Un libro recoge las delicias gastronómicas diarias en los 19 parques de bomberos de Madrid

  • Madrid.- Los bomberos están poniendo el listón muy alto al resto de los mortales: son valientes, tienen cuerpos imponentes y, aunque poca gente lo sepa, son grandes virtuosos de la cocina capaces de marcarse durante una guardia unos canelones de bacalao y setas o unas torrijas estilo "incendio sofocado".

Un libro recoge las delicias gastronómicas diarias en los 19 parques de bomberos de Madrid
Un libro recoge las delicias gastronómicas diarias en los 19 parques de bomberos de Madrid

Madrid.- Los bomberos están poniendo el listón muy alto al resto de los mortales: son valientes, tienen cuerpos imponentes y, aunque poca gente lo sepa, son grandes virtuosos de la cocina capaces de marcarse durante una guardia unos canelones de bacalao y setas o unas torrijas estilo "incendio sofocado".

La sensibilidad culinaria de este gremio queda al descubierto en "Que no se te apague el fuego" -editorial Espasa-, un libro que recoge las delicias gastronómicas que se degustan a diario en los 19 parques de bomberos de la Comunidad de Madrid.

El trabajo del bombero es peligroso y requiere una gran forma física y mucha fortaleza emocional, pero también conlleva muchas horas de espera. Y esas horas se hacen más llevaderas en la cocina y alrededor de una mesa.

"Nos juntamos entre 12 ó 13 personas para hacer la comida, la cena, el desayuno y la merienda de todos. Siempre hay alguno que llega con una receta distinta y el que no cocina, hace de pinche o friega. Al final te haces cocinilla, quieras o no", ha explicado a Efe uno de los responsables del libro, el bombero Germán Castro.

Para poner en marcha el recetario junto a su compañero Víctor López, Castro ha accedido a los secretos culinarios de los bomberos madrileños y ha contado además con la colaboración de 20 grandes chefs -entre ellos Juan Mari Arzak, Sergi Arola o Andoni Luis Aduriz-, que les ceden algunas recetas.

Y es que el libro se ha concebido para dos buenas causas: conseguir financiación para acudir a las olimpiadas de bomberos de Nueva York y contribuir a la Fundación Bertín Osborne para niños con lesiones cerebrales.

Como "el calendario está un poco pasado de vueltas", los bomberos madrileños han optado por seducir a través del gusto y de su faceta de hombres apañados.

Y para lograrlo ponen sobre la mesa lasaña de calabacines, arroz caldoso con carabineros, canelones de bacalao y setas, pavo navideño, pastel de gambas con mejillones o cuajada de coco con toques tropicales.

"Queríamos que la gente viera que cocinamos más o menos lo que ellos, pero con un toquecillo distinto", ha reconocido el bombero.

El riesgo de su profesión sabe distinto tras comer canelones al 112, arroz castizo a la intervención en altura, arroz columna de humo negro, fideuá 'bomberil', macarrones gratinados al incendio o flan de socorro. Castro ha asegurado que el humor negro es una constante en el gremio.

Como reclamo, los bomberos aparecen en simbólicas y suculentas fotografías celebrando una "última cena", haciendo la compra, preparando una fogosa barbacoa, dándose un baño de chocolate o recolectando hortalizas del huerto -es común que haya parcelitas de cultivo en los parques-.

A Castro le encantaría que este libro sirviera para difundir una imagen distinta de los bomberos, para hacerlos deseados por algo distinto a su cuerpo.

Ahora bien, no todo el monte es orégano y no hay que fiarse de las apariencias. Los bomberos son muy pillos -"como si fuéramos niños de doce años"- y Castro ha explicado que hay que estar muy despierto para no beberse un café sazonado, no tomarse una sopa aderezada con harina o comerse una fabada con piedras.

Son "muy marujillas": "Somos como peluqueras, porque acribillamos a todos y hablamos de todo menos de lo que hay que hablar", ha confesado un Castro socarrón. Así que, como alguno no esté muy atinado con el menú, tendrá que soportar la sorna y el "sambenito" durante meses.

La exquisitez tiene un lugar en el parque de bomberos, pero las urgencias del trabajo hacen que a veces el arroz se pase o la fabada se quede a medio hacer, porque todos tienen que salir corriendo. Afortunadamente, estos profesionales sibaritas siempre están alerta.

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