Náutica

Mirando al mar: la reinterpretación del diseño de los yates de lujo

Los nuevos yates revisan su diseño para ganar espacios de ocio abiertos y en contacto con el agua y el sol.

Un amplio 'beach club' remata la popa del Wider 165 Cecilia, un espacio personalizable  según los deseos del armador, para albergar desde una pasarela de buceo hasta un spa.
 

El 'Beach Club' es la última tendencia en el mundo del diseño de la náutica de superlujo. Es uno de los elementos imprescindibles que, independientemente del tipo de casco —rápido, lento, explorador, lanzadera o yate motorizado—, los armadores piden para sus barcos, sobre todo para los grandes y muy grandes, es decir súper, mega o gigayates. La demanda de ambientes internos (cada vez más amplios para poder ser aprovechados y arreglados según los gustos del armador, casi como si fueran villas de lujo o casas de playa) ha obligado a los diseñadores a planear cascos más largos y extremadamente anchos, a veces incluso altos, hasta de cinco o seis puentes. Dimensiones excepcionales que a veces superan los cien metros y que, paradójicamente, no siempre facilitan que los huéspedes disfruten por completo el elemento para el cual estas maravillosas embarcaciones están destinadas: el mar. De hecho, para los puentes externos, a veces se piden jacuzzis de diferentes dimensiones y hasta verdaderas piscinas con agua de mar para refrescarse y nadar.

El Azimut S10 está destinado a la vida al aire libre, con un espacioso 'beach club'  e innovaciones para aprovechar el espacio de la bañera, la proa y el techo.
 

Sin embargo, es el beach club el elemento que acerca a los huéspedes al mar. Habitualmente se encuentra en la popa del barco, en la porción de casco que anteriormente los diseñadores destinaban al garaje de servicio: un espacio tan amplio que puede acoger varios ambientes y todos los juguetes de la embarcación, incluyendo el centro de buceo. Una distribución, sin duda, mucho más placentera para los ocupantes que cuando se dedica únicamente al garaje, con una función puramente técnica para botadura y atoaje de los medios de servicio.

Así, el elemento que crea la verdadera unión entre los huéspedes a bordo y el mar es el puente de mando de la popa, llamado también deck, una plataforma que, a pesar de haberse alargado cada vez más en los sucesivos diseños, puede ser usada solo para uso recreativo, sobre todo para bajar o subir del mar. Las primeras unidades que proponían una disposición diferente de la popa para poder disfrutar del mar fueron lanzadas en los primeros años del 2000, pero el fenómeno beach club se ha difundido solo en tiempos recientes, tanto que se ha vuelto de vanguardia, sobre todo gracias a la tecnología. Dar un nuevo uso a los garajes, transformándolos en áreas bord de mer, algo así como un paseo o una terraza marítima junto al agua, con bar, lounge y hasta un centro wellness o un gimnasio, no ha sido difícil; más bien, la dificultad pasaba por encontrar un lugar alternativo para acoger todos esos normalmente aparatosos accesorios de la embarcación sin mermar su posibilidad de uso y, por supuesto, sin afectar tampoco al espacio habitacional interior. 

El 48 Wallytender cuenta con paredes abatibles en la popa para aumentar el espacio del solárium. 
 

Una redistribución de áreas

Efectivamente, encontrar ese nuevo espacio alternativo ha sido la principal dificultad. Porque repensar los barcos desde el punto de vista del diseño y la distribución de sus áreas ha implicado una profunda revisión de los planes, de los cálculos estructurales y de las instalaciones, ya que para crear un garaje útil hay también que hacerlo accesible con aberturas y movimientos, hoy en día muy comunes en muchísimos yates. Así, muchas de las embarcaciones modernas no solo se abren en la popa para que el beach club sea más accesible, sino también en la proa, para acomodar estos garajes.

Pero también cada vez más a menudo, para potenciar la relación directa entre los huéspedes y el exterior, se están construyendo en los grandes barcos espacios abiertos en la parte superior del barco y cerca de las cabinas, sobre todo de la del armador, zonas que se han dado en llamar balcones. Se trata de verdaderas terrazas sobre el mar que se crean tras abrir una porción del casco, gracias a una trampilla por la que se accede simplemente pulsando un botón. El manejo es muy elemental; sin embargo, el mecanismo es muy complejo, ya que tiene que ser siempre eficiente y, sobre todo, seguro. 

Seven Sins, el yate de 52 metros construido por Sanlorenzo, cuenta con una piscina con flujo de agua para nadar, además de un amplio 'beach club' con garaje que se puede inundar para manejar el bote. 
 

Otras aberturas se encuentran a menudo donde los huéspedes disfrutan de la vida en común, es decir, en el puente principal, donde los yates habitualmente tienen su salón. En este caso son los baluartes de la embarcación los que se abren y vuelcan, limitando los corredores externos del puente pero, a la vez, creando una mayor superficie que se puede aprovechar en conexión con los espacios internos. Una solución de gran impacto estético y funcional especialmente aconsejable cuando la embarcación se destina a alquiler, un uso para el que es prioritario contar con la máxima amplitud y aprovechar los espacios comunes. 

Espacios multifuncionales

Sin embargo, en los últimos tiempos, este tipo de aberturas y movimientos empiezan a conquistar también barcos de dimensiones más pequeñas, incluso de menos de 10 metros de eslora. A bordo de estas embarcaciones los huéspedes no tienen problemas de contacto con el mar, más bien de espacio interno, ya que es limitado, sobre todo en la anchura. En este caso, la solución técnica para poder obtener una superficie mayor implica derribar una porción de los baluartes del barco, en particular los de la popa. Sobre todo para barcos de más de 10 metros de largo y hasta los 24, no faltan soluciones más articuladas y costosas que logran transformar un casco casi en una plataforma, basadas en una tecnología refinada que garantiza eficiencia y confiabilidad. En los yates de dimensiones muy grandes, así como en los menos imponentes, los interiores que habitualmente se usan para las partes más expuestas al sol y al mar son del tipo free standing, que se pueden mover y modular según el gusto, como si se tratara de un verdadero beach club en la playa. Esto incluye camastros, chaise longue, butacas y mesitas, a veces sombrillas y cortinas sujetadas a maderamen de carbono para proteger el área del sol, sin olvidar accesorios y comodidades de todo tipo, para que los días a bordo del barco sean verdaderamente inolvidables.

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