Mensaje íntegro de Andrés Herzog en el que deja UPyD y pide su disolución

    • Pide la disolución porque el partido "ha dejado de ser un instrumento útil para poder llevarlas a cabo."
    • "La nueva dirección sigue sin decidir nada, exteriorizando un extraño entusiasmo que contrasta con las continuas bajas que voy conociendo", asegura Herzog
El candidato de UPyD el 20D, Andrés Herzog, se da de alta en el paro como demandante de empleo
El candidato de UPyD el 20D, Andrés Herzog, se da de alta en el paro como demandante de empleo

MI BAJA DE UPYD

Como sabéis el pasado 16 de enero dimití como Portavoz de UPYD, pero hasta el día de hoy no he querido expresar públicamente mis motivos, por una simple cuestión de prudencia, a la espera de ver qué camino seguía la Gestora nombrada tras mi dimisión.

Hoy, más de 20 días después, la nueva dirección sigue sin decidir nada, exteriorizando un extraño entusiasmo que contrasta con las continuas bajas que voy conociendo, entre las que se cuentan algunas de las personas que más aprecio y valoro de este proyecto, que se van yendo discretamente, en silencio, sin entender hacia dónde va el partido ni qué sentido tiene fingir que estamos vivos tras unos resultados electorales inapelables.

Hoy, con una gran pesadumbre, he decidido también dar ese paso y comunicar mi baja de UPYD.

Para que comprendáis mis motivos creo que es necesario explicar que en la reunión del pasado día 16 de enero propuse a mis compañeros de la Dirección la convocatoria de un Congreso Extraordinario para que los afiliados pudieran votar la disolución del partido. Lo hice no porque piense que las ideas de UPYD han dejado de estar vigentes (lo están más que nunca), sino porque entiendo que el partido en sí ha dejado de ser un instrumento útil para poder llevarlas a cabo.

Siempre he dicho, y lo mantengo, que la influencia de un partido no depende exclusivamente de su tamaño, éxito electoral o de su cuota de poder (nosotros somos la prueba de ello). Pero la realidad es que hoy en día hemos perdido también esa capacidad de influir y de servir de catalizador para los cambios que España necesita. Y no ya solo porque no tenemos medios ni recursos materiales para mantener nuestra actividad ordinaria (este último año hemos perdido el 97% de los fondos públicos que recibíamos), sino principalmente porque no tenemos voz en la política nacional, consecuencia de haber perdido nuestra representación en el Congreso de los Diputados, en un momento en el que el futuro de nuestro país se juega en dicha institución.

Estamos fuera del debate político (los ciudadanos así lo han querido) y con una marca, nuestro querido UPYD, quemada, fruto de una calculada operación político-mediática diseñada desde el principio para sacarnos a toda costa del tablero político, con el objetivo de sustituir un proyecto como el nuestro (honrado y capaz de hacer peligrar a todo un régimen, una oligarquía corrupta) por un mero placebo, manejable a conveniencia. La operación fue, qué duda cabe, exitosa y la lógica despiadada del llamado "voto útil" hizo el resto.

Los motivos que nos han traído hasta aquí creo que muchos los podréis compartir, y nuestra actual situación no ofrece mucha discusión. Lo que nos queda ahora es evitar que intenten reescribir nuestra historia, la obligación de conservar nuestro legado. Y, aunque a primera vista parezca paradójico, para evitar que se entierre o pervierta nuestro legado es preciso que seamos nosotros los que libre y voluntariamente demos tierra, con decisión y valentía (no exenta de orgullo) a nuestras siglas. No sólo para que podamos pasar todos el necesario duelo, sino también por el convencimiento de que si en el futuro alguien (o nosotros mismos) queremos recoger esta semilla y volver a plantar batalla en unas elecciones ello solo será posible con un nuevo proyecto, y no arrastrando una marca tan castigada como la nuestra, que corre además el riesgo de acabar en manos de personas que no la merezcan, en un proceso de deterioro que hemos visto en otros proyectos políticos en declive y que yo, sinceramente, no quiero para UPYD.

Todo esto lo expliqué y planteé en mi última reunión como Portavoz de UPYD. Sabía que, una vez más, me tocaba defender una idea complicada, dolorosa en lo sentimental e incluso impopular (como tantas otras que hemos defendido) y que, además, ese Congreso de disolución cuya convocatoria planteaba requeriría de nuevos esfuerzos y mucha pedagogía entre nuestros afiliados. Por esa razón advertí a todos mis compañeros que no me veía capaz de enfrentarme a esa tarea si no contaba con el consenso y el apoyo de los miembros de la dirección.

Desgraciadamente, ese consenso no existió. Más bien fue al contrario, pues el debate subsiguiente y la imagen que arrojó la correspondiente votación fue la de una dirección dividida, partida por dos. Pero al margen del concreto resultado, lo cierto es que no contaba con el respaldo que yo había previamente solicitado y dimití, tras lo cual se conformó la actual Gestora, en la que se integraron las personas que habían sido más críticas con mi propuesta.

Desde entonces llevo esperando una decisión de la Gestora que, en mi opinión, no puede ser la de votar una nueva dirección como si nada hubiera pasado, sin permitir a los afiliados pronunciarse directamente sobre la continuidad del proyecto. El tiempo, además, apremia pues nuestro legado es indisoluble de las personas que lo defienden y que lo encarnan, muchas de las cuales siguen dándose de baja, agotadas por el esfuerzo o perplejas por los mensajes contradictorios que manda el actual órgano de dirección, en una situación que empieza ya a presagiar lo que precisamente quería evitar a toda costa con mi propuesta, propuesta que podrá ser o no compartida pero que, como siempre, planteé con la máxima claridad, honestidad y desde el respeto a un proyecto político que en mi opinión ha hecho Historia en nuestro país.

Os deseo a todos lo mejor y os reitero mi más absoluto agradecimiento por esta inigualable experiencia que he vivido durante estos últimos años.

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