Sánchez y Rivera, o la necesidad de humillar a Rajoy antes de apoyarle

  • Nuestro queridos políticos lo están enredando todo con sus nefastas actuaciones tras ocho largos meses sin Gobierno.

    Rajoy deberá morder el polvo en la primera vuelta cosechando un duro varapalo, para lograr, 48 horas después, el apoyo de C's y de Coalición Canaria.

Rajoy acepta el encargo del Rey pero no aclara si irá a la investidura en caso de no tener apoyos
Rajoy acepta el encargo del Rey pero no aclara si irá a la investidura en caso de no tener apoyos
EUROPA PRESS
José Luis Roig / @joseluisroig

Rajoy, en su inconfundible estilo de gallego encriptado, ha aceptado el encargo del Rey para ser candidato a la investidura, pero ha dejado en el aire la duda de si se presentará a la misma si no tiene los apoyos suficientes.   

La palabra que más se oye en las últimas horas es que todo esto es un gran lío. Y en este caso, si el lío suena es porque nuestro queridos políticos lo están enredando todo con sus nefastas actuaciones tras ocho largos meses sin Gobierno. De entrada mienten, o lo que es lo mismo, no dicen toda la verdad. Gritan que no quieren repetir elecciones, pero tampoco quieren apoyar al candidato principal y ahora ya oficial, que es Rajoy. Pero no pasa nada, en España mentir sale gratis.

 En el fondo de este gran enredo político lo que late es un ajuste de cuentas de PSOE y Ciudadanos, o sea, Pedro Sánchez y Albert Rivera, con Mariano Rajoy. Los motivos son distintos. Sánchez quiere su vendetta particular de hacer que Rajoy fracase en su investidura como le hicieron a él. Es duro ir al Congreso a que te ponga verde, rojo, morado o naranja, elijan el color que prefieran, y que encima no te den la investidura. Y Pedro Sánchez no olvida ni perdona, y quiere pagar a Rajoy con la misma moneda.

El motivo de Ciudadanos es distinto. Se supone que ellos son el centro político reformado y regenerado, es decir, la derecha sin corrupción, y no pueden apoyar a un Rajoy manchado; y quieren, ya que no pueden echarle, humillarle antes de apoyarle. 

Rajoy, que tiene su orgullo bien marcado tras muchos años de ejercer de mandarín, no quiere pasar por ese trago amargo y vergonzoso de verse rechazado en una investidura. De ahí que intente que sean las circunstancias las que fuercen la situación y acabe logrando su objetivo sin manchar su imagen y su honor. 

Ya se sabe que el presidente en funciones es muy dado a la estrategia de dejar que las cosas se encaucen por si solas, el famoso quietismo marianista, que tantos éxitos le ha dado hasta la fecha. En esta ocasión, Rajoy deja pasar el tiempo para que este se encargue de forzar a sus rivales a mover ficha. Lo que no significa que en esta ocasión no presione desde la sombra a los “patrocinadores” de Ciudadanos –léase empresas del Ibex- para que ablanden la altanería de Albert Rivera. 

En un corro con periodistas en el Congreso lo explicaba hace unos días un político de Ciudadanos.  Esto es como el juego del gallina, todos van en su coche dirección al precipicio, el primero que frena y para el coche pierde. El precipicio son las elecciones, y nadie quiere ser el primero en dar su apoyo, y Rajoy tampoco quiere frenar y ponerse a dialogar. Es su manera de descolocar a los rivales.

Estamos ante una partida de póker, con tahúres del Mississippi malos pero pertinaces. Todos interpretan su papel, todos van de farol. Anteponiendo su orgullo y sectarismo al bien general de la sociedad. Pero claro, esto no se puede decir o al menos no se atreven a decirlo públicamente. Hay que enmascarar el discurso con eufemismos baratos, los que solemos oír todos los días en las surrealistas ruedas de prensa que nadie entiende y nadie aclara.

Todo apunta a que Mariano Rajoy deberá morder el polvo en la primera vuelta de su investidura cosechando un duro varapalo, para lograr, 48 horas después, en segunda votación, el apoyo de Ciudadanos y de Coalición Canaria, que pondrían al PP con 170 escaños. Las seis abstenciones restantes para alcanzar la mayoría simple podrían llegar del PNV. Lo de Convergencia se ha complicado demasiado con la aprobación del documento de independencia. En un caso extremo se habla de seis diputados del PSOE que se irían al baño a la hora de la votación de investidura.

Aunque antes de apoyar la formación de un Gobierno del PP, todos los líderes políticos –incluido Rajoy- nos venderán sus mercancías como grandes charlatanes que son. Para luego cambiar su actitud justificando que lo hacen por el bien de España. Algo que podrían haber hecho hace tiempo si en vez de guiarse por razones partidistas se condujeran un poco más por la loable y necesaria razón de Estado.

Como decía Antonio Machado: “En España, de cada diez cabezas, nueve embisten y una piensa”. Y en esta ocasión, además, la que piensa debe estar de vacaciones o en el extranjero trabajando.

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