Las promesas electorales no calan en el desencanto de los bosnios

  • La lluvia de promesas que acompaña a cada campaña electoral está cayendo este año sobre la indiferencia de miles de bosnios que vieron sus casas y pueblos arrasados por las inundaciones del verano y que siguen esperando la ayuda prometida por los políticos.

Tarik Jablic

Sarajevo, 10 oct.- La lluvia de promesas que acompaña a cada campaña electoral está cayendo este año sobre la indiferencia de miles de bosnios que vieron sus casas y pueblos arrasados por las inundaciones del verano y que siguen esperando la ayuda prometida por los políticos.

"He sufrido daños por valor de 80.000 euros y la ayuda que he recibido en combustible y en semillas para una nueva siembra es de 500 euros", se queja en declaraciones a Efe Anto Caktas, un vecino de Vojskova, un pueblo del norte del país que quedó arrasado por las riadas.

Su paisano Stjepan Jelusic está en la misma situación. Lo perdió casi todo en las inundaciones: animales, cosechas, reservas en maíz y trigo y maquinaria. La ayuda de las autoridades, denuncia, no sólo llega tarde sino que, además, es poca.

Los habitantes de esta región, preocupados por recuperar la normalidad en una carrera contrarreloj, se han cansado ya de escuchar las promesas de los políticos y centran su atención en la temida llegada del invierno.

"Si nada cambia mientras todavía haya buen tiempo, los efectos de las devastaciones van a ser peores", advierte Anto Dragic, otro lugareño.

En Maglaj, una ciudad en la línea que separa los dos entes que conforman Bosnia-Herzegovina -el común de musulmanes y croatas y el serbio-, las escuelas aún no han abierto, un mes y medio después del inicio de las clases en el resto del país.

Los colegios aún no han sido reconstruidos, un retraso que las autoridades achacan a que los trabajos se están haciendo con el máximo cuidado para garantizar la seguridad de los alumnos.

La mayoría de los ciudadanos que perdieron su vivienda no tendrán una nueva antes del invierno, a pesar de las promesas que recibieron.

Por ejemplo, a los habitantes de Zeljezno Polje se les dieron garantías en verano de que la carretera que conduce al pueblo sería reconstruida.

A día de hoy, está en tal mal estado que el minibús que recoge a los niños para llevarlos al colegio tiene problemas para circular y los padres han pedido que se suspenda su asistencia a clase.

Bajo este ambiente de desengaño y en medio de protestas pacíficas que se repiten cada día, Bosnia celebra este domingo sus séptimas elecciones generales desde el fin de la guerra (1992-1995).

Los ciudadanos deben elegir a los representantes públicos tanto en las instituciones centrales bosnias como en los dos entes autónomos.

Algunos votantes indignados aseguran que boicotearán las elecciones, como los ciudadanos de varias localidades del norte, que denuncian que las autoridades vayan a desembolsar en dos entregas distintas las ayudas prometidas.

Y es que mientras quienes han perdido sus casas reciben compensaciones de entre 500 y 1.500 euros, los partidos políticos se han gastado 12 millones de euros en la campaña electoral.

Ese dinero serviría para pagar las pensiones de todo un año a 6.000 jubilados.

"Aquí, los partidos políticos ven a las instituciones y a las empresas públicas como su botín y como el premio por los votos ganados y disponen de los recursos a placer", denuncia Ivana Korajlic, de Transparencia Internacional.

"Y los ciudadanos lo miran en silencio", declara.

La apatía entre los votantes es grande debido a la parálisis económica, política y social en un país con una tasa de desempleo del 42 por ciento, que llega al 60 por ciento entre los más jóvenes.

Según los sondeos, un 15 por ciento de los bosnios no acudirá a las urnas el domingo, mientras que otro tanto sigue sin estar seguro de a qué partido votar.

La campaña electoral ha estado más centrada, una vez más, en la retórica nacionalista de serbios, croatas y musulmanes y en el intercambio de acusaciones entre los políticos que en la presentación de propuestas concretas para sacar al país de la crisis.

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