Los talibanes controlan la mitad de Kunduz, ciudad estratégica del norte afgano

  • Los talibanes controlaban este lunes la mitad de la ciudad de Kunduz, una localidad estratégica del norte de Afganistán, tras una ofensiva que supone un duro golpe para el gobierno afgano, en el poder desde apenas un año.

Es la primera vez que los talibanes entran en una gran ciudad afgana desde que fueran derrocados en 2001 por la invasión liderada por Estados Unidos.

De acuerdo a varios testigos, los habitantes de Kunduz se mantenían encerrados en sus casas frente a la ofensiva de los insurgentes en esta importante localidad comercial de 300.000 personas, ubicada en la ruta que une Kabul a Tayikistán.

Después de haber lanzado su ofensiva en la madrugada del lunes, los insurgentes lograron penetrar a la ciudad a media jornada. Unas horas después controlaban "la mitad" de la localidad, aseguró Sayed Sarwar Hussaini, portavoz de la policía provincial.

"Los refuerzos no han logrado aún llegar. Los combates continúan", añadió.

De acuerdo a un funcionario local -que pidió el anonimato-, los talibanes izaron su bandera blanca en la plaza principal de Kunduz, incendiaron la sede local de la Dirección Nacional de Seguridad, principal agencia de inteligencia del país, y liberaron a reclusos de la cárcel de la ciudad.

"Los talibanes han tomado el control de nuestro barrio, veo a sus combatientes", declaró un colaborador de la AFP, mientras que un jefe tribal indicó que los insurgentes estaban a "menos de un kilómetro del centro de la ciudad".

"Los insurgentes colocaron sus banderas blancas frente a los comercios", dijo a la AFP Javed, un habitante de Kunduz.

Los talibanes tomaron también "el control del hospital municipal de Kunduz, que tiene 200 camas", añadió este testigo. "Están buscando a los soldados heridos", explicó el director del establecimiento, Sahad Mukhtar.

Sin embargo, del lado del gobierno afgano, Sediq Sediqqi, portavoz del ministerio del Interior aseguraba el lunes por la tarde que "el enemigo" había sido "expulsado de la ciudad" en combates en los que murieron dos policías, cuatro civiles y 25 talibanes.

Los insurgentes islamistas, cada vez más activos en el norte del país, habían llegado en abril y junio de este año a las afueras de Kunduz, pero la policía y el ejército habían logrado repelerlos.

El ejército afgano, sobrepasado, ya no puede contar con el apoyo de las tropas extranjeras de la OTAN, que puso fin a su misión de combate el pasado diciembre. Ahora, la Alianza Atlántica tiene sólo a 13.000 soldados dedicados a tareas de formación y asesoramiento.

"La falta de apoyo a las fuerzas de seguridad han reforzado a los talibanes", estima el analista Abdul Wahid Taqat.

La caída de Kunduz sería un grave revés para el presidente afgano Ashraf Ghani que había prometido al asumir el poder en 2014 pacificar el país, en guerra civil permanente desde hace 30 años.

Pese a un grave conflicto interno en torno a la sucesión de su figura tutelar, el molá Omar, los talibanes siguen cometiendo atentados con regularidad y atacando al ejército y la policía en buena parte del país.

Zabihullah Mujahid, portavoz habitual de los talibanes, conformó a la AFP que su movimiento está detrás del asalto a Kunduz.

El ejército y la policía de Afganistán también tienen que hacer frente a la amenaza creciente de la organización Estado Islámico.

El domingo, islamistas que decían actuar en nombre de este grupo lanzaron una gran ofensiva contra la policía afgana en la provincia de Nangarhar, fronteriza con Pakistán (este), donde mataron al menos a dos agentes.

Hasta ahora, el EI se había limitado a combatir a los talibanes. Pero esta nueva ofensiva marca una etapa suplementaria en los esfuerzos de los insurgentes por asentarse en la "provincia de Jorasán", una zona que englobaría Afganistán y varios países limítrofes, en el marco del "califato mundial" que el EI aspira a crear.

"Nangarhar es una provincia estratégica para Afganistán, y el EI quiere controlar el tráfico de opio" que circula por la región, declaró a la AFP Atiqullah Amarjail, un general retirado.

En muchos casos, los combatientes del EI son ex talibanes decepcionados por su dirigencia, y sobre todo de que se les ocultara durante dos años la muerte del molá Omar.

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