De Cicerón a Snowden... dinero oculto, filtraciones y espías en la era de internet

  • Personalidades de distintos ámbitos –desde la reina Isabel II hasta Bono, de U2- tenían sociedades y empresas offshore en distintos paraísos fiscales.
Edward Snowden
Edward Snowden

Desde Snowden nada es igual. Este analista de inteligencia de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA por sus siglas en inglés) de Estados Unidos lo cambió todo cuando reveló la existencia de multitud de mecanismos de espionaje. Su contacto con tres periodistas del diario británico The Guardian dejó al descubierto toda una maquinaria, sostenida con miles de millones desde el Gobierno norteamericano, para conocer hasta los más privados detalles de la vida de líderes mundiales y habitantes de todo el planeta.

Desde entonces, las filtraciones masivas están a la orden del día. La más recordada en nuestro país fue la dio lugar a los llamados Papeles de Panamá, en los que entramados societarios opacos quedaban a la vista de todos. Un éxito periodístico, sin duda, pero que sin embargo no ha supuesto más que el sonrojo público para los afectados.

De nuevo, esta semana nos encontramos ante una nueva oleada de informaciones que, bajo la vitola de Papeles del Paraíso, desvelan cómo personalidades de distintos ámbitos –desde la reina Isabel II hasta Bono, de U2- tenían sociedades y empresas offshore en distintos paraísos fiscales. Desde los medios que están llevando a cabo la investigación y publicación de los papeles en España –El Confidencial y laSexta- aseguran que a medida que vayan pasando los días el número de nombres españoles, que hoy son sólo Xavier Trias y José María Cano, irá aumentando. Más madera para una actualidad ya de por sí ardiente.

"Contrastar hasta el límite"

Pero esta nueva filtración masiva de documentos, además de llevar a la palestra a personajes y empresas conocidas, también lo hace con la propia profesión periodística. Ante situaciones como esta, “el periodismo se juega su existencia” afirma Manuel Núñez-Encabo, catedrático de Derecho de la Información, autor y ponente del Código Europeo de Deontología del Periodismo y ex presidente de la Comisión de Quejas y Arbitraje de la Federación de Asociaciones de la Prensa de España (FAPE).

“Estas filtraciones masivas obligan al periodista a comprobar que la información cumpla al menos con dos requisitos: que sea veraz y que tenga interés público”. Ello implica que el desconocimiento de la fuente –que no es el caso de los Papeles del Paraíso- no obliga a nada más que ha comprobar esas dos características. Si se dan, “no sólo debe publicarlo, sino que está obligado a ello, aunque no le conste la identidad de la fuente”. Junto con la veracidad y el interés general, Encabo señala dos características más: haber obtenido la información de manera lícita y salvaguardar los derechos fundamentales de los afectados.

Además, y refiriéndose al caso concreto de los Papeles del Paraíso, el catedrático afirma que es “inexcusable” que ante temas tan complejos como a los que se refiere la filtración, el periodista o el medio se rodeen de “asesores” que ayuden a clarificar aspectos de la información y asistan al periodista en la precisión de los datos e informaciones que publique. Porque, recuerda, “publicar algo puede ser enormemente importante, pero también enormemente delictivo”. Por ello, insiste Encabo, en que “para que se publique una información, más si es del estilo de los Papeles del Paraíso, el periodista tiene que haber hecho todo lo posible para garantizar su veracidad, contrastándola hasta el límite”.

La presencia de expertos no es baladí, ya que ante temas tan complejos y de tanto interés informativo, los ciudadanos pueden no recibir la información tal como es. Por ejemplo, una de las figuras más repetidas en los Papeles del Paraíso es el trust, que, como El Confidencial explica, de origen anglosajón y sin figura equivalente en el ordenamiento español. También llamado fideicomiso, no es más que la puesta al frente de un patrimonio de un tercero, al que se le otorgan determinados poderes, para que lograr unos objetivos. Un ejemplo práctico: un padre tiene un hijo derrochador y perdido y no quiere que su patrimonio le alcance a él, pero sí a sus nietos. Para lograrlo, puede poner un fideicomiso al frente del patrimonio para que esto sea así. Y en esto no hay nada ilegal. Como nada hay de ilegal en tener dinero fuera de España, siempre y cuando el fisco esté al tanto. Y son, justamente, estas precisiones las que, para Encabo, hacen necesaria a la presencia de expertos.

Si tal procedimiento se ha cumplido, el periodista está obligado a publicarlo. Porque, remacha Encabo, “la Sociedad de la Información no es la sociedad del saber” y si el periodista no publica o lo hace sin contrastar la información, la sociedad no sabe.

Breve antología de filtraciones

La información ha sido siempre poder y su conocimiento, un dulce que muchos quieren saborear. Por eso, las filtraciones no llegaron con Internet ni con las redes sociales, sino que están presentes en la historia desde antiguo. Quizá, la famosa sea aquella de dio al traste con un golpe de Estado que un senador romano quiso ejecutar contra el sistema republicano establecido: Catilina contra Roma.

Este senador con aspiraciones políticas, vio como una y otra vez sus ansias de ascenso eran abortadas por unos o por otros. Así que desarrollando una política populista frente al orden senatorial, planeo dar un golpe que le aupara hasta la cima. Pero se encontró con un adversario al que no supo tomar medida: Marco Tulio Cicerón, que en el 63 a.C ejercía el consulado. El célebre orador tuvo conocimiento de los planes golpistas. Planes que pasaban por asesinarle, pero logró salvar la vida gracias a una filtración. Nos cuenta Salustio en la Conjuración de Catilina, que el senador Quinto Curio, un senador al tanto de los planes, para fanfarronear delante de Fluvia, su amante, le contó todas las componendas de Catilina, incluyendo el magnicidio de Cicerón. A través de ésta, Cicerón supo de las intenciones de los conjurados y logró salvar la vida. Desde entonces, el abogado denunció sistemáticamente en el Senado las intenciones de Catilina, sin poder, empero, demostrarlas. Y por mucho que insistía e insistía Cicerón (“¡Hasta cuando, Catilina, abusarás de nuestra paciencia!”), no lograba una denuncia firme. Hasta que un buen día, al despertar, encontró frente a su puerta una colección abultada de cartas que se habían cruzado los aliados de Catilina, desvelando todos los detalles del golpe. Con ellas en la mano, Cicerón logró en el Senado desbaratar los planes del senador sedicioso.

También una filtración fue lo que hizo que el sultán Osmán II tuviera que soportar, a mediados del siglo XVII, que le pisarán los testículos antes de morir a manos de su tropa de élite, los jenízaros. Lo cierto es que no resultó ser un sultán exitoso. Derrotado en batalla durante su invasión fallida de Polonia, achacó la derrota a los jenízaros, una unidad de élite del ejército otomano que, entre otras labores, tenía encomendada la protección del soberano. Humillado Osmán, centró su atención en estos guerreros y recordando quizá lo que había sido la guardia pretoriana para el Imperio Romano, que quitaba y ponía emperadores a su antojo, receló de sus soldados y ordenó que se cerraran sus salones de café, en los que creía que se reunían para conspirar contra el trono y que tropas leales a la corona se trasladaran a la capital. Pero estas medidas se conocieron antes de que fueran ejecutadas. Quién fue aquella garganta profunda sigue siendo hoy un misterio, aunque hay quienes la identifican con el visir –el equivalente al primer ministro- del sultán. Sea como fuere, el resultado de la filtración, al contrario que con Cicerón, fue la muerte del sultán a manos de los jenízaros, previo aplastamiento genital.

Más equiparable con nuestros días es el caso John Nugent, periodista del New York Herald. Era 1848 y Estados Unidos y Méjico estaban en guerra por la intención norteamericana de anexionarse el territorio de Texas que se había proclamado como República, aun sin el reconocimiento de Méjico, país al que pertenecía. Las hostilidades se abrieron prontamente, y Estados Unidos, sin encontrar apenas resistencia, ocupó con facilidad California y Nuevo México. Desde ese momento, la guerra se le puso cuesta arriba al país centroamericano. Tanto que acabaron firmando un acuerdo de paz que reconocía la cesión a Estados Unidos de la Alta California y Santa Fe: el Acuerdo de Guadalupe Hidalgo, llamado así por la villa en la que se firmó. Este acuerdo llegó a manos de Nugent y lo publicó en su periódico. La reacción del Senado fue furibunda. Entre amenazas, estuvo un mes cautivo y sometido a duros interrogatorios para que revelara su fuente. Pero nunca lo hizo.

Y aunque, como se ve, la filtración de información es antigua, es en nuestros tiempos cuando adquiere una mayor relevancia. En los últimos años han ido reiterándose en Internet y periódicos filtraciones de distinta índole. La mayoría no correspondían a un trabajo periodístico, sino que era obra de piratas informáticos y la “información” filtrada nada tenía de informativa. Así, es famoso el caso conocido como celebgate, en el que Ryan Collins, estrujando la aplicación Find My Phone de Apple, logró acceder al móvil de cientos de estrellas de Hollywood, haciéndose con una gran cantidad de fotos de carácter íntimo.

Pero estas actuaciones de piratas informáticos, aunque son filtraciones, no son periodísticas. Resulta evidente el porqué. Y dentro de las que sí lo son, hay en los últimos años, cientos de casos de cómo el trabajo de investigación de los periodistas han podido, gracias a las filtraciones, poner de manifiesto la transgresión de normas por parte de Gobiernos. Quizá la más emblemática de todas sea la del programa de televisión 60 Minutos que publicó las fotos que demostraban una acusación que desde meses atrás muchos medios mantenían: que en la prisión iraquí de Abu Ghraib fueron torturados de manera sistemática, presos a manos de agentes de la CIA y soldados norteamericanos.

Mostrar comentarios