Soldados de élite en la vanguardia de la batalla por Mosul

Cinco soldados avanzan en grupo, apuntando con sus fusiles mientras se acercan lentamente a un edificio vacío al borde de una carretera, en busca de posibles bombas o yihadistas ocultos en túneles. Sin ellos no sería posible llegar a Mosul.

Después de los combates contra los yihadistas del grupo Estado Islámico (EI), en los que suelen estar en primera línea, algunos de los mejores efectivos de las unidades de élite antiterroristas se encargan de "limpiar" el lugar.

Su misión es la más peligrosa: pasar por última vez en busca de artefactos explosivos o de yihadistas escondidos en la carretera que lleva a Mosul desde las bases iraquíes.

Para cubrirlos en las calles de Bartella, una población cristiana despoblada al este de Mosul, los blindados avanzan en columna y disparan con armas pesadas.

Van despacio. Están a unos metros de los edificios en una arteria en la que todavía arden neumáticos. Los disparos no cesan.

"Apuntamos a los edificios sospechosos o a los rincones" que no logramos ver, explica el coronel Mustafá. Por ejemplo, las calles perpendiculares, esos largos corredores desde los que un combatiente puede abrir fuego contra ellos.

Los hombres de las unidades de élite antiterroristas son los más preparados de las fuerzas iraquíes, pero los que se ocupan de la "limpieza" son los más sobresalientes entre ellos.

"Después de haber liberado los alrededores", zonas extensas de terreno y barrios residenciales, "volvimos en sentido contrario para limpiar la carretera", explica el oficial Nabil a la AFP.

Una misión de alto riesgo, porque el grueso de las tropas no está allí para respaldarlos.

A primera vista es imposible distinguirlos, su equipo de protección es el mismo que el de los demás, pero su formación y su salario (casi 2.000 dólares) es muy superior a la media de las fuerzas armadas locales.

"Los formaron los estadounidenses, es otra cosa", constata, un poco impresionado, el coronel Samer, de una unidad de blindados del ejército iraquí.

De los estadounidenses también han heredado un equipamiento de última generación.

Como las gafas de visión nocturna que enseña, orgulloso, el soldado Anuar, un joven conductor del blindado que fue "el primero en entrar en la lucha por Bartella". Lo hace mostrando tres impactos causados por las balas de un francotirador del EI.

Para localizar los coches bomba, cuentan con tabletas táctiles en las que recogen las coordenadas que les facilita la coalición internacional, la cual las obtiene gracias a los aparatos que sobrevuelan la zona.

"Los aviones recuperan coordenadas y las transmiten a nuestros comandantes. Ellos, luego, nos las envían cuando estamos sobre el terreno y sólo nos queda acercarnos con nuestros vehículos", explica a la AFP el sargento Amr.

A su lado, el conductor del blindado sigue las instrucciones para aproximarse lo más posible al edificio hacia el que convergen. En la torreta hay otro militar.

Desde la torreta del blindado, arma la ametralladora. "Izquierda, derecha, haces un barrido y disparas", afirma el sargento Amr. Los tiros resuenan, varias balas hacia cada posición señalada, para verificar que nadie responda ni nada explote. Una vez el camino despejado, el sargento Amr baja y se une a la pequeña unidad, con los fusiles apuntando.

Con ellos, este bagdadí de 27 años tantea el terreno, inspecciona el lugar, para luego subirse de nuevo al blindado. Hace un mes que partió al frente, un día después de su boda.

"Contamos con especialistas en desminado, ellos son los que buscan los artefactos", explica el suboficial Hamza, tocado con una gorra negra con las siglas de la "Iraq special forces" y un pañuelo alrededor del cuello. "Si nos indican un coche bomba, intervenimos para neutralizarlo", es decir, hacerlo estallar, añade el joven, que pasó seis años en unidades antiterroristas.

De repente, el sargento Amr deja el walkie-talkie. "El trabajo se acabó ¡Misión concluida!", afirma. Poco después, llegan las raciones de arroz. Las comen de pie en la acera o sobre el capó de los blindados.

Todavía les queda por recorrer un largo camino minado hasta Mosul. "Sólo cinco o seis kilómetros" antes de entrar a la ciudad, les anunció el comandante de las unidades antiterroristas.

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