Estas son las bandas que controlan y riegan de espanto las cárceles de Brasil

  • Un nuevo motín desencadenado en la Penitenciaria Estatal de Alcaçuz, en Río Grande del Norte, se ha saldado con al menos 30 muertos.

    Detrás de la ola brutal de peleas y reyertas en las unidades carcelarias se esconde la puja por el control del narcotráfico en el país con la mayor tasa de hacinamiento del planeta. 

Reclusos de la cárcel de Alcaçuz caminan desnudos en un patio interior.
Reclusos de la cárcel de Alcaçuz caminan desnudos en un patio interior.
Diego Caldentey
Diego Caldentey

La sangría en las cárceles de Brasil no se detiene. Cada semana un suceso se encarga de opacar, por sus escalofriantes magnitudes, al anterior. Uno a uno van sumando víctimas que mueren de la manera más violenta y salvaje. Ahora ha sido el turno del enésimo motín, esta vez registrado en uno de los módulos penitenciarios de la cárcel de Alcaçuz, la más importante del estado de Río Grande del Norte.

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Este fin de semana allí han muerto al menos 30 reclusos en un recinto penitenciario en el que viven casi mil, según ha informado el Gobierno brasileño al diario 'Folha do Sao Paulo'. El motín ha sido originado por una pelea entre clanes enfrentados, como viene pasando en las últimas semanas. Lo ocurrido en el gigante sudamericano ha vuelto a instalar como una cuestión de estado el tema del hacinamiento en las unidades carcelarias y la situación deplorable en la que se encuentran miles de reclusos.

Pero detrás de tantas muertes lo que en verdad asoma es el colapso del sistema carcelario y el fracaso rotundo de la mastodóntica red penitenciaria brasileña, que naufraga y se consume en sus miserias. Este año ha comenzado de la peor manera en Brasil. El primer día de 2017 ha acabado con 56 reclusos masacrados en el Complejo Penitenciario Anísio Jobim (Compaj), de Manaos. De ese bestial suceso al nuevo motín en Alcaçuz sucedido hace escasas horas, distan pocos días, pero los montículos de fallecidos siguen engrosándose.

Otras cuatro personas fueron asesinadas en la Unidad de Prisión de Puraquequara (UPP), en una zona rural de Manaos, mientras que en una cárcel del estado de Paraíba hubo otras dos víctimas a comienzos de año. En el estado de Roraima 33 presos fueron brutalmente asesinados días después en un supuesto ajuste interno de una banda criminal. Esos son los casos más relevantes en apenas dos semanas de transcurrido 2017, aunque también se están produciendo asesinatos por 'goteo' o de menor magnitud en decenas de centros penitenciarios en estos días.

Detrás de ese infierno hay casi una veintena de bandas que controlan las cárceles brasileñas. Riegan de sangre, muerte y espanto los pasillos y calabozos del país con mayor hacinamiento en sus penales del planeta. La lucha por el control de las unidades carcelarias (especies de 'mini-ciudades intramuros, debido a su magnitud) entre los grupos Primer Comando de la Capital (PCC) de Sao Paulo y el Comando Rojo (CV) de la ciudad de Rio de Janeiro, aliado al Frente del Norte (FDN) genera enfrentamientos sanguinarios entre los reos y se torna una de las piezas angulares del asunto.

La lucha abierta entre estos grupos ha sido el disparador de las masacres ocurridas en los estados brasileños de Manaos y Roraima. También ahora en Río Grande del Norte. "El conflicto no terminará pronto", ha alertado en este sentido la investigadora brasileña en asuntos de violencia, Camila Dias.

El PCC, surgido del crimen callejero de Sao Paulo, busca ampliar sus negocios en Paraguay, Bolivia, Colombia y Perú para dominar el ciclo del tráfico internacional de drogas, según el secretario de cooperación internacional de la Fiscalía General de Brasil, Vladimir Aras. El PCC busca el monopolio del crimen organizado brasileño y tiene como objetivo dominar la cadena productiva del narcotráfico.

La denominada 'Familia o Frente del Norte', en tanto, es aliada en la organización del narcotráfico del mencionado grupo Comando Rojo de Río de Janeiro, la segunda facción más poderosa de Brasil después del PCC. "Hay una guerra entre dos organizaciones que siempre habían sido aliadas y que ahora buscan el control de cárceles en las que están juntos", ha asegurado Dias, investigadora de la Universidad Federal del ABC y autora de varios estudios sobre el crimen organizado en Brasil.

"Si hubo una ruptura en la alianza, hay que esperar una violenta reestructuración del control en las cárceles que comparten o separarlos para evitar una sangría", ha agregado la colaboradora del Núcleo de Estudios de la Violencia de la Universidad de Sao Paulo (USP) y del Foro Brasileño de Seguridad Pública.

El Comando Vermelho (Rojo) nació en la década de 1970 cuando la entonces dictadura brasileña mezcló presos comunes con políticos, y en Mato Grosso, en la frontera con Bolivia y Perú. La lucha voraz por el poder y el control de las cárceles (y, en el fondo, por el negocio del tráfico de drogas) estrangulan aún más un sistema carcelario integrado por nada menos que 622.202 reclusos (la cuarta mayor población reclusa del mundo, detrás de Estados Unidos, China y Rusia). Seis de cada 10 presos son de raza negra, y el 75% -con suerte- no tiene educación secundaria.

San Pablo es el epicentro donde los líderes de las bandas narcocriminales tras las rejas marcan las pautas y ordenan a su antojo cuándo y contra quién "actuar", iniciando peleas, motines y reyertas colectivas descomunales que luego se reproducen "en efecto catarata" por el resto de los estados. Esa ciudad cuenta con la mayor población reclusa del país. Allí reina a su antojo el PCC, que no ha dejado de fortalecerse y crecer en toda la geografía nacional.

Una pregunta de fondo se torna inevitable: ¿hasta cuándo Brasil permitirá la superpoblación en sus cárceles? Según el último Estudio Nacional de Información Penitenciaria, que fue publicado por el propio Ministerio de Justicia brasileño el pasado año, la tasa de encarcelamiento creció un ¡67%! entre 2004 y 2014. El nivel de hacinamiento en las cárceles de Brasil es hoy del 147%, el más elevado del mundo. Con semejantes cifras, todo parece indicar que la erradicación de este flagelo se tornará lenta y más que ardua.

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