La guerra siria desafía la seguridad regional y los lazos entre los árabes

  • El conflicto sirio ha supuesto un gran desafío para los países de la región, que son testigos de una llegada masiva de refugiados y de un aumento de la inseguridad, entre temores al retorno de sus ciudadanos radicalizados en esa guerra.

Marina Villén

El Cairo, 14 mar.- El conflicto sirio ha supuesto un gran desafío para los países de la región, que son testigos de una llegada masiva de refugiados y de un aumento de la inseguridad, entre temores al retorno de sus ciudadanos radicalizados en esa guerra.

Desde el inicio del conflicto, del que se cumplen mañana tres años, la situación ha adquirido cada vez un cariz más sectario y ha repercutido en las relaciones entre algunos países árabes.

Y es que de un modo u otro la mayoría de estos países, a los que se suman Irán y Turquía, están implicados en la guerra siria o se han visto afectados por ella, con un destacado repunte de la tensión entre suníes y chiíes en Líbano e Irak.

Mientras miles de árabes se han unido a las filas rebeldes, milicias chiíes de esos dos países -la libanesa Hizbulá y la iraquí Brigada Abul Fadl al Abás- combaten junto al Ejército del régimen sirio.

Países suníes como Arabia Saudí y Catar, que mantienen actualmente una complicada relación a causa de sus diferencias respecto a los Hermanos Musulmanes, han financiado y armado por su parte a los rebeldes.

El primero a grupos salafistas y el segundo principalmente a la cofradía, explicó a Efe el analista Moataz Abdelsalam, del egipcio Centro de Estudios Estratégicos Al Ahram.

"Es una guerra regional en la que participan islamistas de todo el mundo árabe", según Abdelsalam, que advirtió de que el conflicto actual entre los rebeldes será también "un gran problema para la región al fin de la guerra".

El auge de los yihadistas del Estado Islámico de Irak y del Levante (EIIL), y su lucha contra otras brigadas insurgentes ha fomentado de hecho que algunos se replanteen sus posiciones.

Riad difundió hace una semana su lista de grupos terroristas, en la que incluyó al Frente al Nusra, la filial de Al Qaeda en Siria, y al EIIL, que rivalizaba con el primero por ese puesto.

Este paso llegó después de que el pasado febrero el rey Abdalá bin Abdelaziz decretara penas de tres a veinte años de cárcel para los saudíes que luchen en el extranjero, y que se adhieran a grupos yihadistas o los financien.

Tanto Arabia Saudí como otros países son conscientes del riesgo que supone el regreso de sus ciudadanos que combaten en las filas extremistas en Siria y que pueden cometer actos terroristas en sus respectivas naciones, como ya ocurrió hace una década.

No hay cifras exactas, pero diversos informes apuntan a la presencia de entre 7.000 y 11.000 combatientes extranjeros en el frente rebelde en Siria.

El analista político saudí, experto en grupos islamistas, Yusef al Daini, afirmó a Efe que la seguridad interna es la "principal preocupación" de los países árabes, que empiezan a temer que el respaldo a ciertos grupos en Siria "se vuelva en su contra".

Las últimas decisiones saudíes buscan, según el analista, enviar "un mensaje interno" de cero tolerancia a los grupos radicales saudíes, y otro "externo" para demostrar a la comunidad internacional su compromiso en la lucha antiterrorista.

No es de esa opinión el Gobierno iraquí. Su primer ministro, el chií Nuri al Maliki, acusó la semana pasada a Arabia Saudí y a Catar de apoyar a grupos terroristas "políticamente, con dinero y armas".

Al Maliki también les recriminó "abrir una guerra contra el Gobierno iraquí", que desde principios de año se enfrenta al EIIL, en la provincia de Al Anbar, donde los extremistas apoyados por tribus suníes, han llegado a controlar varias áreas.

El frágil equilibrio confesional del Líbano también ha estallado en estos tres años, con una sociedad fracturada entre partidarios y detractores del régimen sirio de Bachar al Asad.

Los enfrentamientos entre chiíes y suníes y los atentados terroristas, principalmente contra Hizbulá por su implicación en la guerra siria, se han convertido en la tónica en un pequeño país desbordado asimismo por la llegada de refugiados sirios.

De los 2,6 millones registrados por ACNUR, Líbano acoge a 962.000 sirios, seguido por Turquía con 635.000, Jordania con 585.000, Irak con 227.000, y Egipto con 135.000.

Otros dos millones de sirios han abandonado su país pero no están registrados, según informó ayer la ONG Acción contra el Hambre, que apuntó que más de 200.000 personas huyen de ese país cada mes.

Cada país afronta este problema de modo distinto. Líbano rechaza establecer campos de refugiados, mientras que Jordania planea abrir un tercero el próximo abril.

Egipto ha cambiado por su lado su postura respecto a los refugiados. Desde la destitución del islamista Mohamed Mursi en julio pasado, se les restringe la entrada en el país y se les acusa de apoyar a los denostados Hermanos Musulmanes.

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