La URSS desapareció en Navidad

  • El 25 de diciembre de 1991 la bandera roja de la hoz y el martillo fue arriada en el Kremlin: el imperio soviético fue incapaz de sobrevivir a la caída del comunismo.

Bernardo Suárez Indart

Moscú, 1 dic.- El 25 de diciembre de 1991 la bandera roja de la hoz y el martillo fue arriada en el Kremlin: el imperio soviético fue incapaz de sobrevivir a la caída del comunismo.

Minutos antes de que la enseña soviética fuera sustituida por la tricolor rusa, en un breve mensaje televisivo al país Mijaíl Gorbachov anunciaba su dimisión como presidente de la Unión Soviética y admitía la esterilidad de sus esfuerzos por evitar su desintegración.

Junto con su renuncia, Gorbachov firmó un decreto por el que traspasaba el mando del poderío nuclear soviético a Borís Yeltsin, el presidente de Rusia, país que se erigía en heredero jurídico de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

El primer y último presidente de la URSS se rendía ante la evidencia: una de las dos potencias mundiales del siglo XX había dejado de existir.

No había alcanzado a sobrevivir tres semanas a su carta de defunción, firmada el 8 de diciembre por Yeltsin; el presidente de Ucrania, Leonid Kravchuk, y el presidente del Parlamento de Bielorrusia, Stanislav Shushkévich.

Reunidos en un coto de caza bielorruso, los dirigentes de las tres repúblicas eslavas de la URSS declararon que ésta había dejado de existir como "sujeto de relaciones internacionales" y crearon la Comunidad de Estados Independientes.

Habían pasado apenas tres meses y medio de la frustrada intentona golpista perpetrada por la cúpula del Partido Comunista con el propósito de impedir la desintegración del Estado, pero que terminó por darle la puntilla.

El fracaso de la asonada acabó con el Partido Comunista de la Unión Soviética, un Estado dentro del Estado y el único entramado en el que se sostenía el país más grande del mundo, una unión de más de cien pueblos y etnias cimentada por el totalitarismo, que resultó mucho más frágil de lo que alguien pudiera imaginar.

Casi quince años después el entonces presidente ruso, Vladímir Putin, diría que la desintegración de la URSS fue la "mayor catástrofe geopolítica del siglo".

Su antecesor y uno de los artífices de la "catástrofe", Yeltsin replicaría en 2006, en una entrevista al periódico "Rossíiskaya Gazeta" un año antes de morir, que el hundimiento de la Unión Soviética era inevitable.

"No hay que olvidar que en los últimos años en la Unión Soviética la gente vivía muy mal (...) Ahora olvidan lo que eran las tiendas vacías, olvidan lo que era temer expresar cualquier pensamiento propio que difiriera de la línea general del partido. Y esto por ningún motivo se debe olvidar", recordó Yeltsin.

Veinte años después de la desaparición de la Unión Soviética, expertos y políticos prosiguen los debates sobre si su hundimiento tuvo sus orígenes en el modelo mismo o los errores de su aplicación, en las reformas o en la falta de éstas.

"La caída de la URSS fue una catástrofe, la muerte de un gran Estado... Gorbachov y el Partido Comunista tuvieron oportunidad de crear un sistema democrático con elecciones pluralistas...ese era el camino", dijo a Efe Serguéi Mirónov, líder del partido Rusia Justa y hasta hace muy poco presidente del Senado ruso.

En su opinión, lo más importante era "reformar la economía siguiendo el camino de China, que se llama país socialista con un Partido Comunista gobernante, pero nada de eso, son unos pragmáticos y muy de derechas".

"Hace tiempo que estaba preparado para ese giro de la historia", rememora los acontecimientos de diciembre de 1991 en declaraciones a Efe el exministro de Exteriores soviético y expresidente de Georgia Eduard Shevardnadze.

El día en que Gorbachov anunció su renuncia "todos mis pensamientos y sentimientos estaban centrados en Georgia, que para entonces era ya un Estado jurídicamente independiente", señala el veterano político, quien admite que no siente "nostalgia por la Unión Soviética".

"Sus dirigentes de entonces hicieron todo por destruirla. Y ello ocurrió, en primer lugar, por la confrontación de dos líderes: Mijaíl Gorbachov y Borís Yeltsin", asegura Shevardnadze.

Sin embargo, el veterano político georgiano admite que cuatro años antes de la desintegración de la URSS ya había llegado a la conclusión de que ello sucedería "tarde o temprano, como ocurre con todos los imperios".

"Me equivoqué en los plazos: pensaba que la Unión Soviética se mantendría otros once o doce años", agrega Shevardnadze, en cuya opinión "las condiciones objetivas y subjetivas se desarrollaron de tal manera que era imposible conservar la URSS".

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