Ecos de Hitler: ¿Puede ganar el extremismo la batalla en Europa?

  • Algunos gobiernos de Europa oriental están haciendo caso omiso de los derechos humanos. La xenofobia y la discriminación de las minorías, a menudo mezclada con un autoritarismo de derechas al estilo de fascismo de la década de 1930, se están convirtiendo en la corriente principal.
FILE PHOTO: Hitler Documentary To Air Exploring Liverpool Connection
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Michael Goldfarb, Londres (Reino Unido) | GlobalPost

Ésta es la segunda parte de la serie "Ecos de Hitler" sobre el ascenso de la ultraderecha en Europa. Si quieres volver a leer la primera parte pincha aquí.

Hace relativamente poco, el mundo fue testigo de la liberación de una cárcel de una magnitud como la que nunca se había visto antes.

El Muro de Berlín cayó, y a raíz de esa apertura se apresuraron a sumarse naciones enteras aprisionadas por la hegemonía soviética. La Unión Soviética se desintegró.

Estas nuevas naciones recién liberadas tenían un solo pensamiento: conseguir la protección del "gran oso feroz" hacia el este.

Hacia el oeste, había dos organizaciones que ofrecían la posibilidad de Alianzas de Protección, la OTAN y la Unión Europea. Inicialmente, ambos tenían dudas acerca de ofrecerles ser miembros.

Para la UE existía la preocupación de que estos países, después de décadas de gobierno comunista, no estaban preparados ni económicamente ni en términos de práctica democrática para unirse.

Pero unas voces generosas apuntaron que el mejor camino para promover la estabilidad democrática era a través de ser miembros de la UE.

Los 10 ex países del bloque soviético ahora son miembros de la UE, con un undécimo, Croacia, a punto de adherirse.

Martin Schulz, presidente del Parlamento Europeo ha señalado: "No conozco ningún otro experimento en la historia humana tan avanzado en términos de integración política y de democracia".

Pero ahora las viejas dudas han resurgido.

Algunos gobiernos de Europa oriental están haciendo caso omiso de los derechos humanos y de los compromisos democráticos a los que se sus países se adhirieron cuando se unieron a la UE.

La xenofobia y la discriminación de las minorías, a menudo mezclada con un autoritarismo de derechas que tiene ecos del estilo de fascismo de la década de 1930, se están convirtiendo en la corriente principal.

El caso más claro es Hungría, donde una nueva Constitución que entró en vigor el 1 de enero de 2012 ha marcado una señal de alarma.

Schulz ha apuntado que "el Parlamento Europeo está muy preocupado por el ejercicio de la democracia en Hungría, el imperio de la ley, la protección de los derechos humanos y sociales, el sistema de frenos y contrapesos, y la igualdad y la no discriminación".

Tras su aplastante victoria en las elecciones de 2010, el Fidesz, el partido gobernante de Hungría, efectivamente re-escribió la constitución del país, eliminando muchos de los pesos y contrapesos sobre el poder ejecutivo, esencial para la democracia.

El partido restringió de forma severa la independencia judicial. Los miembros de las comisiones electorales imparciales, que se suponía iban a supervisar las elecciones libres y justas, fueron reemplazados por los miembros del Fidesz.

Lo mismo ocurrió con el Banco Central.

La libertad religiosa se ha limitado, ya que más de 300 religiones, incluidas las de los Adventistas del Séptimo Día, los metodistas y los unitarios, así como una serie de mezquitas islámicas y templos hindúes perdieron su estatus legal.

Se puede volver a aplicar, pero la nueva Constitución dice que deben haber estado activas en Hungría durante al menos 20 años. La mayoría de estas religiones no lo cumplen.

La UE tiene influencia en la situación.

En 1993, sus miembros estuvieron de acuerdo en los "Criterios de Copenhague". Hungría y los otros aspirantes de la UE tenían que demostrar que sus gobiernos tenían "el Estado de Derecho, los derechos humanos, el respeto y la protección de las minorías, la existencia de una economía de mercado"antes de que pudieran participar.

También se comprometieron a adherirse a las reglas de Copenhague como miembros. Se trata de compromisos jurídicamente vinculantes.

La Comisión Europea, el brazo administrativo de la UE, ha decidido que Hungría está incumpliéndolas y ha iniciado una acción judicial sobre varias disposiciones de la nueva Constitución.

Un tema especial por la que se ha puesto en entredicho al Gobierno de Hungría está relacionado con la independencia judicial. La constitución establece una edad de jubilación para los jueces de 62 años, bajando desde los 70. Esto significaría la jubilación forzosa de 274 jueces.

El primer ministro Viktor Orban, tendría el derecho de nombrar a sus sucesores. Está claro que tiene la intención de despejar a los jueces que podrían gobernar en contra de los radicales cambios constitucionales en los casos relevantes.

Así que la UE planea llevar un caso de discriminación por la edad ante el Tribunal Europeo de Justicia.

Más allá de los procedimientos judiciales, la UE tiene otro gran acicate: el dinero. Hungría está tratando desesperadamente de negociar un préstamo del FMI por valor de 20.000 millones de euros (26.500 millones de dólares) para ayudar a financiar su deuda soberana.

El FMI se niega a discutir los préstamos hasta que se aborden las cuestiones de la UE sobre su constitución. Hungría puede que tenga uno de los problemas más visibles, pero el extremismo populista basado en la xenofobia y la nostalgia nazi es moneda de uso corriente en los antiguos países del bloque oriental que ahora forman parte de la UE.

Recientemente, en Riga, Letonia, unas 1.500 personas marcharon en honor de las Waffen SS y fueron vistas por varios miles de partidarios.

Un pequeño número de judíos no letones como Efraim Zuroff, director del Centro Simon Wiesenthal en Israel, llevaron  franjas de los campos de concentración y pararon en señal de protesta. También hubo varios cientos de contra-manifestantes de la minoría rusa de Letonia.

La marcha había sido inicialmente prohibida por el Ayuntamiento, pero la prohibición fue anulada en los tribunales.

Joel Rubinfeld, co-presidente del Parlamento Judío Europeo, lamentó la falta de voluntad de Bruselas para intervenir. "Está en contradicción con las normas de la UE sobre legislación europea".

Cuando los países se unieron a la UE firmaron el tratado de adhesión. En cierto modo, el tratado es como la Constitución de EEUU.

El artículo 2 obliga a todos los Estados miembros a respetar la diversidad de sus ciudadanos, los derechos humanos y la práctica democrática.

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