Tailandia, amenazada por el fantasma de Vietnam

  • Pocas armas combinan la comodidad con el poder bruto como la escopeta lanzagranadas M-79. Conocida por los combatientes de la Guerra de Vietnam como el “blooper”, puede arrasar muros de hormigón o acabar con multitudes y después desaparecer discretamente en la mochila del que disparó. Quizá te suene de películas como Terminator o Apocalypse Now. Pero para los ciudadanos de Bangkok es algo muy real y llevan dos años sufriendo atentados perpetrados con esta pequeña arma letal de 74 centímetros que se lleva al hombro.
Patrick Winn | GlobalPost

(Bangkok, Tailandia). El ruido de bloopers en la capital de Tailandia simboliza el terror de trasfondo político.Granadas lanzadas recientemente a edificios del Ejército y del Gobierno han incrementado la amenaza de ataques con M-79 en Bangkok. Desde 2008, la ciudad ha registrado en torno a una docena de incidentes con este tipo de artefactos, en los que han muerto o resultado heridas unas 100 personas.Cada uno de esos ataques se ha perpetrado contra símbolos de la élite, del poder o la aristocracia de Tailandia. Pero si bien el mensaje intimidatorio de los atacantes está claro, su identidad no lo es tanto. Las autoridades todavía no han condenado a nadie por esta nueva oleada de ataques con M-79.

Fáciles de ocultar y disponibles en el mercado negro, los blooper son el arma natural para los saboteadores que atacan y se escapan rápidamente, según Surachart Bamrungsuk, analista político e instructor en academias militares tailandesas. “Sólo se necesita una instrucción básica para utilizar el M-79. Una vez que estás familiarizado con esta arma, es muy fácil de usar”, indica Surachart. “También es fácil de comprar”.

Estados Unidos introdujo cientos de miles de M-79 en el sudeste asiático en la década de 1960, y muchos de ellos siguen operativos. El apodo de blooper se debe al extraño sonido que emite al disparar: un “plum” aspirado al salir la granada por el cañón.

Para los soldados destinados en Vietnam, este lanzagranadas les ofrecía poder letal en forma de un rifle de menos de 3 kilos que se puede llevar al hombro. El M-79 también ha tenido sus cameos en Hollywood: Arnold Schwarzenegger lo utilizó en “Terminator”, y en una escena legendaria de “Apocalypse Now” también se ve el blooper.Después de que los estadounidenses abandonaran Vietnam, los M-79 que se dejaron atrás continuaron apareciendo en la revolución comunista de la década de 1970 en Tailandia, y en manos de los jemeres rojos de Camboya en la década siguiente. Aún hoy, los turistas pueden probar a disparar viejos M-79 en campos de tiro cerca de Phnom Penh (Camboya).

Pero en el Bangkok del siglo XXI, los M-79 han resurgido en un contexto muy específico: ataques contra objetivos políticos. Las granadas han sido lanzadas contra manifestantes a favor del sistema, contra la residencia del primer ministro y contra edificios militares, pero nunca contra el público en general.El pasado 13 de febrero, en torno a la medianoche, una granada M-79 explotó en un aparcamiento cerca de la oficina principal del primer ministro, causando daños en los coches pero ningún herido. Un mes antes, otra granada había sobrevolado por la noche la verja del cuartel general del Real Ejército de Tailandia, estallando cerca de unas habitaciones desocupadas del sexto piso, según fuentes militares.

Los blooper también han causado muertes y mutilaciones. Un grupo civil de protesta conocido como los “camisas amarillas”, y que a ojos de muchos tailandeses de las zonas rurales personifican la élite del país, han sido objeto de gran parte de los ataques con lanzagranadas.Los camisas amarillas se unieron en 2005 para expulsar del Gobierno al ex primer ministro Thaksin Shinawatra, acusándole de corrupción y de compra de votos  en las zonas rurales. Lo consiguieron finalmente un año después, cuando Thaksin fue derrocado por un golpe militar. Los camisas amarillas continúan organizando protestas contra los políticos a los que consideran corruptos.

Y precisamente sus protestas agresivas les han colocado en la línea de fuego. Uno de los líderes del grupo, el magnate de los medios Sondhi Limthongkul, sufrió el año pasado un ataque que dejó su coche como un colador, con impactos de un centenar de balas M-16. También le lanzaron una granada M-79, pero no llegó a explotar y el artefacto acabó inerte debajo de un autobús.Sondhi también fue atacado con una granada M-79 durante un discurso en 2009. La bomba no alcanzó el palco, pero unas 12 personas de la audiencia resultaron heridas. Un asalto con rifles y granadas a su emisora de televisión el año anterior había impactado en los estudios desde donde se emitía en directo un informativo.

La peor oleada de ataques con un M-79 se produjo en 2008, cuando los camisas amarillas ocuparon durante varias semanas edificios gubernamentales y los dos aeropuertos de Bangkok. Unos siete ataques a los lugares donde se concentraban causaron cerca de 75 heridos, muchas mutilaciones y al menos un muerto.

Pero a lo largo de estos dos años las autoridades tan sólo han acusado a una persona de los ataques: un díscolo general del Ejército de 58 años en cuyo historial figuran matanzas de comunistas con la ayuda de la CIA. Recientemente se ha convertido en una suerte de figura representativa de los tailandeses que desdeñan lo que denominan “la clase privilegiada”.

El teniente general Khattiya Sawasdipol, sospechoso del ataque con M-79 al cuartel general del Ejército, fue acusado de posesión ilegal de armas (entre ellas munición M-16 y M-79) tras una redada policial en su casa y en la de uno de sus socios. Khattiya niega su participación en ese ataque. Muchos de sus compañeros del Ejército le admiran, porque le consideran un guerrero curtido en batallas. Se burla abiertamente de los mandos superiores, gestiona orgulloso una milicia privada y ha amenazado con lanzar cócteles molotov a los tanques si los militares vuelven a dar otro golpe.

Sea cual sea el objetivo de los misteriosos atacantes, si sigue habiendo más incidentes con M-79, los líderes militares tendrán una excusa para ir contra las voces críticas, asegura Suranand Vejjajiva, un analista político emparentado con el primer ministro tailandés.Esto es un hecho especialmente importante, subraya, porque el descontento va en aumento en la capital del país. Un grupo que se autodenomina “los camisas rojas”, que representa en su mayoría a la gente del campo y a la clase urbana trabajadora, pretende reunir a un millón de tailandeses a mediados de mes en Bangkok para derrocar al Gobierno, exigir nuevas elecciones y terminar lo que denominan “un gobierno aristocrático”.

A raíz de los últimos ataques con M-79 y las protestas que se avecinan, el Gobierno ha puesto en alerta a las fuerzas de seguridad antes posibles disturbios. Cualquier acto violento de los camisas rojas, dice Suranand, podría desencadenar -sin querer- la restauración del orden mediante la fuerza.“Una bomba aquí, un M-79 allá... si se produce algún derramamiento de sangre, se usará como excusa para frenar el proceso democrático en Tailandia”, advierte. “Eso es lo que me preocupa”.

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