El prometedor futuro de Haití un año después del terremoto

  • Un miembro de una ONG destina a la infancia explica la evolución que se ha dado en Haití, y lo mucho que tiene que ver la juventud. El compromiso de los jóvenes es esencial para el éxito de Haití, y potencial no les falta.
El compromiso de los jóvenes es esencial para el éxito de Haití, y potencial no les falta.
El compromiso de los jóvenes es esencial para el éxito de Haití, y potencial no les falta.
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Jo Ann Garnier Lafontant | ONG PLAN
Jo Ann Garnier Lafontant | ONG PLAN

El 12 de enero a las 16.53 pm (hora local), estaba en la tercera planta de la oficina de PLAN en Haití, celebrando una reunión con el manager de Recursos Humanos, Guerdy, y hablando sobre nuevos proyectos para el año nuevo. De repente, la tierra pareció enfurecerse con nosotros. Todavía puedo oír el sonido de las paredes agrietándose y los gritos de la gente. Después, vi cómo el váter explotaba en frente de nosotros, y le dije a Guerdy: "Vamos a morir". Entonces, comenzaron a pasar por mi cabeza imágenes de mi familia e intenté llamarles, pero no pude contactar con ellos. Estaba aterrorizada. Mi marido trabajaba en una fábrica y no podía localizarle...

Entre los violentos temblores, Guerdy y yo conseguimos salir del edificio y llegar al parking, donde recuerdo ver muchos zapatos perdidos de los colegas que habían salido corriendo por las escaleras al comenzar el terremoto. Les vi llorar, intentando, atemorizados, hablar con sus familiares a través de sus teléfonos móviles. Una chica de alrededor de 12 años vino a esconderse con nosotros. Nunca la había visto, pero me sonreía. Me dijo que vivía en el barrio, que se escapó de su casa al oír el estruendo y que su familia estaba desaparecida. Estaba herida y sus rasgos quedaban camuflados por una opaca capa de polvo.

Cuatro horas más tarde, mi marido apareció milagrosamente en el parking, sudando y sin aliento. Cuando le vi, las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos. Me contó las cosas terribles que había visto de camino a mi encuentro e iniciamos la vuelta a casa juntos. Fue terrible. Había gente andando como zombies, gritando, llorando, llevando gente herida o muerta, otros buscaban con desesperación a sus seres queridos...

Cuando llegamos a mi casa, mi madre, mi hija de un año y mi hijo de 7 estaban fuera, en la calle, sin apenas poder hablar. Les abracé tan fuerte como pude. Me dijeron que mi padre y mis sobrinas estaban aislados en el centro de la ciudad, pero que estaban bien. Sobre el resto de la familia y amigos, tan sólo podíamos imaginar.

Recuerdo los funerales de mi tía y mi abuela. Mi padre tuvo que rescatar el cuerpo de su propia madre de entre los escombros a los que había quedado reducida su casa después de seis días cavando de forma ininterrumpida. Mi tía murió de camino al hospital, pero su cuerpo fue perdido entre otros y nunca pudimos enterrarla.

Al ver a tanta gente deambular por Puerto Príncipe, haciendo largas colas para enterrar a sus familiares, pensé que Haití había muerto.

El 31 de diciembre de 2010, me senté a celebrar una reunión en la nueva oficina de PLAN de Puerto Príncipe. El motivo era debatir sobre un evento en honor de los niños y la juventud que estábamos preparando con ocasión del próximo aniversario del terremoto. Me quedé sorprendida por todos los cambios que habían ocurrido desde el fatídico mes de enero. En la reunión hablamos de celebrar la vida, de un nuevo comienzo de Haití y de cómo el compromiso de los niños y los jóvenes es esencial para su éxito. Sentí el entusiasmo general y me sentí muy orgullosa de formar parte del proyecto.

De acuerdo con todo de lo que he sido testigo durante el pasado año, Haití tiene un futuro prometedor garantizado por el enorme potencial de sus niños y jóvenes. Después del terremoto, vi cómo la gente joven se esforzaba en apoyar a sus familias y en salir adelante. Ahora les veo concienciando a la gente sobre el cólera y salvando vidas.

El terremoto devastó Haití, pero también ofreció una oportunidad al país para renacer. Los niños y jóvenes enseguida entendieron su papel en el nuevo proyecto y jugaron un papel clave en la respuesta de emergencia. Nosotros, los adultos, deberíamos escuchar sus opiniones y seguir sus pasos en el camino de la reconstrucción. En un futuro próximo, creo que debería haber un grupo de jóvenes consejeros para el Presidente y cada ministro.

Hoy, todavía lamento las pérdidas de mi tía, Gagaye, y mi abuela, Nini, además de otros familiares y amigos que murieron durante el terremoto. Pero hoy también celebro la vida.

Celebro la fuerza que he visto en las comunidades con las que PLAN trabaja. Hoy, entiendo las sabias palabras "un país nunca muere", y sé que es más verdad que nunca porque un país como Haití puede contar con su infancia para mantenerse vivo.

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