saludo y gentes dispares piden su cabeza en bien del futuro de España, acompañado todo eso por maniobras de estigmatización y de exclusión. Un ayuntamiento de su Galicia natal, Pontevedra, en manos de la izquierda, le declara estos días "persona non grata" con la contribución decisiva del Partido Socialista.

Supongo que debe de resultarle doloroso a Rajoy, como lo fue para Suárez, que se pida su cabeza dentro de su partido en un momento en que ni siquiera se han cerrado las gestiones derivadas de la consulta electoral. Por ahora, es una demanda que militantes populares hacen entre susurros pero da la impresión de que en cualquier momento puede estallar una revuelta. El ambiente propicio para quienes quieren cobrarse la cabeza de Rajoy es el estrépito que están causando los casos de corrupción en estas semanas postelectorales, que hacen aparecer al Popular como el partido más corrupto de la historia de España. Poco tiene que ver que, a la vista de cifras de casos y montantes, el Socialista le aventaje, pero este partido ha tenido la habilidad de desviar mediáticamente el golpe. Lo que se aprecia es que hay militantes populares que actúan como si su propio partido fuera el mayor culpable y Rajoy el único responsable. Cuesta creer que sepan dónde tienen su mano derecha, nunca mejor dicho.

También está recibiendo presiones Rajoy para que su abstención, después de ganar las elecciones, propicie el Gobierno de Pedro Sánchez, que fue segundo a 33 escaños de distancia. Se quiere que Rajoy se abstenga para que Sánchez no cometa el despropósito de caer en las redes de Podemos, cuando lo acertado sería pedirle a Sánchez sentido común y exigirle diálogo con todos, especialmente con el ganador, el Partido Popular, al que en cambio le da ostensiblemente la espalda. La maniobra rajoyana de cederle el paso en la investidura no ha sido entendida ni por muchos del PP. Puede salirle mal, como todas las apuestas, pero si con ello queda en evidencia la debilidad y el riesgo para el futuro de la opción de Sánchez, habrá más posibilidades de un Gobierno popular. La petición de abstención del PP salvadora de Sánchez no tiene ningún sentido. Sí lo tiene, en cambio, aguardar a conocer la última palabra de Rajoy antes de cobrarse su cabeza. Pero no sé si los que la piden están dispuestos a esperar o tendrá que esperar Rajoy a morirse para que le reconozcan algo.

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