La estremecedora producción póstuma de Mortier, "Lohengrin", rinde al Real

  • Concha Barrigós.

Concha Barrigós.

Madrid, 3 abr.- Seguir las indicaciones de Wagner "al máximo" era la consigna que Gerard Mortier dio a Hartmut Haenchen para el montaje de "Lohengrin" que esta noche ha estrenado el Real, que ha honrado su memoria con una función estremecedora que ha arrancado no solo bravos y aplausos sino mucha emoción al auditorio.

"Lohengrin", una recreación del mito del Santo Grial, es "una ópera increíblemente triste", según aseguraba el que fue el intendente del Real entre 2010 y el verano de 2013, cuando se le detectó el cáncer que le provocó la muerte el pasado 8 de marzo, y Haenchen ha llevado por esa línea expresiva, trágica y pesimista, a la orquesta y a los cantantes, que lo han dado todo.

La versión "ideal" de la que era la sexta ópera de Richard Wagner (1813-1883), ha sido acogida desde el primer descanso en las cuatro horas y media de función con entusiastas aplausos del público, que se ha volcado al final con los protagonistas, Michael König, Catherine Naglestad, Deborah Polaski y Thomas Johannes Mayer, pero, sobre todo, con Haenchen.

La dirección de escena de Lukas Hemleb, que lucha en todo momento contra la idea de un mundo mitológico distante y frío, ha complacido mucho también al auditorio y la escenografía del artista plástico Alexander Polzin ha cumplido perfectamente el papel de cueva-cápsula del tiempo capaz de albergar el mundo sin horas de las leyendas.

Polzin ha desarrollado un decorado "universalmente válido", que fuera capaz tanto de hacer creíble la historia de amor entre Elsa y Lohengrin como de ser un espacio para que aflorara el mito, por eso ha diseñado una especie de cueva de grafito que ocupa la totalidad de la caja escénica.

Haenchen ha subrayado desde el preludio, como ya hizo anoche en el "pórtico" de este homenaje, que convocó en el teatro a más de mil personas, "el poderío" de la obra, un paso más en la orquestación de Wagner, que por primera vez presenta instrumentación en diferentes capas, y en la que, por ejemplo, sitúa 12 trompetas en el escenario y da un gran protagonismo al coro, compuesto por 92 voces.

El coro, que como en las tragedias griegas comenta, anticipa y subraya, y los 125 músicos de la orquesta, que han podido seguir al inicio del preludio al maestro gracias a una inaudita batuta con luz, han sido, como Wagner quería, dos personajes más de la trama.

La que es la octava producción de Haenchen con Mortier, nació de la iniciativa del belga justo cuando le ofrecieron la dirección del Real tras desechar su fichaje por la Opera de Nueva York.

Mortier, que pensaba esta obra no solo como música sino con mucha preocupación por otros aspectos como el encaje del popular coro nupcial del tercer acto, enroló a Haenchen en su proyecto y le dijo que fuera a Berlín a ver los trabajos de Polzin.

El "triunvirato" investigó en los muchos documentos que Wagner dejó sobre su obra para que se representara como él quería, algo que no logró nunca.

La ópera se basa en motivos como la leyenda de Lohengrin, la del caballero del cisne y los cuentos de los hermanos Grimm, y mezcla la aliteración con una escritura en verso en la que distingue a los personajes por el tipo de métrica, de forma que el rey se expresa en endecasílabos, Elsa en heptasílabos y Lohengrin en octasílabos.

La figura de Ortrud es "tremendamente interesante" porque a Wagner le resultaba "odioso" que las mujeres estuvieran en política, y muchas producciones la representan como "una bruja negra", pero en este se subraya que antes había sido buena persona y que sucumbe "al lado oscura" por culpa de las circunstancias.

El reparto de esta noche se alternará con otro formado por Christopher Ventris, Anne Schwanewilms y Dolora Zajick.

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