Arola lleva a América sus tapas con "puesta en escena, música y cachondeo"

  • Madrid.- Tapas con "valor añadido, puesta en escena, música y cachondeo", o lo que es lo mismo, el concepto Sergi Arola, salta el charco y llega a América, donde el chef prepara proyectos en Chile y Uruguay tras abrir, en noviembre, restaurante en la cima de un prestigioso hotel de Sao Paulo (Brasil).

Arola lleva a América sus tapas con "puesta en escena, música y cachondeo"
Arola lleva a América sus tapas con "puesta en escena, música y cachondeo"

Madrid.- Tapas con "valor añadido, puesta en escena, música y cachondeo", o lo que es lo mismo, el concepto Sergi Arola, salta el charco y llega a América, donde el chef prepara proyectos en Chile y Uruguay tras abrir, en noviembre, restaurante en la cima de un prestigioso hotel de Sao Paulo (Brasil).

Arola (1968, Barcelona) lo ha tenido claro: América es la zona de expansión natural para la alta cocina española, una vez cortado todo el pastel en España, donde, según explica en una entrevista con Efe, "no tiene sentido seguir desarrollándonos".

"Esto al final tiene un cupo, es imposible que todos los pueblos de España tengan un restaurante gastronómico", señala este dos estrellas Michelín a quien las listas le traen al pairo: "no me importan cuando me tratan bien y siguen sin importarme cuando me tratan mal", espeta.

Y frente a sus colegas que han optado por Asia, como Carme Ruscalleda en Tokio o Santi Santamaría en Dubai, el chef se ha aliado con una cadena lusa para el local brasileño, situado en la planta 23 del remodelado hotel Tivoli São Paulo-Mofarrej, y con Ritz-Carlton para el chileno, algo retrasado debido al seísmo que sufrió el país a principios de año, aunque "no hay prisa...".

El restaurante de Uruguay, que estará en el exclusivo balneario de Punta del Este, es una apuesta personal de Arola, enamorado del segundo país más pequeño de Latinoamérica.

Serán establecimientos de precio intermedio, unos 35 euros, "ni para todos los días ni para ir sólo cada tres años", comenta el chef, al que si se le pregunta si hay una fórmula mágica para hacer rentable un restaurante de alta cocina como su Arola Gastro, replica rotundo: "No".

La fórmula, en todo caso, es "abrir otras cosas que te permitan rentabilizar tu nombre", además de utilizar las experiencias del Gastro en el resto de los locales.

Sergi Arola esgrime un discurso apasionado al hablar del buen momento de la gastronomía española y advierte de que es un error buscar la eterna sorpresa. "Si cada vez que te metes en la cama con tu pareja quieres innovar, llega un punto en que te aburres".

Pues lo mismo con la cocina, dice.

"Buscamos el placer a través de la sorpresa y eso tiene techo, y nos hemos equivocado al vender la cocina española, al decir que somos los mejores, nos hemos convertido en personajes antipáticos sin ninguna necesidad, porque no había ninguna necesidad de convertirnos en sobrados y en soberbios", asevera.

A Arola no le duelen prendas al decir que "determinados" congresos gastronómicos han hecho más mal que bien a la imagen real de la cocina patria, al vender España como un lugar lleno de "profesores bacterios con chaquetilla de cocina".

¿El mérito real? Que un país en el que se ha pasado mucho hambre, haya sido "capaz de catalizar toda su tradición gastronómica y convertirla en algo atractivo para el mundo".

¿Y el mensaje real? "Que España está llena de buenos cocineros que queremos hacer nuestro trabajo, que la media de los restaurantes de nivel no es cara en comparación con el resto del mundo y que se practica una cocina asequible, de raíces. Esa es la realidad de la cocina española y todo lo demás es humo que venden los medios", sentencia el chef.

Cocineros, que, por cierto, cocinan " absolutamente todos los días" aunque sus muchas apariciones mediáticas induzcan a pensar lo contrario.

Sin embargo, Arola defiende que es el concepto de cocinero como "celebridad", como dueño de su propio local, en lo que se ancla el "boom" de la gastronomía española. Juan Mari Arzak fue el pionero, "y si no hubiera sido por eso, ningún empresario nos habría financiado a Ferrán (Adrià), a (Martín) Berasategui o a mí".

"Yo creo que es más fácil preguntarle al señor Botín cuándo baja él a despachar unos cheques a la ventanilla del Santander, pero a nadie se le ocurre hacerle esa pregunta", ironiza.

Lorena Cantó

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