La niña de la Guerra Civil que creció haciendo de espía para los franquistas

    • A sus 93 años, María José del Pino recuerda el inicio de la Guerra Civil Española en el 77 aniversario del alzamiento nacional.
    • Llevó información a un prófugo franquista, soportó bombardeos y lo que llama "el amor libre de la República", esta es su historia.

Maria José del Pino Ferrer a los 17 años
Maria José del Pino Ferrer a los 17 años

María José del Pino tiene 93 años, pero aún recuerda con nitidez cómo un día hace hoy 77 años vio que, con patadas y empujones, sacaban de casa a sus vecinos en Málaga para nunca volver a verlos. Se los llevaron a dar 'el paseo'. Su destino, una cuneta. Su final, una bala en la nuca. Había comenzado la Guerra civil.

El ejército liderado por el General Francisco Franco, que se levantó en armas contra el gobierno de la II República entre el 17 y el 18 de julio de 1936. Málaga pasó los nueve primeros meses con el bando republicano, nueve duros y catastróficos meses para esta abuela de familia conservadora.

"Mataron a dos amigos, los Barceló. Les pillaron repartiendo propaganda falangista y no lo dudaron ni un momento. Tenían solo 17 años", cuenta tranquila sentada en el sillón del salón de su casa en Madrid, donde lleva viviendo en Madrid desde que se casó con su ya fallecido marido, un oficial del ejército del aire.

Poco a poco, el miedo se fue extendiendo por las calles de la ciudad andaluza. María José tenía pavor dentro y fuera de casa. No había apenas comida. Los milicianos habían robado todas las gallinas de su casa para alimentar al ejército republicano. Ella y sus hermanos caminaban hasta la playa para coger los peces que se salían de las redes de los pescadores, los llevaban a su casa en cubos y su madre los cocinaba.

Además, estaban los bombardeos. "Íbamos a casa de nuestros vecinos los holandeses. Era el sitio más seguro al que podíamos acudir porque tenían la bandera holandesa". A María José aún le brillan los ojos, al recordarlo. "Empezábamos a sentir un ruido, y mi madre ya no soltaba el rosario en toda la noche...''.

Durante aquellos meses María José, que aún no había cumplido la mayoría de edad, incluso tuvo que hacer de espía para el bando Nacional. "Mi padre tenía un amigo escondido en un bidón de agua que solo podía salir de noche. De día le buscaban para matarle", recuerda.

Todas las noches, apagaban las luces de casa y su padre se ponía los cascos de galena para escuchar la radio franquista, con extrema precaución, si te cogían los republicanos te mataban.

Su padre tomaba nota de los sitios por donde estaban pasando las tropas sublevadas y qué zonas de España estaban ya tomadas por el ejército. Después, le daba esas notas a su hija que se las escondía en el escote. Su cometido al día siguiente era llevarlas hasta el bidón de agua donde estaba el amigo de su padre escondido.

El 'amor libre' de la República

María José sufrió también en sus carnes lo que llama "el amor libre de la República". Según cuenta, consistía en que, si a un chico le gustabas, éste te llevaba consigo y te convertías en su propiedad, obligada a todo lo que él quisiera.

Un día se encontraba sentada en el tranvía cuando un joven miliciano comenzó a mirarla. Los ojos del chico recorrían su cuerpo de arriba abajo y su sonrisa la asustó. Comenzó a ponerse muy nerviosa. Se cambió de asiento, pero la persiguió, y comenzó a decirle que se fuera con él.

Asustada pero valiente, esperó a que el tranvía redujera la velocidad en una curva y saltó. No miró atrás, comenzó a correr todo lo que sus piernas le dejaron.

Una liberación

Pero el momento en el que más miedo pasó, y vio la muerte más de cerca, fue el día en que los nacionales 'liberaron' Málaga. Queipo de Llano, locutor de la radio franquista, anunció que las tropas estaban ya a las puertas de Málaga. A la anciana todavía se le ponen los pelos de punta cuando lo cuenta: "Nuestro mayor miedo era que hicieran la guerra dentro de la ciudad".

Estaba toda su familia con sus amigos holandeses, esperando. Empezaron a escuchar un ruido extraño. No eran bombas ni disparos. El ruido se hizo cada vez más audible y fue entonces cuando escucharon unos gritos: '¡Viva España, malagueños salgan de sus casas!'. Eran tanques, el ejército de Franco estaba entrando a la ciudad.

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