Darse cuenta de que uno no llega a la planta de Goodwood no es nada fácil Una rotonda, un cartel que reza Rolls-Royce y una entrada que parece la de una opulenta hacienda. No se ve nada al entrar, solo un césped cuidado como solo la climatología y los ingleses son capaces de conseguir y unos pequeños árboles. Nada se intuye, nada se vislumbra, la planta no existe para el ojo humano y el silencio niega su existencia.
Luis RamírezLa luz es el elemento más sorprendente de la planta Goodwood. Los operarios trabajan en todo momento con una luz natural que incide en las carrocerías listas para ser ensambladas. Grandes claraboyas de forma escultural ponen la iluminación en la planta de oficinas y servicios (Foto: Dani Gallego).
Luis RamírezTras coronar un rasante de la carretera de entrada, aparece, entre estanques plagados de plantas acuáticas, un edificio en forma de 'U' con una superficie total de 35.000 metros cuadrados Es la tan buscada planta de producción de Rolls Royce. ¿Qué razón había para que no la viéramos? Tan sencilla como inesperada. Está construida en una hondonada del terreno y solo tiene dos alturas. Su cubierta queda enrasada con la campiña, de hecho, está recubierta por césped en su totalidad, de modo que se mimetiza con el que la circunda. No cabe duda, su arquitecto, Sir Nicholas Grimshaw acertó de pleno. (Foto: Dani Gallego).
Luis RamírezCuando se accede a la planta por la puerta principal, situada en el ala izquierda del edificio, uno se percata de que el silencio es el principio de funcionamiento en Goodwood. Allí trabajan 500 personas, 350 de ellas en la planta, es decir, en las áreas de pintura, línea de montaje, madera, cuero, costura, calidad, verificación, pruebas, etcétera. (Foto: Dani Gallego).
Luis RamírezLa visita a la planta se inicia desde arriba, observando detrás de uno cómo se acumulan las carrocerías pintadas con el color elegido por el cliente y delante, el comienzo de la operación de ensamblaje. El área de pintura no se puede visitar por razones ambientales. (Foto: Dani Gallego).
Luis RamírezCada día salen de la línea de montaje cinco coches, aunque cada uno de ellos requiere unas 260 horas de trabajo artesanal. En la línea, el primer ruido, mejor dicho, sonido mitigado, es el de los destornilladores eléctricos. Más adelante, una vez se ensambla en un área aparte el chasis con la mecánica, procedente de la planta de BMW de Dingolfing, se realiza la 'boda (unión del chasis con la carrocería) sin el menor murmullo, y menos aún cuando se montan los elementos de interior del coche todos según los requerimientos previos del cliente. El coche está acabado, pero el proceso, no. (Foto Dani Gallego).
Luis RamírezElegancia discreta, modernismo y proporciones perfectas caracterizan al Phantom que se construye en Goodwood. Sus dimensiones, 5.84 metros de longitud , casi dos metros de altura, dan idea de cómo se puede viajar en un interior en el que distinción y lujo se unen para ofrecer su mejor apariencia.
Luis RamírezLa construcción artesanal del Phantom exige que en muchas de sus etapas tengan protagonismo unos operarios especializados en oficios que ya no se ven en las fábricas de coches. Sorprende que en Goodwood solo trabajen dos robots, pero no que BMW haya mantenido un modo de hacer en el que la mano del hombre pone un sello especial de calidad y distinción. (Foto: Dani Gallego).
Luis RamírezLos departamentos de madera y cuero son el 'sancta sanctorum' de la planta. En ellos solo tiene cabida la mano del hombre. En el de la madera se trabajan las más preciosas- roble, nogal, arce, caoba- con limas, tijeras, planchas y pegamentos para logar la perfecta simétrica de las vetas y de los nudos de las piezas que tienen que revestir el habitáculo del coche. No es cuestión de tiempo , el resultado no puede ser otro que la perfección. Lo mismo sucede en el del cuero. Un total de 16 pieles, cortadas en 450 piezas, se emplean en cada coches. (Foto: Dani Gallego).
Luis Ramírez