Ca-ma-re-ro-ro-bot-en-A-sia-O-rien-tal

  • Cada vez más restaurantes en Asia están apostando por los camareros-robot. Sus imperfecciones son muchas, pero mientras los ingenieros investigan, la pregunta es otra. ¿Estamos preparados para que un robot nos atienda? ¿Podrán recomendarnos platos en base a nuestros gustos?
¿Estamos preparados para que un robot nos atienda? ¿Podrán recomendarnos platos en base a nuestros gustos?
¿Estamos preparados para que un robot nos atienda? ¿Podrán recomendarnos platos en base a nuestros gustos?
Getty
Patrick Winn, Bangkok (Tailandia) | GlobalPost

Intrépidos e inmunes a la fatiga, los robots ya han sustituido a los humanos en algunas tareas. Tan sólo hay que preguntarles a los pilotos de combate, a los trabajadores del sector del automóvil y a los dependientes de las grandes superficies.

Ahora, al menos en Asia, los robots ya se están empezando a hacerse un hueco en otra ocupación laboral: camareros.

La tendencia ya es oficial. En los últimos tres años los robots que sirven comidas ya han aparecido en Japón, Corea del Sur, Hong Kong y China. Uno de los más recientes locales en emplear robot-camareros es un restaurante japonés en Bangkok, que incluso los ha vestido con armaduras de samurái y espadas de juguete.

Pero ¿nos espera una oleada de robot-camareros en el mundo desarrollado? Quizás, según indican algunos expertos en robótica, aunque advierten que estos artilugios seguirán siendo durante bastante tiempo menos competentes que los humanos.

De hecho, los camareros humanos están hechos de una pasta bastante robusta, reconoce Illah Nourbakhsh, profesor del Instituto de Robótica de la Universidad Carnegie Mellon. Su ventaja es la personalidad, lo más difícil de replicar en el mundo de la robótica.

"El robot no puede bromear, o hacer recomendaciones, como 'Tienes que probar este postre, porque yo lo tomé la semana pasada y te va a encantar'", asegura el profesor.

En realidad, estos camareros artificiales apenas pueden mantener una conversación. De momento, los que se ven en Asia parecen salidos de un local para fiestas infantiles. Algunos pueden interpretar órdenes básicas de voz, al igual que hacen los teléfonos móviles de gama alta, y las bandejas de comida sólo las pueden servir siguiendo rutas predeterminadas.

Pero es que además salen más caros que el personal humano, especialmente en Asia, en donde por un turno de 10 horas sirviendo mesas se paga menos de 10 euros. Los dos robots-camarero del Restaurante Hajime Robot de Bangkok, por ejemplo, han costado 655.000 euros.

Estos artilugios sí pueden suponer sin embargo un anticipo al autoservicio tipo cajero automático en los restaurantes.

Como los camareros artificiales no pueden mantener una conversación, los clientes de este tipo de restaurantes tienen que teclear sus pedidos en una pantalla táctil colocada sobre la mesa o en la barriga del robot. Se cree que este esfuerzo hará que poco a poco la gente se vaya animando a hacer más pedidos de comida a través de máquinas, al igual que los humanos ya se han acostumbrado a sacar dinero del banco de una máquina y a escanear su propia comida en los supermercados.

"Al principios este tipo de tecnología puede ahuyentar a la gente. Pero eventualmente la mayoría de nosotros aceptará esta posibilidad como una opción que está ahí si se quiere usar", afirma Henrik Scharfe, profesor adjunto de la Universidad de Aalborg en Dinamarca.

El trabajo de Scharfe se centra en la respuesta emocional de los humanos a los robots. Su robo-clone (perilla canosa incluida) es tan desconcertantemente parecido a él que ya es una celebridad en YouTube. Pero incluso Scharfe admite que "si te gusta conversar, o hasta coquetear un poco con la camarera", los robots actuales no son satisfactorios.

Es el caso de Yumbo, por ejemplo, el robot que estrenará este año la popular franquicia tailandesa MK. Unos diez locales contarán con un camarero Yumbo, que tiene la altura y la voz de un adolescente y puede transportar tan solo una bandeja de comida.

Yumbo puede decir "Feliz cumpleaños" con voz chillona y algunas otras cosas agradables en tailandés. Y gracias a las identificaciones con radio frecuencia, nunca se equivoca y lleva la comida a otra mesa. Pero Yumbo no puede solucionar cuestiones complicadas. Un robot similar ya funciona en restaurantes de Hong Kong y en la provincia china de Shandong.

Aún así, Scharfe cree que la era de robots-camareros más competentes está relativamente a la vuelta de la esquina. Al fin y al cabo los camareros y los clientes no dejan de seguir ya actualmente "un patrón de comunicación que es muy predecible", asegura.

Scharfe explica que utilizando tan sólo gestos una vez negoció el diseño de un traje, la tela y el precio con un sastre de carne y hueso en Shanghái. Hace poco hizo un pedido de comida en una tienda japonesa tan solo señalando los productos. En escenarios tan predecibles, dice, los robots pueden desempeñar el papel de meros recepcionistas, siempre que los humanos estén dispuestos a tolerar "una interacción imperfecta".

"Ambas partes entienden claramente la situación y el papel que desempeñan", afirma. "Por eso es relativamente fácil tener a una máquina desempeñando un papel en ese juego".

Pero Nourbakhsh se muestra menos convencido. Cree que en un futuro no tan lejano algunos empresarios emprendedores intentarán desarrollar robots-camareros con suficiente inteligencia artificial como para mantener una conversación amena. "Y esa idea fracasará", predice. "La gente asumirá que el robot tiene más inteligencia de la real. Pero no será capaz de responder a muchas preguntas. Y será muy aburrido".

La otra gran carencia de los robots es su movilidad. Son mucho menos flexibles que los camareros de carne y hueso. Los prototipos utilizan sensores de movimiento para evitar los obstáculos, y evitan las colisiones reduciendo la velocidad o deteniéndose. De momento, tienen que seguir además un camino ya marcado en el suelo con marcas blancas.

"En un lugar con mucho movimiento, con otros camareros moviéndose y con niños de seis años corriendo al baño, los robots tienen que moverse lentamente y con mucho cuidado", explica Nourbakhsh. Eso significa que si la comida viaja en pinzas en lugar de manos, se puede acabar enfriando en el camino hacia la mesa.

Mostrar comentarios