La derecha húngara, a las puertas de una histórica victoria electoral

  • Budapest.- Hungría se encuentra a un paso de vivir el mayor vuelco político desde la caída del régimen comunista en 1990, con la victoria casi asegurada del opositor partido conservador "Fidesz" en la primera vuelta de las elecciones parlamentarias de mañana.

La derecha húngara, a las puertas de una histórica victoria electoral
La derecha húngara, a las puertas de una histórica victoria electoral

Budapest.- Hungría se encuentra a un paso de vivir el mayor vuelco político desde la caída del régimen comunista en 1990, con la victoria casi asegurada del opositor partido conservador "Fidesz" en la primera vuelta de las elecciones parlamentarias de mañana.

Las encuestas auguran al líder opositor y ex primer ministro entre 1998 y 2002, Viktor Orbán, una aplastante mayoría por encima del 60 por ciento e, incluso, no se descarta que pueda alcanzar la mayoría de dos tercios en el Parlamento unicameral de Budapest.

El hasta ahora gobernante Partido Socialdemócrata corre peligro de ser relegado al tercer puesto, detrás del "Jobbik", un grupo xenófobo que ha sabido aprovechar la frustración social en el país, uno de los más afectados en Europa por la actual crisis económica.

Según las últimas encuestas, los socialistas bajarían del 43 por ciento alcanzado hace cuatro años hasta menos del 20 por ciento, mientras que el Jobbik subiría del 2,2 por ciento que tuvo en 2006 hasta el 20 por ciento ahora.

Por ello, las elecciones de mañana y su segunda vuelta (menos significativa) el 25 de abril, tienen dos grandes incógnitas.

Por un lado, si Orbán logrará la mayoría cualificada en el Parlamento que le permitiría incluso cambiar la Constitución y, por otro, si una fuerza xenófoba de ultraderecha como el "Jobbik" se convertirá en la segunda fuerza política, lo que mermaría la imagen internacional del país.

Lo que está claro es que, tras de estos comicios, nada será como antes en el país, donde los últimos ocho años de gestión socialista estuvieron marcados por la mala gestión, la corrupción y un duro enfrentamiento entre Gobierno y oposición.

Tras su ajustada derrota electoral de 2002, los conservadores cortaron relaciones con los socialdemócratas y el tono del debate político se volvió cada vez más duro y agresivo.

Esta "guerra fría política" fue el caldo de cultivo que llevó el país en otoño de 2006 a las mayores protestas políticas y sociales desde la revolución antisoviética de 1956.

El entonces primer ministro Ferenc Gyurcsany había reconocido que en la campaña para las elecciones de abril 2006 mintió sobre el verdadero estado de la economía magiar.

La ira popular, animada por conservadores y nacionalistas, se manifestó en semanas de violentos choques entre Policía y manifestantes en Budapest, que dejaron cientos de heridos y detenidos.

En medio de esta crispación, comenzó el ascenso del "Jobbik", cuyo nombre significa "el mejor" o "el de más derecha".

Bajo el liderazgo del joven Gábor Vona (de 31 años), se creó la "Guardia Húngara", un grupo paramilitar que aterrorizó a la minoría gitana del país hasta ser prohibida el año pasado por la Corte Suprema.

En las elecciones europeas del 2009, Jobbik logró su primer triunfo electoral al llegar hasta el 14,7 por ciento de los votos.

Desde entonces, los radicales han marcado la vida política de Hungría, con sus ideas euro-escépticas, xenófobas y antisemitas.

No hubo mitin electoral en el que los candidatos del "Jobbik" no denunciaran "el crimen gitano", advirtieran del peligro de entregar el país al "capital judío" o pidieran introducir la pena de muerte.

Ante el ascenso del "Jobbik", Orbán moderó su discurso y se presentó como un líder de centro que promete sacar al país de la crisis, aunque los analistas coinciden que tiene poco margen de maniobra para cambiar la política económica del país.

Hungría recibió en 2008 un crédito de emergencia de 20.000 millones de euros de la Unión Europea (UE), Fondo Monetario Internacional (FMI) y Banco Mundial (BM) para evitar la bancarrota.

El ejecutivo socialista, liderado por el economista independiente Gordon Bajnai, aplica desde entonces un severo plan de ajuste, que ha sido aceptado a regañadientes por la población.

Pese a que el ahorro ha frenado el galopante endeudamiento del país e, incluso, se prevé que la economía crezca en 2010, la caída de popularidad de los socialistas les ha resignado, no ya a entregar el poder a Orbán, sino a marcarse como objetivo la mera supervivencia política que abra la opción de una regeneración del partido.

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