El rudo estilo de Pablo Iglesias

  • Lo nuestro no es una purga, dicen, lo nuestro es “un reequilibrio de poder”. Los eufemismos de la nomenklatura siempre son de un cinismo abrumador.

    El neocomunismo rampante que nos vuelven a traer los bisoños adanes tiene todas las características autoritarias y carniceras del comunismo de siempre.

Viejo (Podem) presenta este sábado un proyecto para dar respuesta al "vacío" en la cúpula catalana
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EUROPA PRESS
José Luis Roig

Dicen que Josep Guardiola, el entrenador del Bayer de Munich y venerable mito de La Masía culé, cuando va al baño orina colonia. Es tan perfecto el ‘noi de Santpedor’ que esas cosas tan de mortales de miccionar pis o expulsar aguas menores, como que no van con él. Me ha venido a la memoria esta anécdota de las aguas perfumadas de Guardiola al escuchar a varios políticos de Podemos, y más en concreto a Pablo Iglesias, explicar su crisis interna de Partido, en la que ya han rodado, entre ceses y dimisiones, once cabezas de destacados miembros de Madrid. Lo nuestro no es una purga, dicen, lo nuestro es “un reequilibrio de poder”. Los eufemismos de la nomenklatura siempre son de un cinismo abrumador.

Lo suyo, lo de Pablemos, que quede claro, no es una meada cualquiera, con perdón. Lo de Iglesias y Errejón, para entendernos, es mucho más que eso, huele a Chanel nº5, y es una excelente oportunidad para renovar el vestuario y mejorar el look del personal. Quien quiera creérselo es libre de hacerlo. Pero la realidad es muy distinta. Lo de Podemos es una crisis política y ‘existencial’ en toda regla. La peor crisis que han tenido hasta la fecha y que está haciendo tambalear a la propia cúpula nacional.

Eso sí, es una crisis de un partido muy peculiar, que poco tiene en común con otros partidos políticos, como PSOE y PP y C’s. Y no me refiero sólo a las múltiples ideologías de extrema izquierda, chavista y anticapitalista que aglutina el proyecto de P.I. Me refiero a que Podemos es una amalgama de mareas y mareos –entiéndase sensibilidades- ideológicas que funcionan con un esquema horizontal, y que no acatan mucha disciplina de partido, salvo en ocasiones in extremis en las que el líder, harto de que le muevan la silla y que le quieran cortar, no sólo la coleta sino la cabeza entera, decide desenfundar primero y cargarse a sus enemigos, que no suelen ser sus rivales. Ya lo dijo Churchill un día que le mostraba la Cámara de los Comunes a un ilustre invitado: “Ahí enfrente es donde se sientan mis rivales, los laboristas. ¿Y aquí, quién se sienta?”, pregunto el invitado señalando la bancada conservadora. “Aquí se sientan mis enemigos”.

Pues eso, los enemigos de Pablo Iglesias como Sergio Pascual ya no saldrán en la foto. Saldrán otros enemigos –caso de Íñigo Errejón- que han tomado buena nota de cómo se las gasta Billy the Churchs. Aunque como pasa en los mejores partidos y clanes políticos, la guerra no ha terminado, esto ha sido sólo una batalla. Una batalla que también ha revelado aspectos interesantes de un Podemos que es más temido que conocido, por ser nuevo y por ser camaleónico: son de extrema izquierda-anticapitalista y disputan el espacio socialdemócrata de los adormilados socialistas. Hasta que este otro Pablo Iglesias, no el bueno sino el nuevo, les robe la cartera y despierten.

La crisis también ha revelado que la procesión va por dentro. Que en el hemiciclo y ante las cámaras de TV todo es color de rosa y beso en los morros, pero que en las reuniones podemitas hay cruz de navajas y no es por una mujer –o sí-; los brillos mortales que despuntan al alba son por tratar de imponer un pensamiento único, según la interpretación que ha hecho un sector del partido del comunicado que sacó el martes de madrugada, Pablo Iglesias: «no hay ni deberá haber corrientes ni facciones que compitan por el control de los aparatos y los recursos». Faltó decir olé y amén. Y es que el líder de Podemos tiene plenos poderes para nombrar y destituir a las personas que forman parte de la Ejecutiva, ya que entre las competencias del secretario general están las de elegir a dedo a quienes forman parte de ella. La única condición es que estas personas sean miembros del Consejo Ciudadano, que es elegido con el voto de los militantes. Por eso, la decisión que tomó el martes Iglesias es personal y no tenía por qué contar con el apoyo de Errejón.

Por último, lo que ha hecho Pablenin esta misma semana, cortarle la cabeza al número tres del partido, Sergio Pascual, no podrían haberlo hecho con tanta impunidad ni facilidad Rajoy o Sánchez, ya que ellos no tiene tantos poderes plenipotenciarios como Iglesias. En fin, que el neocomunismo rampante que nos vuelven a traer los bisoños adanes tiene todas las características autoritarias y carniceras del comunismo de siempre. Nada nuevo bajo el sol.

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