Detalles de Campos y firmeza de Caballero en una tarde aburrida en Las Ventas

  • Los detalles de toreo fino de Tomás Campos y la firmeza y seguridad de Gonzalo Caballero fueron lo único reseñable de una tarde aburrida y sin sustancia por culpa del ganado, hoy en Las Ventas.

Javier López

Madrid, 21 abr.- Los detalles de toreo fino de Tomás Campos y la firmeza y seguridad de Gonzalo Caballero fueron lo único reseñable de una tarde aburrida y sin sustancia por culpa del ganado, hoy en Las Ventas.

FICHA DEL FESTEJO.- Cinco novillos de Hermanos Collado Ruiz, el quinto con el hierro del "El Cotillo", de la misma casa ganadera pero distinto encaste, aceptablemente presentados, nobles pero flojos e insulsos, a excepción del buen cuarto; y un sobrero -el sexto- de Martelilla, brusco e incómodo.

Roberto Blanco: estocada trasera y descabello (silencio tras aviso); y casi entera tendida que escupe, media tendida y dos descabellos (silencio tras aviso).

Tomás Campos: estocada (ovación tras leve petición); y cuatro pinchazos y cinco descabellos (silencio).

Gonzalo Caballero: casi media y dos descabellos (silencio tras aviso); y estocada y descabello (ovación tras aviso).

La plaza tuvo casi un tercio de entrada en tarde soleada y agradable.

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NOBLEZA SIN TRANSMISIÓN, MALA ECUACIÓN

"¡Qué emoción!" es una de las típicas proclamas irónicas que suelen escucharse muy a menudo desde el tendido "7" cuando los astados que saltan por los chiqueros de Las Ventas no aportan absolutamente nada por su falta de casta y fuerzas.

Y ese grito tan elocuente a veces, en esta ocasión puede atribuirse a la perfección para valorar de forma sucinta la novillada que echaron hoy los Hermanos Collado Ruiz. Un encierro noble, sí, que no se comía a nadie, pero insulso y blando a más no poder, excepto el buen cuarto, que, sin embargo, no consiguió remontar una tarde de lo más aburrida.

El novillo que abrió plaza evidenció su escasa fortaleza nada más hacerse presente en el ruedo, perdiendo las manos dos veces en el recibo de capote, otra a la salida de la primera vara y una más en banderillas, por lo que, como era lógico, apenas tuvo empuje en la muleta, donde claudicaba también a la mínima que se le apretaba.

Blanco, que prologó su labor con estatuarios, llevó a cabo una faena compuestita y a media altura en la que no pudo pasar de los pases sueltos, los mejores sobre la mano izquierda, frente a un novillo dócil pero que no aportó prácticamente nada.

El cuarto tuvo algo más de gas que sus hermanos, y aquí el que falló fue Blanco, que lo pasó con largura sobre ambas manos pero sin demasiadas apreturas, un punto acelerado y sin terminar de rematar los muletazos, por lo que la faena, aún voluntariosa, no rompió en ningún momento.

Campos se las vio en primer lugar con un novillo bobalicón, es decir, noble pero sin malicia alguna, y que no transmitió nada.

Lo bueno de Campos fue que supo cuidar y administrar muy bien a su oponente, que tampoco andaba sobrado de fuerzas, a base de temple y muchos desahogos para conseguir afianzarlo y robarle así un par de tandas a derechas con mucha suavidad y buena compostura, demostrando las finas formas que atesora.

Un epílogo por alto y una certera estocada pusieron fin a una obra en la que el de Llerena puso la chispa que le faltó al de Collado Ruiz, y que le valió para saludar una ovación.

No pudo tener peor suerte Campos en el quinto, un novillo que apuntó cosas buenas de salida pero que en las probaturas con la muleta se partió la pata derecha trasera, por lo no le quedó otra que pasaportarlo.

El primero de Caballero, tercero de la tarde, no cambió la decoración en el ecuador del festejo. Un novillo noblote pero sin fuerzas, y que para colmo acabaría de quebrantarse con un volatín en los primeros compases de la faena de muleta, aplomándose y renegando desde entonces cualquier tipo de afrenta por parte del madrileño que no pudo hacer nada.

Recibió Caballero con elegantes verónicas a pies juntos al sobrero de Martelilla que salió en último lugar, que desarrolló muchas complicaciones en el último tercio, muy brusco, rebrincado y orientándose según avanzaba su lidia.

Quiso mucho este joven espada, que "tragó" también lo suyo en la cara del animal con firmeza y seguridad para conseguir pases aislados de buen trazo y para justificarse también de sobra ante tantas incomodidades planteadas por su antagonista.

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