Conoce la otra frontera del contrabando en América del Norte

  • La fama se la lleva México, pero el límite de EEUU con Canadá tampoco se queda corto. Cigarrillos, marihuana, cocaína, metanfetaminas, fármacos, armas e incluso inmigrantes ilegales. Con todo esto trafican los indios mohawk para buscarse la vida, según las autoridades de EEUU.
Control de fronteras entre EEUU y Canadá
Control de fronteras entre EEUU y Canadá
Getty Images
Lorraine Mallinder, Akwesasne (frontera EEUU-Canadá)

Es un juego nocturno diario del gato y el ratón. Al amparo de la oscuridad, los contrabandistas cruzan el río St. Lawrence en motos de nieve. Cuando el tiempo se torna más cálido las cambian por lanchas fueraborda, y con ellas esquivan a toda velocidad las islas del río en sus maniobras para burlar las patrullas a ambos lados de la frontera entre EEUU y Canadá.

Desde los tiempos de la ley seca, el crimen organizado ha utilizado la reserva de indios mohawk de Akwesasne como vía para sus cargamentos ilícitos. Antaño se trataba del contrabando de alcohol; hoy, según un portavoz de la Patrulla de Fronteras de EEUU, el negocio lo hacen con cigarrillos, marihuana, cocaína, metanfetaminas, fármacos, armas e incluso inmigrantes ilegales.

Hasta ahora EEUU ha centrado la mayor parte de sus planes de seguridad en su frontera con México. Pero la permeable frontera del norte está empezando a redoblar la vigilancia tras la reciente advertencia de la Oficina de Responsabilidad Gubernamental de EEUU (GAO) sobre un mayor riesgo de terrorismo a través de esa zona.

Tan sólo unos 50 kilómetros de una frontera de casi 6.500 kilómetros "alcanzaron un nivel aceptable de seguridad" el año pasado, indica la GAO en un informe publicado en febrero.

La reserva india está dividida en tres partes entre el estado de Nueva York y las provincias canadienses de Ontario y Quebec. Organizaciones criminales como la mafia rusa e italiana llevan muchos años sacando provecho de esta selva jurisdiccional, organizando redes de contrabando al margen de las dos fuerzas policiales de nativos que hay en el territorio mohawk y también de las múltiples agencias gubernamentales que operan a ambos lados de la frontera.

Para mover bienes a través de la frontera los grupos del crimen organizado contratan a menudo a gente de la zona. El territorio soberano mohawk, con su tradicional hostilidad hacia las autoridades exteriores, es un terreno fértil pare el reclutamiento. Un cartel en una de las principales vías de la reserva dice que la Patrulla de Fronteras de EEUU, la Policía del estado de Nueva York, el FBI y otras entidades son "terroristas".

Al no abundar las ofertas laborales, los habitantes locales son fácilmente seducidos por la promesa de dinero rápido.Hannah Lazare, que trabaja en un centro de empleo local, conoce demasiado bien las tentaciones del contrabando. Ella misma hizo sus pinitos cuando era joven. Los contrabandistas más jóvenes pueden ganarse unos 200 dólares por dejar un lote de cajetillas de tabaco al otro lado de la frontera, afirma.

"Cuando cumplen 19 años y les detienen o tienen antecedentes delictivos, intentan cambiar. Pero cuando ven que no pueden encontrar un trabajo, vuelven a hacerlo". Calcula que más de la mitad de los habitantes de la reserva están implicados en el fraude "de un modo u otro".

Ese dinero fácil ha traído otros quebraderos de cabeza. Tal y como lo explica un albañil local, un montón de chavales de la reserva "son adictos al oxy", el OxyContin, un analgésico altamente adictivo del que cada vez hay más contrabando por la frontera canadiense.A un dólar por miligramo en el mercado negro (las pastillas suelen ser de 40 u 80 miligramos, y los grandes adictos pueden estar consumiendo hasta 10 pastillas al día), es un hábito que resulta muy caro. "Observamos que hay un aumento en los pequeños robos. Los que tienen que mantener su adicción roban y atracan negocios", asegura el jefe de la policía tribal, Andrew Thomas.

A tiro de piedra de la frontera invisible entre el estado de Nueva York y Quebec, una joven madre juega al baloncesto con críos de la zona. En un mundo de oportunidades limitadas, el contrabando era una opción profesional atractiva cuando iba a la escuela, reconoce.

Hay numerosas historias de éxito que emular en la reserva. Su tía y su tío pasaron de vivir en"un tráiler de mala muerte a tener una casa de tres pisos" cobrando un impuesto a las personas que hacían contrabando de cigarrillos a través de su jardín al borde del río. Pero ella admite estar harta de ese panorama, cansada del daño que se le está creando a la comunidad. Perdió a su primo por culpa del contrabando; le robaron y asesinaron cuando iba a hacer una entrega de dinero.

En esta profesión no dejan de ser frecuentes los accidentes laborales, y tampoco los accidentes en motos de nieve o lanchas. El río se lleva cada año un puñado de vidas.

Entre el tintineo de las luminosas máquinas tragaperras, una mujer que trabaja en la tienda de regalos del casino de la reserva confiesa que alguien de su "círculo más íntimo" se murió atrapado bajo el hielo. Conduciendo a toda velocidad en la oscuridad, con las luces apagadas, es fácil perder el camino. "Hay zonas en donde tan sólo hay una fina capa de hielo sobre el río. Tienes que saber cuáles son", asegura.

Como indica Lazare, comparado con el dineral que ganan las mafias con esos cargamentos ilegales, los contrabandistas locales no logran más que calderilla por arriesgar sus vidas. Pero espera que las cosas mejoren.

"Creo que estamos mejorando. Nuestra comunidad está más educada, sabe más sobre las cosas", dice. "Espero que en 20 años sólo el 10 por ciento se dedique al contrabando, y que el resto esté trabajando o en la escuela".

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