Los sirios boicotean su propia economía para combatir la brutalidad del régimen de Al Asad

  • Huelgas, carreteras cerradas o apagar los teléfonos móviles todas las tardes. Con estas acciones la oposición pacífica de Siria lucha para lograr que su voz se escuche.
La Liga Árabe reconoce que la violencia sigue en Siria pese a los observadores
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Hugh Macleod y Annasofie Flamand, Beirut (Líbano)
Hugh Macleod y Annasofie Flamand, Beirut (Líbano)

"Estamos dispuestos a perder algo de dinero por lograr un país libre", dice un vendedor de muebles de 60 años de Saqba, una de las ciudades satélite de la capital. "Hemos decidido cerrar todos los negocios y boicotear a cualquiera que abra, excepto farmacias, clínicas médicas y tiendas de alimentación".

El hombre, que se llama Abu Omar, dice que la policía secreta y los matones han atacado y quemado algunos de los establecimientos cerrados en Saqba durante los tres primeros días de una huelga que comenzó el 12 de diciembre. Durante la primera semana del paro les cortaron en toda la ciudad la luz, las líneas telefónicas y suministro de agua corriente.

"El Gobierno nos quiere castigar. Pero no abriremos nuestros negocios. ¿Qué más pueden hacer? Nos matan, disparan y detienen cada día. Después de nueve meses, estamos acostumbrados a vivir en estas condiciones", asegura Abu Omar.

Los Comités de Coordinación Local (LCC por sus siglas en inglés), el principal movimiento de oposición en Siria, advierten que el cierre de negocios es sólo el primero de los seis pasos de una ambiciosa campaña de desobediencia civil.

En el plan se contempla que los estudiantes de todos los niveles se nieguen a acudir a clase, una huelga de trabajadores del transporte, el cierre de las carreteras que unen las grandes ciudades del país y, eventualmente, el cierre de todas las conexiones internacionales de Siria.

Los LCC dicen que la campaña promoverá además que los sirios apaguen sus teléfonos móviles durante cuatro horas cada tarde, lo que afectará directamente al primo del presidente Bashar al Asad, Rami Makhlouf, el hombre de negocios más rico del país y propietario de SyriaTel, la principal operadora de telefonía.

Tras animar a los trabajadores a que acudan a sus puestos de trabajo y se nieguen a realizar cualquier tarea, la campaña de desobediencia civil intenta ahora extender la iniciativa a los empleados del sector público.

Muchas de estas tácticas son similares a las descritas por el líder mundial en revoluciones no violentas, el profesor Gene Sharp, cuyo libro sobre cómo transformar las dictaduras en democracias ha sido leído por manifestantes desde los Balcanes hasta El Cairo.

Tras un recorrido reciente por las ciudades al noreste de Damasco, incluyendo Douma, Harasta y Arbeen, este periodista calcula que en torno a un 70 por ciento de los negocios estaban cerrados.

Farmacias, mercados de frutas y tiendas de alimentación estaban abiertas. Varios carteles firmados por el Ejército Sirio Libre (el grupo de oposición armada formada por soldados desertores y voluntarios civiles) amenazaban con castigar a los negocios que se atreviesen a abrir desafiando la huelga.

Las calles estaban prácticamente desiertas, excepto por los policías secretos y matones que rondaban en camionetas y puestos de control vigilados por docenas de soldados y fuerzas de seguridad.

La huelga también se ha extendido por otras zonas de Siria. En Idleb, en el noroeste (una zona que ha registrado serios enfrentamientos entre el Ejército Sirio Libre y las tropas lealistas de Al Asad), un activista contactado por teléfono dice que las tiendas en la ciudad y en los pueblos cercanos estaban cerradas.

"La huelga no afecta nuestras vidas porque ya no tenemos productos en nuestras tiendas", admite Abdo, un activista de 22 años. "El régimen nos está castigando cortándonos todos los suministros básicos en Idleb. No tenemos electricidad, calefacción ni gas para cocinar".

Ahora que se empiezan a sentir en el país las sanciones de la UE a las exportaciones de petróleo sirias, los habitantes de Damasco también han denunciado cortes de gas para cocinar y calefacción por parte de las autoridades en los barrios en donde se producen manifestaciones contra el régimen, como Midan.

Abdo asegura que muchos estudiantes en Idleb han dejado de ir a la escuela, y están reclamando en la calle la caída del régimen de 41 años de la familia Al Asad.

"Estamos planeando cerrar las carreteras internacionales que unen Aleppo con Damasco, Lattakia con Aleppo e Idleb con Turquía", asegura. "Haremos todo lo que podamos para dañar al régimen de Al Asad".

En el extremo sur de Siria, del 70 al 80 por ciento de los negocios en la provincia de Deraa también secundan la huelga general, según Qassem, de 30 años y miembro de los LCC de Deraa. "Los medios del régimen dicen que las sanciones de EEUU, Europa y los árabes son responsables del sufrimiento de la gente, de la escasez de productos y la inflación. Nosotros estamos explicando a la gente que el régimen de Al Asad es el responsable, no las sanciones", dice.

Qassem reconoce que la población está sufriendo más dificultades aún debido a las huelgas, pero cree que la gente está dispuesta a pagar ese precio para lograr la libertad. "Los siguientes pasos son boicotear las escuelas, las universidades, los trabajos gubernamentales y dejar de pagar los impuestos y las facturas del gobierno", advierte.

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