El superviviente español del terremoto de Christchurch que prefiere las peligrosas placas tectónicas a la España en crisis

  • Nueva Zelanda es uno de los nuevos destinos para jóvenes españoles que buscan oportunidades intentando huir de la crisis económica. Uno de ellos es Darío Negrín, un joven tinerfeño que salvó la vida por no ir a su escuela de idiomas, el lugar más afectado por el terremoto que sesgó las vidas de 185 personas, hace ahora justo un año.
Christchurch Commemorates One Year Quake Anniversary
Christchurch Commemorates One Year Quake Anniversary
José Luis Cámara Pineda, Christchurch (Nueva Zelanda)

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Una ciudad desolada, desnuda y triste. Así es ahora Christchurch, en la región neozelandesa de Canterbury.

Como cualquier otro día, Darío estaba almorzando en el backpacker (albergue para mochileros) en el que reside ahora desde hace 14 meses. "Mientras fregaba los platos, sentí como un pequeño zumbido y luego una fuerte sacudida que movió la lámpara, los muebles y al final toda la casa", relata.

El seísmo, de 6,3 en la escala de Richter se produjo a las 12.51, hora local (23.51 GMT, 00.51 hora peninsular española), con el centro de Christchurch inmerso en el tráfico cotidiano, en la hora de la comida para empleados y escolares.

Al primer temblor le siguió solo 15 minutos más tarde una réplica de 5,5, según el Servicio Geológico de Estados Unidos. Un total de 185 personas fallecieron (un español entre ellas) y más de 200 heridas de distinta consideración, después de que varios edificios del casco histórico y cientos de viviendas quedaran reducidas a escombros.

Un equipo internacional de 900 personas trabajó durante semanas en las tareas de rescate de cadáveres, incluidos los de 120 estudiantes, la mayor parte de ellos asiáticos y estadounidenses, bajo los muros derrumbados de una escuela de idiomas que se encontraba dentro del edificio de la Televisión de Canterbury, el más dañado por el sismo.

Dos de esos jóvenes, Lu Preah y Todd Sanders eran compañeros de Darío en el albergue, y él mismo acudía dos veces por semana a esa misma escuela que el sismo echó abajo. "Por un momento, cuando me levanté de la cama, pensé que tenía clase aquel día, porque nos habían hecho algunos cambios en el horario, pero le mandé un mensaje a un amigo y me dijo que no fuera. Creo que fue apenas media hora antes de que se produjera el terremoto", confiesa el joven español.

Amenaza de las placas tectónicas

Nueva Zelanda se asienta en una falla ubicada entre las placas tectónicas del Pacífico y Oceanía, y registra unos 14.000 terremotos al año, de los que un centenar son percibidos por la población. De hecho, hace apenas tres meses se activó la alerta de tsunami después de que se registrase un potente sismo de 7,8 grados a unos 12 kilómetros de la isla de Raoul, en el Pacífico Sur.

Para Darío, que está en Nueva Zelanda estudiando y trabajando, el suceso dejó conmocionada a la ciudad, la segunda más importante del país. De sus 400.000 habitantes, más de un tercio resultaron afectados en mayor o medida por el terremoto.

"Estamos acostumbrados a los movimientos, pero al principio me asustaba mucho y salía gritando a la calle", explica el joven canario, uno de los 85 españoles que, según el Ministerio de Asuntos Exteriores se encontraban en ese momento en la isla sur neozelandesa.

Ninguno de ellos resultó herido, aunque la mayoría se llevó el mayor susto de su vida. Porque, según aseguran desde el Consulado, "el terremoto se sintió hasta en Coromandel, a más de 2.000 kilómetros de distancia".

El llanto de Christchurch

Ahora, cuando se cumple un año desde la tragedia, Christchurch trata volver a la normalidad entre excavadoras y escombros. Con media ciudad convertida en búnker custodiado por el Ejército, las tareas de reconstrucción tardarán décadas y el coste superará un total de 370 millones de euros. Muchos lo perdieron todo, y otros viven con la angustia de no saber aún si podrán regresar a sus hogares.

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En medio de todo este paisaje de ansiedad y desesperación, los contratistas hacen su agosto y los turistas captan con sus cámaras lo que queda de una pequeña metrópoli de diseño gótico.

Tendrá que pasar mucho tiempo para que su imponente catedral se recobre de las heridas, para que las bateas vuelvan a surcar el río Avon y para que su centenario tranvía atraviese de nuevo la urbe más inglesa de toda Nueva Zelanda.

Para los viajeros de paso, el llanto de Christchurch apenas se oye desde el valle de Waipara, Akaroa o el condado de Mackenzie, pero se hace más desconsolado a medida que uno se acerca a los cafés destrozados de High Street o las colecciones dañadas del Arts Centre.

"Fue el día más negro de la historia reciente del país", subraya Darío, quien no para de contestar mensajes de familiares y amigos que le preguntan cuándo volverá a su tierra. Él, sin embargo, confiesa que le ha perdido el miedo a tanto "choque de placas tectónicas", y deja claro que seguirá en la ciudad porque el ambiente que se respira sigue siendo "el mejor de toda Nueva Zelanda".

Como él, Christchurch mira hacia adelante con optimismo y se encomienda a su espíritu de sacrificio para volver a ser la que fue.

Zonas rojay naranja

El Gobierno de Nueva Zelanda se ofreció en julio a comprar 5.000 viviendas dañadas por los terremotos que vienen sacudiendo con violencia la ciudad de Christchurch desde septiembre de 2010, una promesa realizada públicamente por el primer ministro John Key. Estas casas se ubican en la denominada 'zona roja', la más afectada, y tienen en común que no podrán ser reconstruidas "por un considerable período de tiempo".

El Ejecutivo, desde entonces, ha ido presentando distintas ofertas de compra a sus propietarios, en una operación de hasta 635 millones de dólares neozelandeses (unos 360 millones de euros). Mientras, otras 10.000 viviendas de la llamada 'zona naranja' de riesgo podrían incluirse en los próximos meses en el mismo plan, según Key, una vez finalice la exhaustiva evaluación que realizan desde noviembre un equipo de expertos.

Las autoridades locales han recibido en un año más de 360.000 reclamaciones por daños a viviendas. Éstos, según el propio John Key, representan un 8% del PIB neozelandés, pese a lo cual el Ejecutivo kiwi se ha comprometido a reconstruir de manera íntegra la ciudad de Christchurch, algo que costará al menos 15 millones de dólares (más de 8 millones de euros).

Puedes ver más imágenes del antes y el después en Christchurch aquí.

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