Padilla, Fandiño y Nazaré, a hombros en Almodóvar del Campo

  • Los diestros Juan José Padilla, Iván Fandiño y Antonio Nazaré cortaron dos orejas cada uno y salieron hoy a hombros en el segundo y último festejo de la feria ciudadrealeña de Almodóvar del Campo.

Almodóvar del Campo (España), 21 sep.- Los diestros Juan José Padilla, Iván Fandiño y Antonio Nazaré cortaron dos orejas cada uno y salieron hoy a hombros en el segundo y último festejo de la feria ciudadrealeña de Almodóvar del Campo.

FICHA DEL FESTEJO.- Toros de Cayetano Muñoz, de presencia desigual, de pitones sospechosos primero y segundo, y mejor presentados el resto, muy justos de fuerza y raza.

Juan José Padilla, silencio y dos orejas.

Iván Fandiño, dos orejas y ovación.

Antonio Nazaré, que sustituía a Joselito Adame, dos orejas y ovación.

La plaza tuvo casi media entrada.

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La sosa y floja corrida de Cayetano Muñoz condicionó negativamente el desarrollo de una corrida en la que lo más lucido salió de las telas de Fandiño y Nazaré.

Fandiño destacó por su firmeza de plantas en el primero de su lote, un ejemplar que se partió el pitón al rematar en un burladero. El vasco clavó las zapatillas en la arena y tiró de la embestida de su oponente, logrando lo mejor al natural en dos series en las que hubo entrega y verdad. El manejo habilidoso de la espada al primer intento le granjeó el doble trofeo que le abría la puerta grande.

Ante su segundo, bronco y con peligro, no se dio coba y se lo quitó de en medio sin mucho miramiento.

Antonio Nazaré recetó media docena de naturales de factura extraordinaria que todavía duran; a cámara lenta. El de Cayetano Muñoz tuvo clase aunque la casta justa, a pesar de lo cual el sevillano optó por bajarle la mano y ser fiel a su concepto. Fueron pocos, sí, pero sensacionales.

El sexto de la tarde se paró muy pronto. Antes se movió tambaleante impidiendo lucimiento estético alguno más allá del arrimón postrero.

Padilla anduvo claramente molesto en el que abrió plaza, un toro que arrollaba con violencia y al que pasaportó con premura. En su segundo pudo enmendarse parcialmente, ofreciendo su personal repertorio de series de muletazos de tres y el de pecho, con martinete incluido.

No hubo profundidad pues el de Cayetano Muñoz acometía a media altura cuando no con la cabeza alta. En el tramo final, una vez el toro se volvió un marmolillo, se dejó llegar los pitones al bordado, siéndole concedidas dos generosas orejas tras pinchar en el primer viaje.

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