La vida dorada de los británicos en el país más pobre de Europa

Cada año, hordas de británicos se marchan a la Costa del Sol española o al sur de Francia en busca de mejor clima y de relax, pero otros han encontrado su paraíso en Bulgaria, el país más pobre de la Unión Europea.

"Aquí no es España, donde uno puede vivir como británico entre británicos. Los más osados eligen Bulgaria", el país más pobre de la Unión Europea, afirma Kevin Brassington en un jardín bañado por el sol en el que corretean las gallinas, las ocas y los corderos.

Junto con su mujer, Tina, este cuarentón ha convertido una propiedad en ruinas a unos 50 km de Sofía en una granja ecológica que les permite cumplir "su sueño de ser autosuficientes", en medio de la exuberante naturaleza de Alino.

Kevin degusta té en una taza con los colores de la Union Jack y estampa la etiqueta "british" de la "Cottage farm Alino" en sus productos.

Pero lo que realmente interesa al matrimonio es hablar búlgaro con fluidez. Los dos han cursado estudios universitarios pero en 2011 abandonaron sus empleos bien remunerados en Kent para "aprender a ser felices con menos".

A unas tres horas de Alino, otro británico, Kim Sayer, aprecia las "ventajas" de su nueva vida: una inmensa hacienda en la que ha construido varias casas de piedra y una piscina de lujo con vistas al valle.

"Si volviera a mi país no podría vivir así", reconoce Kim, fontanero de profesión. "Leí un artículo sobre Bulgaria hace 12 años. Siempre quise irme al extranjero y después de mi divorcio lo decidí", agrega.

Se fue de Norwich y del oeste de Inglaterra para vivir en la aldea de Marcha, en el centro de Bulgaria, una región de montañas, lagos y ruinas medievales.

Kim, de 56 años, forma parte de los precursores. La predilección de los británicos por Bulgaria comenzó en torno a 2004, cuando las autoridades de Sofía lanzaron una campaña publicitaria en el Reino Unido para atraer inversiones.

Entre 2004 y 2008, los ingleses compraron unas 60.000 propiedades búlgaras, según Rumen Draganov, del Instituto de Análisis y Evaluaciones del turismo.

La entrada de Bulgaria en la UE, en 2007, aceleró el interés de británicos con un perfil bien definido.

Se trata de jubilados "con espíritu juvenil", según Draganov. "No eligen lugares turísticos sino zonas alejadas", justamente las que se vacían en un país de siete millones de habitantes confrontado al éxodo rural y a la emigración.

"Buscan un espíritu comunitario y noches estrelladas", resume el experto.

Al menos unos 10.000 británicos residen en Bulgaria, pero la mayoría de ellos no se han registrado ante las autoridades.

Una serie de la televisión pública búlgara retrata el fenómeno. "Mi vecino inglés" cuenta la historia de un jubilado que se instala en el país con su esposa.

En Dryanovo, un municipio pequeño de casas con encanto, se escucha hablar inglés en todas las terrazas de las cafeterías.

"Hace diez años nos parecía muy exótico, ahora ni siquiera le prestamos atención porque son muchos", constata Yanko Stefanov, uno de los habitantes. "Me llaman Jacob", bromea.

Entre sus amigos figuran Steve Mulhern, un violinista irlandés y su esposa, Catherine.

Vivir en Londres con su pensión de jubilados era impensable para ellos. En Bulgaria se han comprado un terreno en el pueblo de Turkincha.

En internet se encuentran propiedades "para comenzar una nueva vida en Bulgaria" por menos de 15.000 euros.

"Vemos perfectamente que no es un país rico, pero esto no nos impide pensar que es un lugar magnífico", afirma Catherine. Y eso pese a los inviernos rudos, acompañados a veces de cortes de corriente.

Ninguno se plantea regresar a su país y muchos han quedado desconcertados con el resultado del referéndum sobre la salida de la Unión Europea.

"Mi vida está aquí", asegura Keith, un expiloto del ejército, que dirige una compañía de servicios para los expatriados en el pueblo de Gostilisa. "Si nos lo permiten, queremos quedarnos".

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