Del Santo Mauro al Eugenia de Montijo: palacios que se convirtieron en hoteles

  • No hace falta pertenecer a la alta nobleza para descansar a cuerpo de rey. La prueba está en estos históricos edificios.
El lobby del hotel Eugenia de Montijo © Fontecruz Hoteles
El lobby del hotel Eugenia de Montijo © Fontecruz Hoteles

Presumir de apellidos o de patrimonio ya no es condición sine qua non para sentir lo que duques y marqueses sintieron décadas o siglos atrás. Las dificultades de mantener económicamente edificios colosales, la imposibilidad de engendrar descendencia o temas más sencillos, como haberse deshecho de algunas propiedades, son algunos de los motivos que han llevado a que históricos palacios se hayan convertido hoy en algunos hoteles en los que lujo e historia se dan la mano.

Una edad dorada de la arquitectura que fluye a través de varios siglos, en los que la opulencia de los aposentos era frecuente en las grandes ciudades pero que también se replicaba en menor escala en otras localidades. De este modo, potentados ligados a la monarquía o poderosas casas nobiliarias encontraron una forma de reivindicar su posición social mediante estas construcciones. Símbolo de esplendor pretérito y ahora testigo mudo del paso del tiempo, algunas de estas magníficas edificaciones han sido restauradas y remodeladas por diversas empresas hoteleras, que añaden a sus portafolios la oportunidad de disfrutar de unas noches bañadas por la historia.

Gran Meliá Palacio de los Duques, Madrid. 5*

Sobre lo que fue el antiguo Hotel Ambassador se abre ahora este Gran Meliá Palacio de los Duques, uno de los más especiales de la compañía balear. La obra, iniciada a mediados del siglo XIX por deseo del duque de Ega de Granada, Francisco Javier Azlor de Aragón e Idiáquez, fue encargada al arquitecto Matías Laviña, que siguió un esquema de patrones clásicos, fiel a la estética neorrenancetista que predominaba en la escena constructiva decimonónica. El conjunto, que también incluye al convento de Santo Domingo, fue acabado de remodelar en 2016, reivindicando el estilo clásico de la construcción en su fachada, la parte que mejor conserva la estética palaciega. Además, debido a la pasión que el duque sentía por el arte, en especial la pintura, el hotel se decora con profusión con motivos de inspiración velazqueña, tanto en habitaciones como en zonas comunes. Junto a ellos y también de herencia histórica están la escalera central, en madera y forja, y el claustro con bóveda acristalada, que hoy sirve como techo al lobby del hotel.

El resultado moderno son 180 habitaciones ubicadas en el corazón de Madrid, en plena Cuesta de Santo Domingo, y una propuesta gastronómica de varios niveles en las que destacan el restaurante Montmartre 1889, al estilo bistró francés, pero sobre todo el restaurante Dos Cielos, regentado por los hermanos Torres, ubicado en las antiguas caballerizas del conjunto y que proponen una cocina de dos estrellas Michelin dignas del espacio que ocupan.

El jardín histórico de Gran Meliá Palacio de los Duques © Meliá
El jardín histórico de Gran Meliá Palacio de los Duques © Meliá

Hotel AC Santo Mauro, Madrid. 5*

De abolengo madrileño, gestado al calor de la monarquía de Alfonso XIII, surgió el ducado de Santo Mauro, que recayó en Mariano Fernández de Henestrosa, un gentilhombre de la reina Victoria Eugenia que hizo valer sus derechos sobre el principado de Santo Mauro de Nápoles para convertirlo en título ducal español. Beneficiado por sus trabajos dentro de palacio, el primer duque de Santo Mauro fue una de las figuras primordiales de finales del siglo XIX madrileño y la edificación de este palacio su gran obra. Ubicado en el número 36 de la calle Zurbano, en pleno Chamberí, el edificio rompe con la tradición neorrenacentista para inspirarse en la arquitectura palaciega francesa. Ejemplo de ello son los ventanales de arco o las cubiertas de pizarra de los tejados, siguiendo patrones parisinos. El hotel, en la actualidad, es explotado por la cadena Marriott dentro de la edición Autograph Collection, destinada a hoteles de especial relevancia, pero sólo por arrendamiento, ya que los herederos del ducado siguen siendo propietarios del inmueble.

Dentro encontramos 49 habitaciones de máximo lujo, que han mantenido los detalles franceses en su decoración, siendo realmente espectaculares los altísimos salones de las zonas comunes y el jardín, con más de 1.000 metros cuadrados de extensión, que es uno de los refugios más exclusivos del centro de Madrid cuando el calor aprieta.

Vista posterior del hotel AC Santo Mauro © Marriott International
Vista posterior del hotel AC Santo Mauro © Marriott International

Hotel Eugenia de Montijo, Toledo. 5*

Ubicado en pleno centro de la capital castellano-manchega, a escasos 300 metros de la catedral toledana, el hotel Eugenia de Montijo deslumbra al viajero con un pasado esplendoroso y doblemente imperial. Renovado por decisión de la propia Eugenia de Montijo, que luego sería emperatriz de los franceses, el palacio corresponde a un curioso caso de solapamiento secular. Los orígenes del inmueble se yerguen sobre el siglo XVI, en pleno Renacimiento y coincidiendo con el esplendor toledano. Sin embargo, Eugenia de Montijo dotaría de personalidad propia al conjunto, otorgándole un estilo más propio del siglo XIX, como representa el artesonado en madera policromada de algunas salas, o la presencia de vestigios pretéritos de época mudéjar, que se encuentran en la zona que hoy corresponde al spa del hotel, que también está incluido dentro de la categoría Autograph Collection.

Consagrado a sólo 40 habitaciones, este hotel boutique representa lo más exquisito del carácter de la emperatriz, habiendo sido decorado bajo el estilo que ésta promulgó hace más de 150 años. Así, azules –el color favorito de Eugenia- e intensos tonos burdeos contrastan con las amplias columnas que sustentan la bóveda multicolor que sirve de techo al hall del hotel. Junto a ello, distribuidos en tres alturas, se abren las confortables habitaciones en las que un día paseaba la que sería última emperatriz de los franceses y una de las personas que, con sus usos y costumbres, darían pie al desarrollo de la alta costura posterior.

Habitación superior del Hotel Eugenia de Montijo © Fontecruz Hoteles
Habitación superior del Hotel Eugenia de Montijo © Fontecruz Hoteles

NH Collection Palacio de Tepa, Madrid. 5*

De lejos le viene la fama al Palacio de Tepa, mandado edificar por Francisco Leandro de Viana (1º conde de Tepa) a caballo entre el siglo XVIII y XIX. De fuerte inspiración neoclásica, como alumbraban los cánones de aquel período, el palacio cuenta con una importante presencia de huecos y aleros en sus fachadas, síntoma de esa recuperación arquitectónica de la época. La construcción, llevada a cabo por el arquitecto Jorge Durán, se extendió durante 16 años por ciertas desavenencias previas con el conde, al que el primer diseño no satisfizo. El conjunto, a pesar de encontrarse hoy relativamente enclaustrado en las confluencias de la calle Atocha con San Vicente, un importante representante de las construcciones palaciegas que se llevaron a cabo en España durante la segunda mitad del siglo XVIII, que correspondía con la proliferación de la alta nobleza cerca de la corte. Otros ejemplos de la época los encontramos en las construcciones de los palacios de Liria, Buenavista, Goyeneche o Altamira.

En la actualidad da cabida a 85 habitaciones, en las que los matices arquitectónicas de hace tres siglos son patentes, pero ofreciendo todo tipo de comodidades y una estética luminosa y minimalista. Otra de sus curiosidades es que la Fonda de San Sebastián, uno de los mesones más clásicos de Madrid y en el que las tertulias literarias y artísticas del siglo XVIII tenían lugar, se situaba en el solar previo a la edificación del palacio.

Vista exterior del NH Collection Palacio de Tepa © NH Hoteles
Vista exterior del NH Collection Palacio de Tepa © NH Hoteles

Parador de Lerma, Lerma, Burgos. 4*.

Posiblemente uno de los ejemplos mejor conservados de arquitectura herreriana fuera de Madrid se encuentre en el Palacio Ducal de Lerma. En esta pequeña localidad burgalesa, a 40 kilómetros al sur de la capital, se encuentra este monumental conjunto que preside la plaza mayor de la ciudad castellana. Ordenado edificar por Francisco de Sandoval y Rojas, 1º Duque de Lerma y valido real de Felipe III, el palacio comienza a levantarse en 1601 –fecha en la que la corte española vuelve a Valladolid, permitiéndole a Sandoval y Rojas estar muy cerca del rey- y termina en 1606, una construcción vertiginosa para los estándares de la época que obedecen a la buena posición del duque. Gestor de las finanzas públicas y hombre fuerte del rey, el duque de Lerma contó con los mejores medios y el mejor arquitecto de la época para levantar este suntuoso palacio, al que se retiraría en los años 20, tras haber sido defenestrado de la vida pública.

De buena organización en el plano, el palacio dispone de una construcción sencilla pero bien medida a base de arcos de medio punto, friso corrido y cuatro torres en cada ángulo, dando al conjunto un aspecto majestuoso y armónico. La ironía de la construcción, que desconocía Felipe III hasta descubrir la obra, está en que el palacio disponga de cuatro torres –algo inusual para la época porque sólo los palacios reales podían tener más de dos-.

En la actualidad y desde 2003, tras una intensa reforma, es un Parador de Turismo que cuenta con 70 habitaciones, una impresionante bóveda central intramuros y un gran jardín exterior, en la parte posterior del conjunto. Además, gracias a su carácter histórico, las paredes de todo el conjunto se encuentran adornadas como en tiempos pasados, con lo que sumergirse en el esplendor de los Austrias es una tarea más que sencilla.

Vista nocturna de la fachada del Palacio Ducal de Lerma © Paradores
Vista nocturna de la fachada del Palacio Ducal de Lerma © Paradores
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