"La región ya es un polvorín", dijo a la agencia Anatolia el viceprimer ministro turco, Numan Kurtulmus, que es también el portavoz del gobierno.
La crisis entre la monarquía sunita y la República islámica chiita estalló este fin de semana tras la ejecución en Arabia Saudita de Nimr el Nimr, un clérigo chiita, crítico del régimen saudita.
Su ejecución, junto con la de otras 46 personas, en su mayoría condenadas por "terrorismo", provocó una guerra verbal entre Riad y Teherán, así como violentas manifestaciones entre la comunidad chiita de varios países de Oriente Medio, como Irak, Líbano, Baréin, Pakistán y la Cachemira india.
El domingo Arabia Saudita rompió relaciones con Irán después de que manifestantes iraníes incendiaran dos de sus sedes diplomáticas en protesta contra la ejecución del clérigo.
En consecuencia, la Autoridad de la aviación civil del reino anunció este lunes la interrupción de todas sus conexiones aéreas con la República islámica.
Este lunes Baréin y Sudán también cortaron sus relaciones diplomáticas con Irán.
Turquía y Arabia Saudita, dos países mayoritariamente sunitas, comparten su visión sobre la salida al conflicto en Siria, que consideran que pasa por la salida de Bashar al Asad.
Sin embargo, en una poco frecuente crítica a su aliado, Kurtulmus dijo que Turquía se opone a la pena de muerte.
"Somos un país que se opone a la pena de muerte. Las penas de muerte, especialmente por motivos políticos, no ayudan a construir la paz en la región", dijo Kurtulmus, cuyo país abolió este castigo como parte de sus compromisos para poder optar a entrar en la UE.
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