La familia hondureña elegida para comer con el papa le pedirá el fin del muro

  • Elías Abu Mohor, su esposa Juliette y sus dos hijas mellizas de tres años acuden cada domingo a la misa que la congregación del valle de Cremisán, única ladera verde al sur de Belén, suele celebrar para implorar que Israel detenga la construcción del muro que planea sobre sus tierras.

Javier Martín

Beit Jala (Cisjordania), 21 may.- Elías Abu Mohor, su esposa Juliette y sus dos hijas mellizas de tres años acuden cada domingo a la misa que la congregación del valle de Cremisán, única ladera verde al sur de Belén, suele celebrar para implorar que Israel detenga la construcción del muro que planea sobre sus tierras.

Hace apenas tres meses, dieron las gracias a Dios por la decisión del Tribunal Supremo israelí de exigir al Ejército que justifique por escrito porque insiste en el plan actual, que segregaría la propiedad de otras 57 familias cristianas y aislaría un monasterio, y descarta rutas alternativas.

La semana pasada, sus plegarías fueron recompensadas, además, con un regalo con el que jamás soñaron: podrán narrar su tragedia y la de todos los palestinos al papa Francisco durante la comida que compartirá con un grupo reducido de familias tras la multitudinaria misa prevista en Belén.

"El padre de nuestra iglesia nos llamó y nos dijo que habíamos sido seleccionados para comer con Francisco. No se puede hacer idea de la felicidad", explica a Efe Abu Mohor, hijo de una hondureña y un palestino que emigró a Centroamérica en 1964.

Su padre, Riad Abu Mohor, y su esposa regresaron a Beit Jala, una pequeña aldea pegada a Belén, en 1981 con la idea de vivir de los pequeños lotes de tierra heredados en Cremisán de su padre, muerto en la década de los cincuenta en una acción israelí.

No eran muchas hectáreas, pero ofrecían lo suficiente como para plantar unos centenares de olivares, madurar unos frutales y con ello enviar a los hijos a la universidad para ofrecerles un mejor futuro.

Elías se hizo ingeniero, y hoy trabaja en el Instituto de Investigación Aplicada de Jerusalén (ARIJ).

Experto en tratamiento de aguas contaminadas para su utilización en la agricultura -según organizaciones internacionales, cerca del 80% de los recursos hídricos de Palestina están bajo control israelí-, allí conoció a su mujer, una cristiana de la aldea vecina de Beit Sohur que vigila la actividad de los colonos.

Serena y decidida, Juliette recuerda como la actividad de estos grupos, muchos de los cuales reclaman para el judaísmo toda la tierra santa, perturbaron la paz de su familia.

"Mi familia tenia tierras en el norte de Belén que les fueron arrebatadas para la construcción del asentamiento de Har Homa (un barrio a las afueras de Jerusalén). No quiero que esto vuelva a ocurrirle a mi familia", explica.

Y ese es el temor que alberga y que pretende expresarle al papa cuando el próximo domingo tenga "la enorme fortuna" de comer con él junto a la gruta donde se sitúa el nacimiento de Jesús.

"Tenemos muchas esperanzas porque sabemos como es, conocemos su personalidad. Esperamos que hable a las dos partes, que les convenza de la necesidad de volver a negociar. Necesitamos hablar de paz", dice tras hablar contra el muro que "si la providencia no lo remedia partirá nuestra propiedad".

Unas tierras que ya comenzaron a perder cuando en 2002, en plena intifada, Israel decidió tender kilómetros de muro para aislar el territorio palestino.

La familia Abu Mohor vio como las excavadoras arrancaban cerca de ochenta olivos, y se apropiaban de varias hectáreas para tender el túnel que, junto al muro, facilita el tránsito de los colonos que viven en asentamientos al sur de Jerusalén.

"El muro nos cayó del infierno. Allí ya no podemos plantar, no tenemos permisos para construir y si levantan más muro, ni siquiera tendré acceso a ella", afirma Riad.

"Quieren hacer un muro, ok, adelante. Pero por qué no lo hacen sobre sus tierras y roban las palestinas. Tenemos nuestros papeles en regla, nuestros derechos desde época del mandato británico", afirma su hijo.

"No solo nos toman la tierra. Nos hacen también la vida imposible en los check points (puestos de control), nos ponen problemas para viajar. Mi padre nació en Jerusalén y ni siquiera puede visitar la ciudad para rezar. En 20 años no quedarán cristianos en esta tierra", se queja.

Esperan que el papa lo entienda, y solo temen de la cita que no puedan controlar a las dos niñas de ojos profundos que la orgullosa abuela muestra en una fotografía.

"Vamos a explicar al Santo Padre cual es la situación en Cremisán. Para que se la transmita a lo líderes del mundo", dice Elías, que no confía demasiado en la Justicia israelí, que emitirá su fallo el próximo junio.

"Tenemos preocupación porque los que juzgan son judíos. Así que solo nos queda Dios, y ahora el papa", afirma.

"Ellos lo tienen todo. Tienen el poder, el dinero, el ejército, las armas, el control de las fronteras, el control del agua", argumenta por su parte Juliette.

"Incluso tienen a EEUU", añade Riad, que teme que sus palabras puedan conducir a la perdida de más derechos.

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