Un vallisoletano vuelve de Sudamérica con una mochila de "lecciones de vida"

  • Valladolid.- El vallisoletano Diego Rayaces, de 32 años, ha recibido las mejores enseñanzas, "el mejor aprendizaje" de su vida, según declara en una entrevista concedida a Efe, durante los seis meses que ha recorrido en solitario y con la mochila a cuestas Sudamérica.

Valladolid.- El vallisoletano Diego Rayaces, de 32 años, ha recibido las mejores enseñanzas, "el mejor aprendizaje" de su vida, según declara en una entrevista concedida a Efe, durante los seis meses que ha recorrido en solitario y con la mochila a cuestas Sudamérica.

"Ha sido un aprendizaje continuo. Lo primero, a respetar otras culturas. También impacta la necesidad que he visto, la cual me ha ayudado a valorar realmente lo que tenemos aquí, nuestra ciudad y lo que nos quejamos a veces por tonterías. Ver mundo es la mejor universidad posible y pudiéramos decir que este viaje me ha cambiado, me ha abierto la mente", apunta el protagonista.

"Un sueño cumplido", reconoce, que surge de su espíritu viajero y que planeó con ahínco y coraje hace ya algo más de un año. Por aquel entonces se decidió a dejar su trabajo en una fábrica, su piso de alquiler y vender su coche para acometer esta odisea que le ha llevado a conocer Argentina, Chile, Perú, Bolivia y a sí mismo.

"Me líe la manta a la cabeza y dije... no hay vuelta atrás. Tenía el sueño de irme lo más lejos posible. Mi familia y mi novia lo entendieron", explica Rayaces, quien llenó 20 kilogramos de mochila con un "kit" de supervivencia elemental para exprimir un viaje que comenzó el 4 de octubre de 2010 y concluyó el pasado Jueves Santo.

Seis meses de vistas naturales espectaculares, monumentos históricos colosales, ciudades europeizadas, kilómetros de caótico vergel en la selva amazónica, muchos amigos, algunos de ellos "para toda la vida", precariedad y mendicidad extrema. Todo ello retratado y descrito en su blog (http://diegoloblog.blogspot.com), el cual actualizaba cuando podía a lo largo de su travesía.

Un viaje "bastante improvisado", pues si no le gustaba lo que veía se "marchaba", y solapado por el fatigoso transporte público. Comenzó en Buenos Aires, para después visitar Ushuaia, la Patagonia y Mendoza antes de pasar a Chile para recalar en Santiago de Chile y Valparaíso.

Después regresó a Argentina para recorrer su zona norte antes de llegar a Bolivia, el país que más le impresionó. "Allí me di cuenta de que estaba realmente en el tercer mundo. Es un país muy pobre, con mucha miseria y suciedad. Hay muchos mendigos en la calle y la situación política es bastante mala, con muchas protestas y conflictos sociales", describe.

Problemas que condensa en instantáneas, imágenes que le vienen a la mente como la de un niño "esnifando" pegamento u otras que le llegaron desde el telediario como el problema de la "especulación alimentaria" o el hecho de que un niño muriese de rabia. Las lecciones de vida más duras pero las más importantes para Diego Rayaces.

Semanas después se dejó llevar por la belleza de paraísos naturales como Salar Uyuni y la "bestialidad" de las cataratas de Iguazú. Lo hizo antes de viajar a Perú, aterrizar en Lima y recorrer su parte norte hasta adentrarse en la Amazonía en época de lluvias, lo que le privó de llegar hasta Brasil remontando el Amazonas.

"Un afluente de un afluente del Amazonas era como doce veces el Pisuerga", detalla Rayaces, quien modificó su ruta para regresar de nuevo a Bolivia, donde admite que pasó verdadero miedo durante sus largos trayectos en autobús.

Así hasta que regresó a Buenos Aires, donde apuró sus últimas semanas en Sudamérica. Buenos amigos, vistosos monumentos, tranquilidad y un menor desembolso económico regaron las últimas jornadas de un viaje que considera le ha servido más que innumerables horas de diván.

"Soy un chico muy tímido y creo que ni un psicólogo podría haber hecho este trabajo. Me he abierto mucho, lo que ha hecho todo más fácil. Ha sido una vivencia que he disfrutado con mucha intensidad", relata Rayaces.

Pero tenía ganas de regresar a España y volver a ver a la familia que tan mal lo ha pasado durante los meses de su ausencia. Lo ha hecho entero y con fuerzas para empezar de nuevo y buscar un nuevo trabajo. No le asusta la crisis, más bien, después de lo que ha visto, cree que no existe.

Mientras encuentra ese trabajo también aprovechará para dar a conocer su aventura a través de las fotografías que ha capturado. Los paisajes naturales y arquitectónicos centran la esencia de su objetivo, aunque también recogió con crudeza la mendicidad boliviana.

Ha encontrado sala de exposiciones para octubre. El lugar para exhibir el resultado de su "hobby" y mostrar una veintena de imágenes que den a conocer una experiencia vital que le ha enseñado a valorar lo que tiene, lo que "realmente importa", sentencia.

Antonio Aragón

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