Lo que se sabe de la situación de los civiles en la ciudad iraquí de Faluya

Los aproximadamente 50.000 civiles atrapados en Faluya no tienen forma de escapar de esta ciudad bajo asedio de las fuerzas iraquíes, que luchan para arrebatársela al grupo yihadista Estado Islámico (EI).

La gran cantidad de civiles ralentiza la operación de reconquista lanzada la semana pasada por las fuerzas gubernamentales, según el primer ministro Haider al Abadi, y permite al EI utilizarlos como escudos humanos, según la ONU.

Los habitantes que se han quedado en Faluya, una ciudad a 50 km al oeste de Bagdad y uno de los principales bastiones yihadistas, luchan por su supervivencia.

La ciudad no ha recibido ayuda desde septiembre de 2015 y los alimentos básicos escasean desde hace meses.

La población sobrevive sobre todo gracias a los dátiles. Cuesta encontrar harina de trigo y es muy cara. La gente se consuela con una especie de pan negro y amargo. Otros producen su propia harina moliendo huesos de dátiles tostados previamente.

"Cuando mi sobrino huele el pan que le doy, tuerce la cabeza y se niega a comerlo", explica Um Imad (el nombre se ha cambiado por motivos de seguridad).

Otro habitante de Faluya explicó a la AFP que varias familias mezclan comida para animales con cereales para alimentar a sus hijos.

Una familia que logró llegar a un campamento de desplazados situado al sur de la ciudad comió arroz por primera vez en dos años.

El comienzo del asedio disparó la inflación. El kilo de azúcar alcanzó los 40 dólares (unos 36 euros).

Según los habitantes, hace meses que no hay agua potable. Hombres y niños van en bicleta al Éufrates para abastecerse.

La mayor parte de las familias llevan meses sin electricidad y deben consolarse con generadores eléctricos.

Los yihadistas controlan la distribución de carburante, que reparten sobre todo entre sus combatientes y entre las personas afines al grupo.

La población se contenta con las lámparas fabricadas con una botella de vidrio, un cordel y petróleo. Los iraquíes ya las usaron en los años 90, cuando el país estaba sometido a sanciones económicas internacionales.

También escasean los medicamentos básicos, que los yihadistas suelen reservarse para ellos, y no hay leche para los bebés.

Una mujer de 40 años contactada por el Consejo Noruego para los Refugiados (NRC) describió la situación en el hospital de Faluya de la siguiente manera: "El doctor tiene vínculos con el EI y se niega a ayudar a la gente. En vez de administrar el tratamiento adecuado, los médicos deciden con frecuencia amputar una pierna o un brazo si el paciente sufre".

Faluya es blanco a diario de bombardeos de artillería de las fuerzas gubernamentales. Como no se puede acceder a la ciudad, se desconoce el número de víctimas civiles pero algunos habitantes aseguran que hubo muchas en los últimos meses.

Los aviones de la coalición dirigida por Estados Unidos y el ejército iraquí también atacan posiciones y refugios del EI, con lo que resulta muy peligroso salir a la calle.

Los yihadistas colocaron bombas en edificios y en los arcenes de las carreteras para frenar el avance de las tropas iraquíes.

Los combatientes del EI llevan meses bajo presión y se vuelven paranoicos. Según varios testigos, ejecutaron a habitantes que creían que espiaban para Bagdad.

A medida que pierde combatientes, el grupo extremista necesita reforzar sus filas. Varias informaciones afirman que están enrolando por la fuerza a niños.

El Fondo de la ONU para la Infancia (Unicef) informó el miércoles que al menos 20.000 niños están atrapados en Faluya.

Según un habitante de la ciudad contactado por la AFP, el EI se llevó recientemente a un lugar desconocido a un centenar de hombres y niños.

(Fuentes: AFP, NRC, ONU)

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